Do KyungSoo se negaba rotundamente a levantarse de la cama. Se giró para observar el reloj digital de su mesita de noche que marcaba las cinco treinta de la tarde y resopló sonoramente mientras dejaba escapar todo el aire que había estado acumulando en su interior.Se reprendía a sí mismo y se reprochaba por ser tan estúpido, por haber caído en semejante atrocidad como el hecho de ayudarle con la tarea a Kim JongIn. Ayudarle a resolver problemas de matemáticas.
No quería saber absolutamente nada de aquel chico. ¿Entonces por qué había aceptado? ¿Por qué había sentido que era demasiado hostil?
No debían de importarle esas cosas. No debía importarle absolutamente nada. Pero era Do KyungSoo y había dado su palabra, y su palabra valía oro. Eso era algo que su queridísimo padre siempre le había dicho, le había enseñado que un hombre cumplía con su palabra sí o sí, sin pretexto alguno, porque esta valía demasiado.
Y KyungSoo no quería que su palabra perdiera valor. No quería que su padre algún día se enterara de que no podía cumplirla y que le hiciera pasar un disgusto. A su padre no...
Así que con todo el pesar de su corazón se enderezó y se sentó sobre la cama, cerrando los ojos y respirando profundamente para lo que se avecinaba. Necesitaba controlarse, necesitaba decir que no importaba qué clase de cosas hiciera o dijera JongIn, todo estaba bien. Iría, le explicaría y no habría más que regresar a casa sano y salvo.
Quizá el moreno descubriría que era una persona horrible y ya no le declararía su amor nunca más, quizá se lo quitaría de encima si veía que era un completo nerd pese a que no lo pareciera. A nadie le gustan los sabelotodo, a nadie le gustaría presumir que su novio es un matadillo.
Se sintió más tranquilo y se levantó para cambiarse de ropa por algo más cómodo, se vio en el espejo para descubrir que no andaba tan despeinado como siempre y después se dirigió al sillón del rincón para tomar unos cuantos libros de su mochila.
Iría a ver a Kim JongIn y le explicaría esas malditas ecuaciones de primer grado y regresaría en una hora, quizá dos por lo mucho.
Asintió, completamente convencido de lo que se repetía una y otra vez en su interior. Dándose ánimos a sí mismo.
[ x x x ]
¿Dónde estaban sus amigos cuando los necesitaba?
ㅡ Malditos bastardos.
Kim JongIn estaba que echaba chispas, dando vueltas como loco en su habitación mientras observaba con cierto terror reflejado en sus bonitos ojos la enorme pared de su habitación llena de fotografías del bajito.
¿Eres estúpido Kim JongIn?
Sí. Era un estúpido. Había estado fantaseando desde que llegó de la escuela, tirado sobre la cama mientras observaba el techo, fascinado por el hecho de que esa misma tarde el chico de sus sueños pisaría su mismo suelo, estaría bajo su mismo techo y conocería una parte demasiada intima de su mundo, como su habitación.
Había estado repasando algunas frases que podría decir, incluso. Y ahora estaba en completo pánico porque no se había puesto a pensar en que el chico podría salir despegado al observarse en miles de fotos sobre la pared.
El moreno se aproximó a la pared y comenzó a despegar las fotos con demasiado cuidado. Faltaban quince minutos para las seis de la tarde y el amor de su vida no tardaría en llamarle para pedirle indicaciones. Frunció el ceño pensando en que ya se le estaba haciendo tarde para llamar y después negó en un gesto, volviendo a su tarea en la pared. Esperando que no se dañaran las impresiones en las que tanto dinero había invertido.
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La técnica de Kim JongIn ❀ KaiSoo
Fanfiction❀ Está científicamente comprobado que cuando alguien se enamora, pierde la cordura. SeHun no cree en esas estupideces, pero JongIn ha desarrollado una técnica infalible para que el futuro padre de sus hijos caiga redondito a sus pies. Y quien sabe...