23

717 27 7
                                    

-Y ahora hermana mía, ¿No querrías confesar tu más obscuros pecados?

Por el momento no existía alguno demasiado grave... a menos de que contase él no haber ido a la iglesia desde hace más de dos años y los deseos que tenía por estar cerca de él en este lugar que llaman sagrado.

-Con vos yo ya me he confesado, hijo mío, es momento de oírle a usted.- Dije de modo teatral.

-No hay mucho que decir, simplemente soy un Dios demasiado guapo con dos grandes dones que con vos comparto.

-¿Un Dios? ¿En serio? Que seas bueno en prácticamente todo no te hace un Dios.

Sonrió angelicalmente, cualquiera que no lo conociera podría tomarlo como un monaguillo en aquella iglesia, un monaguillo increíblemente sexi.

-¿No me crees? ¿A caso conoces a alguien más atractivo que yo? No puedes negar que contigo siempre te sorprendes y cada día descubres que soy bueno en algo nuevo, por algo es que no logras resistirte a mis encantos.

¡Por Dios! ¿Enserio creía eso? Solté una pequeña risita, el señor obedéceme-yo-tengo-la-razón-y-soy-perfecto se equivocaba, si, no me podía resistir a él pero no tenían nada que ver sus grandes habilidades en... todo, incluso al besar...

-Claro, no me puedo resistir a un chico que aunque es tan guapo es arrogante y mentiroso, a un chico que no siempre es amable y tiene terribles cambios de humor, es probable que quizá mañana ya me esté gritando de nuevo.

-Okey, pero a pesar de mis malos tratos y toda nuestra historia ¿Puedes decir que no he sido un amor contigo?... si no fuera así ¿Porque te habrías permitido estar conmigo por algún tiempo?- Dijo acercándose a paso lento.

Esto era terreno peligroso... muy peligroso, quizá ya nos habíamos besuqueado de nuevo pero ¿Que significaba? ¿De nuevo todo podía regresar a la normalidad o simplemente era pequeños destellos de añoranza a lo que teníamos juntos?

-Creo que soy masoquista, soportar a un sabiondo que lo único que hacía era dar ordenes fue difícil. Aunque he de admitir cuando lo deseas eres increíblemente... increíblemente...

Mis piernas comenzaron a temblar, eran como un par de gelatinas carentes de consistencia firme que no podían mantenerse en pie, lo único que deseaba en ese momento eran sus labios sobre los míos. ¡Dios le deseaba!

-Lo se.- Dijo acercándose a mi rostro.

Solo bésame y ya. Sentía su respiración sobre mis labios pero justo antes de que pudieran entrar en contacto se alejó con una sonrisa.

Maldita sea. Seguro ahora me veía patética esperando un ansiado beso que no iba a llegar, me sentía como una niña pequeña a la cual le arrebataron su dulce favorito, porque si, los labios de Gideon eran lo más delicioso que había probado en mi corta vida.

-¿Cuanto tiempo nos queda?- Dije tratando de controlar los latidos de mi corazón que se había acelerado.

-Una hora con quince minutos, no tenemos tanto tiempo aquí.

Me di la vuelta y agradecí que el lugar estuviera completamente a obscuras, esperaba Gideon no hubiese notado lo roja que seguro estaba tras esa pequeña humillación.

-¿Como crees que Whitman, más bien el Conde, como sea, haya logrado no necesitar más de el cronógrafo? ¿No te lo comento en su paseo? Jamás lo reveló cuando estuvo encerrado ¿O si? -Pregunte después de un par de minutos, tratando de alejar mis pensamientos bochornosos.

DiamanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora