15 EL MIEDO NOS HACE COBARDES

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Después de una semana de verle a diario, aún no me había armado del valor suficiente para intentar un acercamiento. Del tiempo que había pasado desde que se fue, nueve meses, yo no hice ningún intento de verle ni de comunicarme con él. Siempre tenía la sensación de que el destino les había FORZADO a todos a cruzarse en mi camino, y que de lo contrario aún seríamos desconocidos. Temía que yo, simplemente hubiese sido un compromiso para ellos.

Evan y Beth siempre me decían que era insegura, sin embargo yo estaba segura de mí misma, pero no de los demás... para mí, eso no era inseguridad, era otra cosa sin nombre.

Desde la mesa situada al fondo del local, oculta parcialmente por un macetero con una alta y frondosa planta muy verde, podía verle llegar, aparcar el coche patrulla en el estacionamiento y luego entrar al local. Luego le veía marcharse, siempre como una espectadora. A partir del primer día en que le vi, había cambiado mi trinchera de sitio, el primer sitio donde me senté no me ocultaba lo suficiente.

Esa mañana llegó con su compañera, como siempre. Estaba tan atractivo con su uniforme oscuro que sentí una punzada dolorosa en el pecho. Pensé que habíamos tenido una relación especial que había desaparecido. Me entraron ganas de llorar por lo que ya no tenía.

Se sentó en un taburete junto a la chica y pidieron el desayuno. Desde mi trinchera no podía escucharles por mucho que me esforzara. Sonaba música de fondo, pero el murmullo de la gente era mayor así que me conformé con mirar su nuca y su espalda.

Es curiosa la naturaleza humana, a lo largo de toda la semana, Rick había vuelto la cabeza en más de una ocasión, como si sintiera mis ojos puestos en él. Todas las veces, me había ocultado además, detrás de mi libro.

Esta mañana no fue distinta, no hacía ni dos minutos que se había sentado, cuando se volvió. Esta vez, no solo la cabeza, sino que giró el cuerpo entero en el taburete y echó una ojeada general.

No me dio tiempo a ocultarme detrás del libro, de modo que, apresuradamente, puse el codo sobre la mesa y me dejé caer en mi mano izquierda, escondiendo mi rostro.

El corazón me latía a mil por minuto. Cuando se volvió de nuevo hacia el frente, al fin pude respirar con normalidad. Había sido como si un puño enorme en mi pecho me hubiese inmovilizado contra la pared. Hice algunas respiraciones profundas y creo que por fin la sangre volvió a circular por todas mis venas con normalidad después de haberse agolpado toda en mi cara.

Me temblaban las manos y la cucharilla comenzó a tintinear contra la taza. Esbocé una sonrisa tonta, ni que hubiese cometido un delito. ¿A qué venía tanto nerviosismo?

Suspiré aliviada cuando unos minutos después ambos abonaron su comida y salieron de allí. Fue como si me quitasen una enorme losa de encima. Me relajé tanto que faltó poco para que me deslizara por la silla hasta el suelo, como un globo desinflado.

Sujeté mi ejemplar de CREPÚSCULO, con el brazo izquierdo apoyado en la mesa, y empecé a comerme el bocadillo a la par que leía la cansina historia de amor.

- ¿Fanny Wayland?

Mi corazón dejó de latir, la sangre dejó de circular y el aliento se detuvo en mi boca. Levanté la mirada del libro y lentamente la llevé hasta el exterior, donde aún seguía estacionado el coche de patrulla y la chica policía esperaba sentada sobre el capot del vehículo.

Luego volví la vista a quien me estaba hablando, por lo que tuve que recostarme en el respaldo de la silla y elevar la mirada para ver su cara. La conciencia amenazó con abandonarme y estuve a punto de sufrir un vahído cuando la estancia comenzó a dar vueltas a mí alrededor sin que yo me moviese.

Amor CaprichosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora