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Al día siguiente,  decidió salir de su madriguera.  En primer lugar se quitó el pijama. La habitación estaba cargada de olor a humanidad.

Metió en la lavadora el pijama y  lo dejó limpiarse, era necesario. Buscó en su armario y se puso un mono negro con unas zapatillas rojas normales.

Se miró al espejo. Necesitaba maquillaje o algo para quitar esa cara de muerto pero no sabía si aguantaría como para no llorar así que se la lavó con agua fría y se la limpió nada más.

Se preparó un desayuno fuerte de leche con cereales y se preparó para ir al supermercado. Alí hizo la compra del mes y adquirió un nuevo bote de nutella.

Sí, era una gorda y había terminado ya el otro bote ¿y qué?  Estaba rico y le sentaba bien.

Cuando llegó preparó un arroz y comió. Se aburría y no estaba bien y allí empezaron otra vez las lágrimas.

Salieron y salieron descontroladas corriendo por sus mejillas provocando la más triste de las imágenes,  una chica llorando por un capullo integral.

No aguantaba más no podía, era todo contra ella.  Se miraba y se decía que era por lo fea que era. Sí, era eso.

Se miraba y se acusaba de gorda.¿Por qué comía tanto? No debía seguir así.  Era una estúpida.

Sintió el dolor más profundo en ella. Sintió tristeza, angustia y vacío, de esos vacíos que se penetran y solo dejat pasar frío y más frío. Dolor y más dolor.

Le quería y lo sabía. Su amiga la llamó y en cuanto vio que estaba así fue a su casa y la sacó de allí. La llevó a tomar un café, en su caso un té y fueron al cine.

Le sentó bien salir. Sabía que mañana le vería en el trabajo e iba a ser fuerte. No se permitiría llorar en medio de la oficina y mucho menos ser tema de conversación y objeto de compasión de las demás personas.

No, mañana tocaba luchar.

200 VECES YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora