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- LA LLAMADA -

Cuando tuve que llamar a mi madre por ayuda, sabía que era el fin del mundo. O por lo menos el final del mío.

Después de salir de casa de los Walshs, conduje a una ciudad vecina y me registré en un motel cutre. Era uno de esos de mala fama que de alguna manera habían logrado convertirse en una cadena.

Desde el exterior, con fea pintura ocre y su señalización en mal estado, no había estado esperando el Hyatt, pero mi pequeña habitación era peor de lo que había anticipado. Había manchas oscuras en las sábanas y lo que parecía vello púbico en el lavabo del baño.

Aun que no tenía ninguna manera de demostrarlo, estaba casi seguro de que alguien había muerto aquí. Una celda de prisión habría sido una alternativa más agradable.

Esto era sin duda el punto más bajo que jamás había tocado en mi vida. Me estaba quedando en un motel de $57 por noche; mi amistad con Finn había sido saboteada; y ahora estaba a segundos de llamar a mi madre.

Pero de alguna manera tenía que arreglar esto. No podía dejar que Cass ganase. No podía dejar que arruinase la vida de Finn de nuevo, empujándolo a los límites de la cordura.

Toda mi vida, había escapado de mis problemas. Había usado a las mujeres y al alcohol como un escape. Había huido de mis padres. Había huido de la realidad. Pero en Ripley, había aprendido el significado de la familia. Finn era mi mejor amigo, mi hermano, y eso era algo de lo que no podía huir.

De alguna manera, tenía que hacerle ver la verdad.

No tenía muchas opciones, pero sabía que lo primero que tenía que hacer era sacar las páginas de mi diario de internet. La única persona que sabía que podía ayudarme era mi madre - bueno, su marido de todos modos.

George Henriksen – o marido número cuatro, como a menudo me refería a él – estaba bien entrado en los setenta y se había retirado de su altamente exitoso bufete de abogados hace unos años. Sus hijos ya se habían apoderado de la empresa, y a pesar de que George no estaba en buen estado físico, su mente aún era muy aguda y sus hijos a menudo se dirigían a él para pedirle consejo sobre los casos. Es decir, si podían ponerse en contacto con él.

Razón por la cual tenía que llamar a mi madre para contactar con él.

Todo se reducía a si podía o no convencerla de que lo pusiera al teléfono. A veces, cuando los hijos de George llamaban, ella les decía que estaba ocupado y que él se pondría en contacto con ellos. El pobre George nunca los llamaría porque mi madre nunca le transmitía sus mensajes.

Con el fin de llegar a su marido, tenía que ir a través de ella. George no tenía un teléfono propio, por lo que era increíblemente difícil ponerse en contacto con él directamente. Mi madre se había hecho cargo hábilmente de todos los aspectos de su vida, algo por lo que sus hijos estaban totalmente resentidos con ella.

Ella era todo un personaje.

Con dedos temblorosos, golpeé el botón de llamada al lado del nombre de mi madre y dejé que el timbre del teléfono sonase, esperando a que ella respondiera.

—Bueno, si no es este el hijo que pensé que ya no tenía —fueron sus palabras chillonas cuando contestó.

Resistiendo el impulso de colgarle el teléfono, tomé una respiración profunda a través de los dientes apretados mientras me hundía hacia abajo sobre el borde de la cama.

Twisted Minds |HS| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora