Capítulo 43. Dolor Silencioso

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Los primeros días habían sido una odisea, Richard no se acostumbraba todavía a la silla de ruedas, insistía en que prefería andar en bastón pero apenas podía sostenerse, en realidad su pierna izquierda no lo dejaba, era poco lo que sentía de ella así que no serviría de nada que fuera arrastrándose con un bastón como único apoyo. La primera semana se cumplió con algunas complicaciones pero se cumplió, empezando la segunda semana fue diferente, Richard andaba por la casa con la silla, solo en la planta baja claro, no podía subir las escaleras así que yo dormía en el sofá porque la cama donde dormía era pequeña y solo cabía una persona.

Esa noche yo preparaba un poco de té para irnos a dormir en lo que escuche las teclas del piano hacerse sonar por toda la casa en una melodía rápida y continua, fui casi corriendo y lo vi tocar, había hecho el banquillo a un lado y con la silla que tenía la altura perfecta tocó como nunca en la vida lo había visto, era la primera vez que mostraba esa alma salvaje por la música, la que había esperado ver y apenas en estos momentos se hacía presente. Me quedé muda pero risueña al ver que estaba tan concentrado y que la música fluía a través de sus dedos con una magia potencial nunca vista por mis ojos, fue hermoso, único, era él, era Richard.

Estaba tan sumida en mis pensamientos al verlo acariciar estas teclas que no fui consciente de que ya había terminado, carraspeo y yo salí del trance que por supuesto le causo bastante gracia.

—¿Qué te pareció? —preguntó como quien no quiere la cosa.

Solté una carcajada, era increíble que me lo preguntara, era una burla.

—¿Tienes que preguntarlo? Fue increíble, jamás te había visto tocar, te lo mantuviste guardado mucho tiempo.

Dio una media sonrisa, bajando la mirada, percibí un ligero y casi imperceptible rubor en sus mejillas, era la primera vez que tocaba para mí lo cual seguramente lo había intimidado un poco. Me acerque unos dos pasos hasta que levantó la mirada, si, estaba intimidado y no sabía porque si no lo había hecho nada mal.

—No quería quedar como un idiota, hace mucho que no hago esto —ese rubor imperceptible se hizo presente al decirlo, me dio una ternura que sobrecogió mi corazón. —Y digo en serio cuando te digo que no lo hago hace tiempo.

—¿Hace cuánto? —inquirí con duda y es que no lo hacía nada mal para haber dejado de tocar hace mucho.

—Unos quince años.

Sonreí de oreja a oreja y me acerque, me arrodille a su lado colocando una mano sobre su pierna, cruzamos nuestras miradas con mucho cariño, deje que me abrazara con la hermosura vista de sus ojos azules, arrullándome y enamorándome aún más.

—Deberías tocar para mí de vez en cuando, se siente mucho mejor este lugar cuando la llenas de vida con tú música. ¿Podrías intentarlo? Me gusta escucharte.

Levanto una mano para trazar su dedo en mi mejilla de arriba abajo, el brillo de sus ojos dio un salto de exaltación al escucharme y en el momento justo en que mis ojos se posaron en los suyos con más penetración.

—Siempre he querido tocar para ti, tocar música me hace sentir vivo pero deje de tocarla porque te conocí a ti y tú me hiciste sentir más vivo que nada. —musitó, volviendo de su trazo una caricia a mi rostro, sentí que me desvanecía en ese tacto igual que en un sueño profundo. —No necesitaba de la música nunca más.

Tome su mano y la apreté a mi mejilla, el calor atravesó mis poros, haciéndome suspirar de la dicha de hacerme sentir su sedosidad, su energía relampagueante y tocar con su música mi corazón.

—Pues no debiste dejar pasar tanto tiempo, no solo tú serás feliz si tocas, también yo seré feliz, me gusta escucharte así que ahora tienes la oportunidad con este hermoso piano ¿Por qué desaprovecharlo? Es tuyo.

En Contra De Mis Principios© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora