9 MALA SUERTE

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La abuela Carol me había dicho que en el desván había algunas cosas que podía usar. Lo malo era alcanzar la corta cadena para tirar de la trampilla y que se deslizaran las escaleras. Tendría que atar una cinta a la cadena para llegar mejor la próxima vez.
Subí a una silla que coloqué justo debajo de la trampilla, solo si consiguiese estirarme lo suficiente para pasar el nudo corrido por el extremo esférico que había en la cadena me podía dar por satisfecha.
Me estiré con los brazos levantados alargándome como si fuese de goma, hasta que me crujió la cintura, y cuando ya estaba a punto de alcanzar mi objetivo, la silla vaciló bajo mis pies, adquiriendo un extraño ángulo y haciéndome caer. Ese segundo que estuve volando se me hizo eterno y recuerdo que pensé que me iba a doler un montón.
Ahogué un grito de dolor después de escuchar el chasquido del hueso al romperse. La mano me había quedado aprisionada debajo del cuerpo y hasta el momento en que la liberé, no me di cuenta de cuánto me dolía. Me quedé muy quieta en el suelo, sujetando mi muñeca maltrecha contra mi pecho y envolviéndola con la otra mano. Las lágrimas me corrían mejillas abajo mientras gemía de dolor.
Respiré hondo y probé a levantarme, lo conseguí al tercer intento. Comprobé que no me dolía nada más y fui hasta la entrada para coger el anorak y el bolso. Odiaba los hospitales, pero no tendría más remedio que acudir a uno para solucionar mi problema.
No era el primer hueso que me rompía y tampoco sería el último. Antes de que me rompieran la nariz, me rompí el brazo, jugando al futbol. Y más tarde, una pierna rota saltando de un columpio, dando una voltereta en el aire.
Me eché el anorak por encima y salí a la calle. Estaba nevando otra vez y hacía tanto frío que ya estaba temblando. Eché a caminar y crucé la calle hasta detenerme ante la casa de los Clayton. Abrí la puerta del porche cerrado y luego llamé al timbre.
- ¿Qué te pasa, Fanny?
Fue Chris quien acudió a abrir la puerta. Ante su pregunta, las lágrimas brotaron de nuevo de mis ojos, que se anegaron y no me dejaban verle con claridad. Allí solo estaba él, que parecía sinceramente preocupado. Le conté lo que me había sucedido y no se lo pensó mucho, cogió las llaves del coche de su madre y me llevó a urgencias.
- No deberías conducir, aún estás débil.
- Vaya, y me lo dice la chica que tampoco puede hacerlo - me guiñó un ojo y yo sonreí, aunque estaba rabiando de dolor.

* * *

Llegué a casa rendida. Habíamos pasado tanto tiempo en el hospital que había llegado a desesperarme. De no ser por Chris, que tenía un lado socarrón del que yo no tenía constancia y que hizo más llevadera la espera, habría sucumbido allí mismo. ¿Quién iba a imaginar que tendría que competir con tanta desgracia? Toda una legión de usuarios más fastidiados que yo esperaban pacientemente a que atendieran sus heridas de arma blanca, de arma de fuego, fracturas de las que asomaban el hueso, accidentes de tráfico y en general, mucha, mucha sangre por todas partes. Yo estaba empezando, solo empezando a marearme un poco, no de ver la sangre, sino de imaginar las heridas que no estaba viendo. Había algunas que sí estaban a la vista y que me empeñaba en ignorar.
Llevábamos algo más de dos horas en la sala de espera, cuando sonó el móvil de Chris.
- Estoy en el hospital con Fanny. Se ha hecho daño en el brazo al caerse.
Hubo una breve pausa por parte de Chris, en la que su interlocutor estaría hablándole.
- No hace falta que vengas, ya me las arreglo bien.
Cortó la comunicación y se guardó el teléfono, se volvió hacia mí y me rodeó con su brazo izquierdo. No me escapé de su lado, primero: lo necesitaba porque estaba dolorida y sufriendo; y segundo: era algo que había deseado desde el momento en que Chris había entrado en mi vida.
- Era Rick. En casa se preguntaban dónde podía estar. Se ofreció a venir a ocupar mi lugar y que yo me fuese a casa a descansar... es súper protector conmigo, creo que piensa que aún tengo doce años.
Cerré los ojos y me arrebujé aún más bajo su brazo protector, contra su cuerpo. Las horas fueron pasando muy lentamente y cuando llegó una enfermera y se puso delante de nosotros, casi estábamos dormidos. Yo estaba un tanto amodorrada por el respiro que me había concedido el dolor. Chris debía estar también agotado, después de tantas horas sentados en aquellos asientos tan rígidos, rodeados de tanto jaleo y tratando de ser el más fuerte de los dos.
- ¿Stephanie Wayland?
- Si - dije poniéndome en pie de un salto. El brazo de Chris cayó al asiento y él se despertó también.
- Ven conmigo.
Chris venía a mi lado, me tenida cogida mi mano sana, igual que si fuésemos pareja. El caso es que yo le agradecí el gesto.

Amor CaprichosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora