#39 día contra el cliché

249 35 6
                                    

Al día siguiente, el profesor de literatura me interceptó justo cuando salía de mi clase de álgebra, al finalizar el día, me miraba con una sonrisa socarrona mientras se dirigía hacia mi.
—¿Lista señorita Wortted?
—No puedo, mi madre me pidió ayudarla con...
—Hable con sus padres y ellos están encantados de que quiera apoyarme en la clase, me dieron la autorización para sancionarla si no sigue asistiendo y acordando los horarios que voy a indicarle.
—¡No puede hablar enserio!
—Ahora vamos señorita Wortted, a menos que me digas quién fue el que...
—No tengo ropa de gimnasia.
El profesor sonrío.
—No hay problema, estoy seguro de que mis alumnas tendrán algo para prestarle.
El profesor me miró desafiante, sabía que no tenía otra excusa así que simplemente lo seguí a través del pasillo hacia el gimnasio, cuando entramos las canchas de baloncesto estaban perfectamente relucientes y había varios chicos y chicas tirando, cada uno en el lado opuesto de la cancha.
Cuando el profesor entro, todos voltearon hacia las puertas que habían chirriado al abrirlas y entonces fue cuando todos observaron hacia nuestra dirección.
—Chicas, vengan por favor.
Las chicas, obedientes, fueron hacia su entrenador, el profesor de literatura, y me miraban desconfiadas.
—Necesito que le presten ropa deportiva a esta chica, se llama Amy, entrenará con nosotros hasta el final de la temporada.
—¿Pretende añadir a una chica ya faltando 3 meses para terminar la temporada? ¡Es absurdo! ¡Se nota que no tiene idea de nada!
—¡Oye! ¡Estoy aquí!
Pero ella siguió mirando al profesor, ignorando mi presencia.
Se arremolinaron por lo menos 15 chicas alrededor del profesor discutiendo sobre mi repentina aparición, yo solo me hice a un lado esperando lo que sea que pudiera pasar a continuación.
Observe la cancha, los hombres, todos sin excepción, me miraban fijamente, pero la mirada que más me asusto fue la del chico del paraguas, que me miraba más molesto que nada.
—Amy, Sigue a Audrey, ella te prestará ropa.
La chica que había reclamado al principio me miró mal, pero emprendió camino hacia fuera del gimnasio hacia los vestidores. La seguí inmediatamente, observando detenidamente su aspecto, era atlética obviamente, de cabello castaño y aperlada, no podía dar muchos detalles pues estaba de espaldas a ella y caminaba demasiado deprisa.
Cuando llegamos a los vestidores, abrió un casillero y de ahí saco una mochila.
—Toma esto, lo quiero lavado para mañana.
Se fue sin dirigirme la mirada y yo solamente me quede ahí. ¿Qué se creía esa idiota?
Corrí a vestirme y al final deje mi ropa en un casillero vacío, no creo que nadie se vaya a dar cuenta así que. Me ajusté los tenis y me hice una coleta alta, preparándome para lo peor.
¡Yo no hacía ejercicio! ¡Muy apenas y me voy a caminar! Creo que tendré una buena condición ya que camino mucho, pero eso es diferente a correr, creo que probablemente soy un asco y aparte ¿baloncesto? No sé nada sobre baloncesto más que utilizas una pelota, lo juro, no se las reglas, posiciones, ni nada sobre esto.
Para cuando volví al gimnasio estaban dando vueltas alrededor de la cancha trotando, mire al profesor y este me miraba malignamente.
—¿Lista, Wortted?
Esto iba a ser un asco.
(...)
Me encontraba tirada en el suelo, con la respiración agitada, tratando de calmarme.
Habíamos hecho de todo, realmente de TODO.
Primero trotábamos, luego hicimos toques, defensa y velocidad y más correr, correr y correr.
—¡Continuemos!
Para cuando acorde todos estaban haciendo tiros, solo vi al profesor caminar hacia mi mirándome divertido.
—¿Ya me dirá quién es, señorita Wortted?
Lo mire desafiante.
—¿Es lo mejor que tiene?
Su mirada pareció afilarse.
—Vamos a jugar uno contra uno chicos, preparados.
Me pare, dispuesta a demostrarle que podía hacerlo, no me iba a dar por vencida, por más dolor que sintiera en el cuerpo seguiría.
—Jack, Jules, empiecen ustedes dos.
Dos chicos se pusieron en posiciones y comenzaron a moverse entre sí, haciendo cosas y movimientos con el balón, yendose de un lado a otro y ahí supe que estaría frita.
—¡Bien! ¡Ahora Kim y Sam!
Dos chicas se pusieron en posición y comenzaron a hacer lo mismo que los chavos, moverse rápidamente y tratar de llegar al lado de donde debían anotar, definitivamente no quería hacerlo.
—Bien Kim, ahora Ian y Kerrey.
El chico del paraguas se movió, junto al otro chico, debía de tener alguno de esos 2 nombres entonces.
Comenzaron a moverse igual, me di cuenta que el chico del paraguas era muy rápido y ágil, ya que con facilidad esquivaba al chico y en menos tiempo del que creí ya había anotado una canasta.
—¿Qué pasó Kerrey? Ian te derrotó.
Comenzaron los abucheos y fue entonces cuando supe su nombre: Ian.
—¡Amy, Audrey!
Mire al profesor de Literatura extrañada, pero el solo me sonrió perversamente y yo tuve que ir hacia la cancha, esperando a las indicaciones.
La chica que me había dado la ropa se dirigió al centro de la cancha, yo le seguí colocándome a su lado y entonces el profesor de Literatura lanzó en balón hacia arriba y todo empezó.
Justo antes de que  uniera idea, la chica había tomado el balón y se dirigía botando rápidamente hacia el aro y anotó, dejándome anonada en ese pequeño lapso de tiempo de por lo menos 15 segundos.
Escuche las risas de las chicas y como Audrey se unía a ellas, chismeando mientras yo solo estaba ahí, parada como estupida, en la misma posición.
—¡Siguiente!
Me moví, incapaz de saber que había ocurrido en ese pequeño lapso de tiempo en el que había anotado y me senté en el suelo, pensando en lo patética que era y que probablemente soy. ¡No estoy hecha para esto! ¡No para ningún deporte! ¿Porque no simplemente le digo al profesor que fue Ian quien me hizo aquello?
Tal vez porque no quería que lo sacaran de la temporada, en el fondo no quería.
—¡Terminamos chicos, los veo mañana!
Todos comenzaron a desplazarse por el gimnasio en grupos, yo me fui directamente al vestidor, queriendo quitarme esta horrible ropa para por fin irme a casa y darme un buen baño.
Entre en el vestidor y me quite la horrible ropa sudada, echandola en la bolsa donde pondría la ropa sucia, después me coloqué una toalla que había encontrado en el vestidor alrededor de mi cuerpo y salí con la bolsa en mano, echandola en algún lugar de por ahí, para cuando fui al casillero donde estaba mi ropa, descubrí que no estaba.
Voltee a mi alrededor alarmada, viendo en los otros casilleros si estaba ahí por alguna razón, pero nada.
Cuando voltee para buscar la ropa de la chava, que podría ponérmela y irme así a casa, no había problema, pero está también había desaparecido, solo recuerdo haber escuchado la puerta del vestidor cerrarse estrepitosamente.
Dime. Que. Es. Una. Puta. Broma.
¡Esto siempre se lo hacen a las chicas clichés! ¡Esto no puede pasarme a mi!
Busque desesperadamente en algún casillero mi mochila, pero no me sirvió de nada porque mi teléfono no tenía batería y mis libros y lápices no me ayudarían mucho.
Maldije desde lo más profundo de mi ser a Audrey y a todas esas chicas, que se que hicieron esto.
No me quedaba de otra, tenía que salir de aquí, no podía hacer nada sin mi ropa y solo llevaba una toalla, debía hacer algo.
Me acerqué a las puertas y para cuando traté de asomarme por una de ellas, sentí un empujón por detrás y caí, abriendo las puertas por completo.
Me aferre a la toalla y para cuando mire al frente, las chicas del equipo de baloncesto estaban grabando desde el empujón hasta cuando caí y los chicos las acompañaban, envueltos en risa y burlas.
Me sentí impotente, molesta y sobre todo llena de rabia ¿Qué clase de personas eran? Ellos no eran nadie para hacerme sentir de esta manera, justo cuando iba a protestar y hacerles frente, una chaqueta cubrió mi visión y un cuerpo apareció frente a mi, interponiéndose entre la cámara y yo.
—Ponte esto y vámonos.
Mire hacia arriba, el chico del paraguas, mejor conocido ahora como Ian, miraba hacia todos ellos, sin expresión alguna.
—Aléjense ahora o no querrán que avise al entrenador de esto.
—¿Qué haces Ian? Vamos solo nos estamos divirtiendo amor.—declaró Kim, la otra chica amiga de Audrey que me había empujado.
—Si su manera de diversión es hacerle bromas como estás a la gente, no sé de donde habrán salido ustedes, márchense antes de que le diga al entrenador.
Lo declaró de manera dura, lo que hizo que todos comenzarán a irse y vi a las chicas mirarme mal, más de lo que ya.
Cuando todos se hubieran ido, Ian seguía mirando hacia los pasillos por si alguien venía.
—Rápido ponte la chaqueta, no me hagas perder el tiempo.
Lo mire mal ¿Quería ayudarme o le daba lastima?
Tome la chaqueta y la avente a un lado, el me miró malhumorado.
—¿Ahora qué? ¿No tuviste suficiente con la bromita esa?
—No necesito tus malos tratos, además yo misma les iba a dar su merecido, no necesito tu lastima ni nada parecido, si no me quieres ayudar, simplemente no lo hagas.
—De acuerdo, supongo que me iré y me quedaré con mi chaqueta, para que todo el mundo te vea en toalla y vuelvan a grabarte.
Tomó su chaqueta y conforme se alejaba por el pasillo, me repetí mentalmente que no podría dejar que me vieran así y que, si se daban cuenta que al final Ian se había arrepentido, tenían autorización para hacerme más bromas igual dé peores.
—No te vayas.
No lo dije tan alto, pero si lo suficiente como para que el volteara y me viera con un atisbo de victoria en su rostro.
—Dame la chaqueta.
La lanzo como si fuera un perrito faldero esperando comida, me repetí mentalmente tranquilizarme y me metí de nuevo al vestidor, me coloqué la chaqueta y la cerré hasta arriba, me quedaba grande y me tapaba hasta poco más abajo del trasero, pero era mejor que tener una toalla.
Salí y Ian seguía ahí, esperando a mi regreso, fue cuando se fue por el pasillo, esperando a que lo siguiera.
Ya fuera, nos dirigimos hacia el estacionamiento y tras subirnos al auto, me había preguntado mi dirección, después de dársela, emprendió camino hacia ahí. Había un sombrío silencio en el auto y yo no lo iba a romper, suficiente vergüenza tenía con lo que había pasado como para arruinarlo si decía algo estupido.
—¿Porque fuiste al entrenamiento?
Lo mire sorprendida, ¿El me había hablado? Esto era nuevo.
Ahora, pensando en la pregunta, ¿Qué le diría? Obviamente no la verdad digo.
—Supongo que de repente me gusta el baloncesto.
—¿Realmente crees que soy idiota?
—Amm ¿si?
—Para ser una chica en ropa interior y con mi chaqueta, la cual puedo quitar en cualquier momento, estas un poco confiada.
—Me castigó el profesor de Literatura y me dijo que debía entrenar por el resto de la temporada ¿Contento?
—Un poco mejor, digo, no me extraña, se nota que eres estupida con los deportes.
—¡Oye!.—le dije molesta, pero al ver su mínima sonrisa me calme un poco.
—Bueno, pues tienes que ir practicando un poco, ya que eres fatal en esto.
—Ni me lo digas, soy un asco en los deportes.
—Se nota, tienes cara.
—Wow, eres de mucha ayuda.
El simplemente se encogió de hombros, aparcó su auto frente a mi casa.
—Lamento haber causado problemas, realmente estaba en aprietos, agradezco tu ayuda.—dije, sincerándome por primera vez.
—Al parecer siempre necesitas mi ayuda, ando salvándote en todo momento.
Lo mire mal, pero él estaba sonriendo como si de verdad disfrutará de mi compañía, como si de verdad, por un mísero momento, fuéramos amigos y él se divirtiera con mi situación.
—Te llamaré cuando necesite ayuda entonces.
—No te acostumbres Wortted.—me miró, alzando una ceja.
—Amy Wortted, y no me acostumbrare, Ian.
—Ian Carpenter, espero y sea verdad Amy.
Salí del auto, cerrando la puerta tras de mí, me dirigí a la puerta de la casa y Ian solo asintió con la cabeza y se marchó.
Cuando entre a la casa, ignore la mirada extrañada de George y me fui a mi cuarto, saque de mi mochila el celular y despues de conectarlo, marque el número de la primera persona en que pensé.
—¿Qué ocurre Wortted?
—Venganza, Drew y de la buena.

Aléjate de los clichesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora