Me eché sobre la toalla, de cara al cielo, era tan agradable sentir la caricia del sol en todo mi cuerpo que no sabía cómo había podido sobrevivir tantos años sin haber pisado una playa.
Tenía que haber dedicado la mañana del sábado a terminar mi trabajo semanal, pero me daba pereza dar una pincelada mientras por el balcón de mi estudio estaba viendo el océano azul intenso que me llamaba con el insistente runrún de las olas rompiendo cerca de la orilla.
Más tarde, recogí la toalla y me puse el vestido, me encantaba sentir el picoteo de la sal en la piel. Emprendí el camino de regreso a casa que estaba tan cerca del paseo marítimo que era casi como mi sala de estar.
Llegué a mi estudio y fui a ducharme. Entrar en mi nuevo hogar me llenaba de orgullo y satisfacción (parecía el inicio del discurso de Navidad de un monarca).
Era un sitio pequeñito pero bastante coqueto: el salón estaba compartido con la cama (en un rincón a la derecha), mi zona de trabajo (muy cerca de la terraza) y una modesta cocina hecha a mi medida. Junto al cuarto de baño disponía de un buen armario vestidor donde guardaba algunos trastos. Me había adaptado bastante bien a la nueva ciudad.
La mañana del domingo salí a la calle vestida tan solo con un top y una falda vaquera, hacía calor y era agradable sentir los rayos de sol sobre la piel.
Ayer, cuando fui a comprar un poco de trementina, pasé por delante de una cafetería con bastante buen aspecto. Lo que más me llamó la atención fue que cada vez que alguien salía por la puerta, un apetitoso aroma a bocadillo recién hecho envolvía a los clientes satisfechos que abandonaban el local.
Me apetecía desayunar un delicioso y crujiente bocadillo de lo que fuese que lo hacían.
Empujé la puerta de cristal y me sumergí de lleno en el paraíso del bocata, un largo mostrador a la derecha estaba punteado por altos taburetes de colores llamativos. Los mismos azulejos del local eran blancos alternados con infinidad de otros de los más distintos y espléndidos colores.
A la izquierda había multitud de mesas cuadradas donde elegir. Vislumbré una casi al fondo del todo, junto a la ventana y hasta ese lugar me encaminé enseguida. Me senté y ojeé la carta de bocadillos sin saber por cual decantarme, estaba segura de que visitaría aquel sitio muchas veces más así que me decidí por el primero de la lista y luego iría probando cada día uno nuevo hasta dar con el preferido.
- ¿Qué vas a tomar? - un chico a mi lado con mandil y armado con una libreta y un bolígrafo estaba esperando a que me decidiera.
- Uno de pechuga a la plancha con todo el acompañamiento y de beber un zumo de naranja.
El chico desapareció tal y como había aparecido, caminó hacia el mostrador después de haber anotados otros cuantos pedidos más. Extendí el periódico ante mí y comencé a ojear la portada, se ve que el mundo seguía tal cual lo dejé la última vez que le eché un vistazo a un periódico, esto es: crisis, chanchullos políticos, horribles noticias internacionales y poca cosa más.
El chico plantó delante de mí una bandeja con mi consumición y desde luego que mi apetito se multiplicó por diez en cuanto a mi nariz llegó el sabroso aroma del pan recién horneado.
Mi cerebro no tardó en registrar el acontecimiento, anoté mentalmente que éste bocadillo numero uno de la lista cumplía todos los requisitos para convertirse en favorito.
No llevaba ni dos bocados cuidadosamente masticados y degustados con placer, cuando me llevé la sorpresa de mi vida.
A unos seis metros de donde yo me encontraba atrincherada estaba Rick Clayton.
No me lo podía creer: Rick Clayton. Él no me había visto aún, por eso me eché hacia atrás en mi asiento, para poder ver sin ser vista. Era demasiado cobarde para acercarme a él y hablarle, por eso preferí quedarme en las sombras.
Iba vestido con su uniforme negro de agente de policía, y ¡por Dios! Que parecía hecho exclusivamente para él. El corazón me latía desbocado dentro del pecho, apenas había cambiado nada en todo este tiempo. La que había cambiado era yo. Ahora tenía el cabello corto por encima de los hombros y estaba bronceada. Era poco, pero me sentía distinta por fuera, aunque por dentro seguía igual que siempre.
Vi que junto a él llegó una chica también de uniforme y muy, muy atractiva, y parecían llevarse muy bien. Ojalá yo hubiera tenido el valor suficiente para gozar de esa confianza con él.
Terminé el bocadillo y me zampé el resto del zumo deseando que Rick se marchara, lo cual sucedió al cabo de diez minutos de haber llegado.
Le seguí con la mirada y cuando él se detuvo en la puerta para echar una mirada general, tuve el tiempo justo de subir el periódico hasta parapetarme detrás del mismo. Después de unos segundos me asomé precavidamente por encima, la puerta acababa de cerrarse, a través de la ventana vi cómo ambos subían a un coche de policía, conducía Rick.
Aquella noche no podía dormir. Debía ser sincera conmigo misma, había fantaseado con una cosa así durante todos estos meses: encontrarnos casualmente en algún lugar, preferiblemente yo acompañada de un chico guapo y él, naturalmente solo, saludarnos y que luego él se quedara embobado mirándome. O también se colaban entre mis fantasías unas ideas un tanto siniestras para mi, encontrármelo en la playa o en cualquier otro lugar, con una atractiva mujer a su lado y a lo peor, paseando a un bebé.
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Amor Caprichoso
RomanceLa vida de Fanny cambia radicalmente el dia que interviene para intentar salvar la vida de su vecino. ¿Quién le iba a decir que aprendería a abrirse al mundo, que encontraría una familia y también el amor?