17. ALGUIEN QUE ME AME

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Salí de la escuela más temprano que de costumbre. Tan solo me acompañaba Beth, cuyo profesor de última hora había sufrido un imprevisto.

— ¿Me puedes acercar a casa?
— No hay problema. —Beth jamás me había pedido que la llevara a ninguna parte, por lo general era bastante autosuficiente en todo.

Subimos al viejo Ford, que no estaba preparado para los climas cálidos. Si bien ahora arrancaba a la primera, su aire acondicionado se había estropeado el primer día en la ciudad.

Salí del aparcamiento y a lo lejos oteé un coche patrulla. Ahora, cada vez que veía uno me ponía nerviosa al pensar que podía tratarse de Rick.

Después de la cita que tuvimos cuando él me llamó, no le había vuelto a ver. De eso hacía solo dos días. No sabía nada más de él, era como si se lo hubiese tragado la tierra. ¿Porqué a la gente le gustaba no dar señales de vida?... Bueno, no sé de qué me quejaba, ya que yo era exactamente de ese tipo de gente.

Yo debía entender que Rick ahora estaba trabajando, ya no era el tipo de vacaciones sin responsabilidades que vivía en la casa de enfrente.

¡Dios, cómo echaba de menos esa casa!

Y después del beso de la otra noche, también pensé que él querría verme, quizás estuviese confuso. ¿Quién besó a quién?

Me sonó el móvil y di un respingo en el asiento, nunca recibía llamadas, por lo que supuse que se trataba de Rick. Estacioné a un lado y saqué el aparato del bolso, mi corazón latió tan rápido cuando comprobé que efectivamente era él, que pensé que me iba a dar un ataque. ¿Cuándo iba a aprender mi corazón a relajarse?

— Rick —dije sintiéndome segura.

— ¿Eres Fanny?

Esa voz me descolocó Hablaba una chica, pero no era aquella de voz dulce, ésta era enérgica.

No supe qué pensar. ¿Por qué me llamaba una chica desde el teléfono de Rick? ¿Me había mentido cuando me confesó que no tenía chica?... Pues ella sonaba contrariada, tal vez me llamaba para que le rindiera cuentas.

— Sí, soy Fanny ¿Quién eres?

— Soy la compañera de Rick.

Miré a Beth tratando de encontrar algún sentido, pero ella no podía ayudarme porque no sabía nada de Rick y el teléfono no estaba en manos libres.

— Rick ha sufrido una agresión y estamos en el hospital. —Dejé de escuchar lo que me decía, pareció como si una mano invisible pellizcara mi corazón y allí se quedó haciéndome un daño minúsculo pero constante—. Tranquila, él está bien, pero pensé que querrías saberlo. Si vas a venir… te espero.

— Sí… sí, ya voy para allá. ¿En qué hospital?

La chica policía me dio la dirección y la anoté mentalmente, después cortó la comunicación. Me volví hacia Beth, pero ésta ya había salido del coche y me miraba asomada por la ventana.

— Me va bien quedarme por aquí —me sonrió comprensiva—. Date prisa, y ya me contarás cuando puedas.

— Gracias —fue lo único que le dije a modo de despedida y volví a incorporarme al tráfico.

El hospital me pillaba en sentido contrario, de modo que a la primera oportunidad busqué una rotonda y tomé la dirección correcta.

Aparqué el Ford sin muchas contemplaciones, cerca de unos malolientes contenedores de basura y corrí hasta la entrada de urgencias.

De nuevo un hospital, por enésima vez me vino a la memoria el “recuerdo”: yo encaramada a Chris, taponando la herida de bala con mi sudadera, creyendo que se le escapaba la vida; recordando sus ojos azules que me miraron sin ver; esos segundos de incertidumbre, cuando me derrumbé sobre él y lo último que vi fue su rostro.

Amor CaprichosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora