4 EL PASEO HASTA CLASE

46 5 3
                                    

Al salir el lunes para ir a clase me llevé una grata sorpresa. Rick estaba al final del pequeño sendero que llevaba hasta la acera, apoyado de espalda en su coche, luciendo una sonrisa.

— Buenos días — le dije. Por fortuna me había mirado en el espejo antes de salir y había comprobado que estaba bien peinada y que tenía los dientes limpios. A veces salía de casa con tanta prisa, que una vez parada en cualquier semáforo, o en la parada del autobús, me daba cuenta de que llevaba un churrete de chocolate o que me había maquillado un solo ojo, o que no me había quitado la coleta que me había hecho provisional mientras me lavaba los dientes.

El corazón me saltaba como loco dentro del pecho.

— Pensé que estabas de vacaciones.

— Y lo estoy.

Estaba parada delante de él, que seguía perezosamente recostado sobre un lateral del coche. No me quitaba la vista de encima, y me estaba poniendo muy nerviosa, debía saber el efecto que causaba en mí.

— Pues si yo estuviese de vacaciones, a esta hora estaría calentita en la cama, o bien desayunando al calor de mi chimenea eléctrica.

No sé porqué me empeñaba en coquetear, si a mí quien me gustaba de veras era Chris.

— Ya. Pero resulta que conozco una chica cuyo coche está escondido bajo una espesa capa de nieve, y a la que voy a acompañar a clase, para que llegue pronto y calentita.

— Pues si esa chica soy yo... no tienes por qué molestarte.

— No es molestia. Es que me apetece hacerlo.

Le miré a los ojos, cosa que hacía en contadas ocasiones con poquísima gente. Con él era distinto, y en cierto modo, peor. Cuando me miraba a los ojos era como si él pudiese acceder a mi mente a través de ellos, más que una ventana a mi interior, era una puerta abierta de par en par. Así que me armé de valor y de protección para enfrentarme a él, para escapar en cuanto notara vulneradas mis defensas. Le miré a la cara, en general, y luego me permití mirar su boca, después su nariz, y finalmente llegué a sus ojos. Me demoré apenas breves segundos, pero me quedé hipnotizada y atrapada por sus ojos oscuros que me dejaron paralizada.

Rick tenía que ser consciente del efecto que causaba en mí, porque de otro modo habría creído que estaba tarada. Salí de mi letargo cuando noté su mano en mi cara, no llevaba guantes y aún así su tacto era cálido.

— Si no salimos ya, llegarás tarde.

— Tienes razón — acerté a decir. Fue muy atento al abrirme la puerta y esperar a que me acomodase antes de cerrarla. No estaba acostumbrada a tanta atención y temía que luego desengancharme fuese peor.

Era la primera vez que estábamos a solas tanto rato. Porque cuando me ayudó (más bien lo hizo él todo) con el arreglo del coche, hablamos poco porque sonaba la música en el coche. Y sobre todo, habló sobre él, porque parecía querer que le conociera.

Ahora estaba puesta la radio, pero eran noticias. Odiaba las noticias en la radio, no atendía a lo que hablaban, por lo que solo me quedaba con el "run run" de las vocecillas parloteando.

— ¿A qué horas sales de clase?

— Después de comer.

— Perfecto — me dijo mientras tamborileaba en el volante ante un semáforo en rojo.

— ¿Qué es perfecto?

— Tengo tiempo de sobra para hacer unas cosillas y luego pasaré a recogerte. Me esperarás ¿no?

¿Esperarlo? Por supuesto que sí, ojalá me viesen las demás chicas de clase. Ojalá Rick no me hiciera esperar. Porque era muy atractivo y yo era una mujer, así que lo más normal es que quisiera que me vieran en su compañía.

Amor CaprichosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora