❀ Está científicamente comprobado que cuando alguien se enamora, pierde la cordura.
SeHun no cree en esas estupideces, pero JongIn ha desarrollado una técnica infalible para que el futuro padre de sus hijos caiga redondito a sus pies.
Y quien sabe...
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Cuando la luz del sol comenzó a menguar, KyungSoo se levantó de la cama y comenzó a buscar en el fondo de su armario algo presentable. Unos bonitos pantalones de mezclilla que se ajustaban con perfección a sus piernas regordetas, una camisa lisa blanca de manga larga y un sweater azul marino porque el clima estaba bastante loco esos últimos días.
El invierno estaba llegando y con él el estrés de la temporada de los exámenes antes de terminar el semestre. Le gustaba estudiar pero necesitaba unas vacaciones lo más pronto posible y había estado ansiando que la fecha llegara, faltaba solo una semana para que él quedara libre de la escuela por poco menos un mes, donde se daría el lujo de regresar a casa.
A sus casi veintitrés años, KyungSoo estaba viviendo en un pequeño pero cómodo apartamento en la ciudad de Seúl, donde se había mudado después de graduarse de la preparatoria. Bueno hubiese sido si todos sus amigos se hubieran mudado con él, pero lo cierto es que la vida fue separando sus caminos sin que pudieran remediarlo.
Sin embargo, eso no significa que la amistad entre su grupo de amigos se hubiera terminado, por el contrario, KyungSoo estaba orgulloso de poder decir que su amistad había perdurado y que eran amigos de esos contados, de esos que su padre siempre le dijo alguna vez que podía contar con los dedos de sus manos.
Después de darse una ducha salió de entre todo el vapor generado por el agua caliente y se observó en el empañado espejo, así que se dedicó a limpiarlo con una toalla para poderse observar bien.
Llevaba el cabello corto, quizá demasiado para el gusto de su madre, que siempre que iba a visitarlo le pedía que se lo dejara crecer, pero KyungSoo se sentía cómodo tal y como estaba, no tenía queja alguna de su reflejo así que procedió a salir del baño cubierto lo más que pudo para no sentir el frío, todo porque se le olvidó como siempre meter la ropa al baño, además de que no le gustaba cambiarse ahí.
Se cambió con su habitual ritual de lentitud y se puso unos zapatos negros que fueran acorde a lo que llevaba, observándose una vez más en el reflejo para poder darse el visto bueno y decir que se veía presentable.
Su teléfono sonó sobre la cama y en automático colocó una sonrisa sobre su rostro, porque sabía exactamente quien estaba al otro lado de la línea y no podía esperar a escucharlo, a verlo.
ㅡ ¿Sí? ㅡ Respondió una vez que vio la pantalla, con una sonrisa asomándose por la comisura de sus labios ㅡ Sí, te veo ahí en veinte minutos, también te quiero.
Suspiró entonces cuando la voz del otro lado de la línea se apagó y observó la fotografía que llevaba por fondo de pantalla, a KyungSoo nunca le había gustado ser de esas personas que tenían una foto suya, porque sentía que eran demasiado narcisistas, sin embargo pudo tenerlo a él sin ningún problema. Porque tenerlo a él, era lo que más quería en el mundo.
