23. ENFRENTÁNDOME A LOS HECHOS

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Íbamos en silencio en el coche de Rick, afortunadamente mi Ford no había consentido en ponerse en marcha esta mañana a pesar de la cálida temperatura. Rick me echaba algún que otro vistazo de reojo, parecía querer darme tiempo para comentar algo, si es que se me ocurría hacerlo.

— No le guardo rencor a esa mujer. Mi madre. Vaya, qué raro se me hace decirlo.

Rick bajó la mano derecha y la dejó sobre mi rodilla, no era nada extraordinario pero me reconfortó un poco. Cuando le llamé dos días atrás ya había decidido que le daría una oportunidad a aquella mujer, de todos modos no tenía nada que perder y sí mucho que ganar y también sabía que Rick me acompañaría en la aventura.

Después de la noche que pasamos juntos hacía una semana, no habíamos vuelto a tener otro contacto similar y lo cierto es que yo estaba empezando a pensar que había sido un hecho fortuito.

Rick volvía a portarse como siempre conmigo, en realidad, salvo la vez que nos vio besándonos a Chris y a mí, el caso es que me trataba con mucho cariño.

Pensé en todo lo que había ocurrido desde que irrumpí en su vida, estaba segura que de no haber intervenido en el tiroteo jamás se habría fijado en mí.

—¿Quieres que te cuente un secreto?

Esas palabras lograron que le dedicase toda mi atención. La expresión “contar un secreto” era demasiado golosa para dejarla pasar sin dedicarle al menos una reflexión. Rick permaneció en silencio y pensé que explotaría de la incertidumbre.

—¿Qué secreto?

Suspiró teatralmente y me miró de reojo con esos cautivadores ojos castaños.

—Bien, ahora tengo toda tu atención.

—Ya la tenías antes, no puedes decir “¿Quieres que te cuente un secreto?” y esperar que no te escuche.

Él sonrió, esa amplia sonrisa con la que me había ido enamorando poco a poco.

—De todos modos habría llamado a tu puerta con cualquier excusa.

—¿Y eso significa? —Ay, que sonrisa más rica, me reconfortaba por dentro como un buen postre. Le miré con atención mientras él seguía con los cinco sentidos puestos en la conducción.

—Yo ya había reparado en ti antes de que sucediera lo de Chris. Estaba devanándome los sesos buscando una buena excusa para entrarte, por lo que veía eras una chica bastante reservada y estaba dispuesto a chocarme contigo en el supermercado con el carrito, o preguntarte… ¿sabes si las espinacas son frescas?

—¿De veras? —Me reí solo de imaginarlo pero luego le volví a mirar, tenía un perfil perfecto y sentí el impulso de besarle en la mejilla. Me atreví y eso hice, él me acarició al instante.

Parecía que la revelación no tenía importancia pero para mí sí la tenía, eso significaba que mientras yo estaba soñando despierta con Chris, él me buscaba y buscaba el modo de conocerme.

—¿Quieres que te cuente un secreto?

Rick se rió y me dedicó una mirada traviesa, estaba guapísimo y mi corazón palpitó como loco en el pecho, tan contento como yo lo estaba. Cada día que pasaba me daba más cuenta de que era lo mejor que me había pasado en la vida. ¿Por qué no fui capaz de verlo en su momento? No lo sé, estaba cegada con Chris y pensaba que estaba enamorada de él.

Gracias a Dios que Rick había sido persistente porque el tiempo había demostrado que yo era una perfecta cobarde en los asuntos del corazón. En realidad era también una cobarde a la hora de relacionarme con la gente, cero lazos afectivos, cero posibilidades de ser lastimada por nadie.

Amor CaprichosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora