11 Y DESPUÉS... RICK

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Amaneció un día extrañamente despejado. El frio había concedido una tregua a todos los habitantes de la ciudad. Yo me manejaba algo mejor con mi mano enyesada, total, solo era acostumbrarse puesto que iba a tener para bastante tiempo, más de un mes.
El día anterior, en mi casa, había pasado una agradable velada en compañía de los dos hermanos. Ni que decir que estaba más ancha que larga, pues la falta de interés de Chris hacia mí se completaba con la atención de Rick.
Estuvimos sentados en mi salón mientras Rick terminaba de sacar del horno la lasaña y me dolía ver que ante mis coqueteos, Chris era totalmente inmune. Saqué mi carpeta de dibujo y puse sobre la mesa los progresos que había hecho con la mano izquierda (debo confesar que quizás se me daba mejor que con la diestra).
- ¿Y desde cuando estás practicando con la mano izquierda? - preguntó Chris con curiosidad.
- Desde el sábado por la tarde, pero creo que no se me da demasiado mal ¿no?
- Yo no veo la diferencia con los otros - comentó Chris sonriente, a la legua se veía que entendería más si se tratase de acordes en una guitarra, pero de esto no tenía ni idea. Aunque estaba segura de que trataba de hacerme un cumplido con sus palabras.
- Sí, tío. Fíjate en la línea - intervino Rick señalando con su dedo meñique (el único que no estaba manchado de aceite de las tostadas con tomate y orégano, ya que había venido desde la cocina al oír hablar del tema). - Se ve una fluidez que no tiene los otros dibujos.
Le miré con admiración. No había tenido ocasión de hablar con él al respecto de mis mejoras, pero había sido capaz de captar los cambios. Y yo que le tenía por una persona no versada en estos temas, era una caja de sorpresas.
- Pues yo no veo nada.
Me había quedado de simple espectadora y observé desde mi rincón las miradas que se enviaron el uno al otro. La de Rick fue una llamada de atención, pero la de Chris era de no entender de qué demonios le estaba hablando su hermano.
Todo, aquella velada, fue a la vez espléndido y a la vez un fiasco. Por más que me acercaba a Chris, éste no aparentaba estar por la labor de intentar un acercamiento. Finalmente, Rick intentó marcharse antes para dejarnos a solas a los dos, pero Chris se empeñó en regresar con él a la casa, por lo que me quedé más bien con cara de tonta. Me miré en el espejo de la entrada, una vez que estos entraron en su casa. Me había maquillado un poco los ojos con un toque plateado, para resaltar el color marrón. Un poco de brillo labial y el pelo recogido con un palillo atravesado en el moño improvisado, hasta Rick hizo un gesto levantando las cejas, en señal de aprobación, lo que me subió el ego a las alturas. Por eso ahora la caída había sido tan gorda.

El caso es que esa mañana estaba en casa preparándome para ir a clase. Era bastante temprano, porque ahora tenía que madrugar para que me diese tiempo de hacer todo lo que antes hacía con dos manos. Tampoco podía conducir, así que debía caminar o tomar el autobús en la parada de más abajo. Era jueves y solo quedaba un día para el fin de semana, con todo el trabajo que tenía acumulado.
Llamaron al timbre, y desde la cocina vi la familiar silueta de Rick recortada contra el cristal esmerilado de la puerta de entrada.
- Hola, Fanny.
- Hola, Rick.
- ¿Podemos dar una vuelta?
Miré al cielo, amenazaba nieve de nuevo. Había aprendido a pronosticar el tiempo que haría, aunque muchas veces me equivocaba. Cogí el anorak del perchero de la entrada y me eché al bolsillo el estuchito donde guardaba el móvil y la documentación. Rick bajó la escalinata antes que yo, y esperó a que cerrara la puerta y me reuniera con él.
Ya le había cogido confianza a Rick, aunque seguía poniéndome nerviosa cada vez que me miraba directamente a los ojos, que era siempre. Solo necesitaba un poco de pié por su parte, para mostrarme más abierta y extrovertida.
- Estás muy serio. Parece que vienes de un funeral.
- ¿En serio? - entonces sonrió y me sentí mejor. Pero aún así, mostraba ese pliegue vertical en el entrecejo que denotaba que estaba preocupado o que estaba concentrado, como cuando le vi trabajar en el arreglo de mi coche.
No podía engañarme porque había estudiado muy bien a los dos hermanos Clayton, al mayor y al pequeño, el centro de mi existencia.
- Venga, habla.
Nos habíamos alejado bastante de la casa, y hacía poco frío, de modo que no importó seguir el paseo, y aún menos en su compañía.
- Como sabes, llevo aquí casi un mes.
Me obligué a seguir caminando pero me estaba quedando petrificada por momentos. Incluso me quedé paralizada en el simple gesto de humedecerme los labios. Aquellas palabras no podían traer nada bueno para mí, sabía el tiempo que llevaba en la ciudad porque lo había calculado. No podía mentirme a mí misma, ese momento llegaría... y aquí estaba.
- Ya sé lo que me vas a decir... que te vas. - Aún no sé cómo le había dicho eso, apenas había formado la idea en mi mente y mi boca ya las estaba largando.
Rick se paró delante de mí, me enfrentó a sus ojos y me cogió por las manos. Acarició especialmente los dedos que sobresalían de la escayola de mi mano derecha.
- ¿Para cuánto tienes? - preguntó refiriéndose a la mano enyesada.
- Para unas seis semanas mínimo.
Cambiaba de tema, ¿sabría él lo que me afectaba que se marchase? No debía afligirme tanto, de quien yo estaba enamorada era de Chris... Uff, estaba hecha un tremendo lío.
- Mañana me voy.
- ¿Mañana? - exclamé sorprendida, me dio un vuelco el corazón, contaba con un margen mayor. ¿Por qué no me lo había dicho antes? Pero... no podía reprocharle nada, no era nada mío, no me debía nada.
Pareció desconcertado, creí ver en sus ojos una leve chispa que enseguida se desvaneció.
- Pero Chris se queda aquí.
Esta afirmación me hizo relegar la chispa imaginaria a un rincón, y me centré en lo que me decía. Esta confirmación innecesaria me parecía fuera de lugar. Como si ese dato fuese a atenuar la quemazón que me producía su inminente marcha.
- Vendré en cuanto pueda - me aseguró para conformarme.
- Ah, bien - respondí con indolencia, tampoco sabía qué decir porque no dejaba de pensar en que ya no volvería a verlo con la frecuencia a la que me había acostumbrado. Ya lo sabía, intuía que lo bueno pronto se iba a acabar: su agradable compañía hasta clase, su conversación, el cariño con él que me trataba... todo él.
Ya presentí en más de una ocasión que de esta droga me iba a costar sangre, sudor y lágrimas desengancharme. Estaba perdida.
Me tocó la mejilla con sus siempre cálidos dedos. Me obligué a sonreír y a fingir alegría.
- Recuerdo que me dijiste que no tardarías en ingresar en la academia, allí puedes recibir visitas ¿no es cierto?
- Claro que sí - reconoció aliviado. Su gesto cambió y volvió a mostrarme su afectuosa sonrisa.
Le había mentido, no iría a verlo. Ya no sería lo mismo, no me sentiría igual una vez transcurriera un tiempo sin verle. La próxima vez, quizás le encontrase feliz junto a una mujer hermosa. Yo aún era una niña para él.
Desconecté el interruptor de razonar, ya que no hacía más que pensar en estupideces.
- Ya no me necesitas para abrir tarros, subirte cremalleras o abrocharte la ropa interior.
Me ruboricé súbitamente, aún me avergonzaba al recordar cuando tuve que acudir a él la primera vez para que me ayudara con el cierre del sujetador.
- ¿Sabes? Te echaré mucho de menos - mi boca volvía a soltar palabras que mi cerebro aún no había ordenado.
- Yo también, Fanny.
Intuía que era un adiós definitivo, y algo me dolió por dentro, como si de un momento a otro fuese a sufrir una taquicardia.
No me había dado cuenta, pero ya estábamos de nuevo frente a nuestras casas, después de dar un gran rodeo.
- Mañana temprano, antes de irme, pasaré por aquí ¿te parece bien?
- Genial - respondí sin mucho interés. Entonces, llevada por un insólito impulso, me lancé a sus brazos y me dejé envolver. Aguanté las ganas de llorar. Yo no era así, tan impetuosa.
Lo que ocurría era que mi cuerpo no me obedecía en absoluto y estaba visto que actuaba autónomamente. Me refugié en aquellos fuertes brazos y allí me sentí cómoda, protegida... a gusto. Rick era el hermano mayor que siempre había deseado tener. Me había tratado con cariño, me había dado calor humano, siempre le estaría agradecida.

Pasé una jornada horrorosa dándole vueltas al tema, ¿por qué me sentía abandonada? ¿Cómo pretendía ser el centro de su vida si solamente era la persona que había salvado la vida de su hermano? Lo más probable es que Chris se hubiese salvado de todos modos, sin que yo arriesgase mi vida. Quizás su vida nunca corrió peligro, era algo que nunca sabríamos. Pero me llevaba a pensar que había sido una jugada del destino, me había puesto en el camino de cuatro personas maravillosas. De otro modo, tal vez, nunca me hubiera atrevido ni a dirigirles la palabra.
Ya por la noche, en mi cama, gesto que retrasé lo máximo posible sentada delante de la televisión, viendo programas estúpidos e insulsos, la agonía se cebó conmigo y quise resistirme. No podía derrumbarme.
Cuando logré quedarme dormida, solo tuve sueños lúgubres y oscuros. Pero desperté temprano y fui a ducharme para ver si conseguía despejarme. Desayuné lo más alejada posible del gran ventanal del salón, aunque muy pendiente del movimiento de gente en casa de los Clayton. Desde un rincón de la cocina, vi a Rick acercarse a mi casa después de haber dejado el petate en el maletero de su viejo coche.
Le oí aporrear la puerta, después llamar al timbre, y finalmente vi como trataba de ver dentro de la casa a través de la ventana. Parecía decepcionado ¿triste? Finalmente se dio por vencido y se marchó. Entonces ya no pude retener más la bestia que me estaba desgarrando por dentro, y lloré, lloré tanto, más que jamás en toda mi existencia. Era tan desdichada que tuve ganas de emborracharme y así adormecer mi mente, mi piel que aún recordaba el tacto de sus manos. Sin embargo, una vez juré que nunca más volvería a beber nada hasta esos extremos. Me arrastré hasta la cama y permanecí atrincherada allí todo el día. La escuela podía esperar.

Por la noche, fui a casa de la abuela Carol. Me esperaba, como todos los días, después de la cena.
- Hoy llegas tarde.
- Perdona, es que no he tenido un buen día.
- A mí no me puedes engañar. He visto al mayor de los chicos llamar a tu puerta esta mañana, pero tú no has querido salir a despedirte.
La abuela escuchaba y veía más de lo que me podía imaginar, y eso que se pasaba el día quejándose de ser una anciana inútil que no servía para nada.
- Ayer me dijo que vendría por la mañana a despedirse - hice una larga pausa, no pensaba seguir hablando.
- Y tú... - me apremió para que siguiera.
- Yo... no me sentí con fuerzas para salir y enfrentarme a él.
- Porque estas enamorada de Rick.
- No - dije sin pararme siquiera a pensar.
- Sí, no lo niegues.
- De quien estoy enamorada es de Chris, Rick solo ha sido para mí como... un hermano. No confundas las cosas abuela.
- Tienes razón, Fanny - entró en razón la abuela, - Una ya está chocheando y cree ver fantasmas donde no los hay.
Sí, eso sería. Yo no estaba enamorada de Rick, era un amor fraternal lo que me unía a él. La abuela estaba totalmente equivocada.
- Hoy no has ido a ver a Chris.
- No, creo que será mejor llegarme mañana. Hoy no estaba de humor para nada.
La abuela me miró de un modo raro y yo lo achaqué a su edad. Recogí unas cosas de allí y la besé antes de marcharme.
- Fanny - me llamó.
Yo ya tenía una mano en el pomo de la puerta, a punto para marcharme.
- ¿Qué?
- No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Me pareció una afirmación un poco tonta, pero le sonreí y me fui. A veces decía cosas con poco sentido.

* * *

- Te esperaba ayer - me dijo Chris nada más abrir la puerta. Me hizo pasar al salón, donde estaba sentado delante de su ordenador portátil.
- Estuve liada, tenía que presentar un trabajo hoy y me faltaba dar los últimos toques. - Era una mentira que me había empezado a creer de las veces que me la había repetido.
- No sabes lo que estoy extrañando a Rick y eso que llevábamos años sin pasar juntos tanto tiempo.
- Sí, yo también le extraño.
Había deseado que no sacase el tema, pero se ve que a él no le dolía tanto como a mí.
- Ya le estoy enviando un email para que me diga si ha tenido buen viaje.
- Ajá.
Me paseé por la estancia, mientras él terminaba sus gestiones informáticas. Ojeé las fotos enmarcadas y me detuve en una foto escolar de Rick donde debía tener cinco o seis años, era la típica foto que ya había visto en varias ocasiones. Junto a él había un globo terráqueo y delante sostenía un libro como si le hubiesen pillado en mitad de una sesión de estudio.
Luego seguí con las demás fotos, estaban los chicos con la equipación de hockey, con algunos amigos, y mis favoritas: las fotos de comunión de los tres hermanos. Tony estaba especialmente mono, porque era aún muy menudo para su edad y parecía sacado de una estampa antigua.
- Veo que disfrutas con nuestras fotos más añejas.
- No seas tonto, me gustan todas. Lo que pasa es que yo tengo solo un par de fotos de cuando era pequeña, con un año y con nueve.
En las fichas internas sí había fotos de tamaño carnet que nos hacían cada año, pero jamás tendría acceso a esos documentos y aún menos a las fotos.
Pasamos a solas el resto de la tarde, hasta que llegó la señora Clayton. Cené con ellos y Chris prometió visitarme al día siguiente. Había empezado a salir a la calle, pero sin hacer esfuerzos.

Amor CaprichosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora