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Y después de todo llegaron los tres meses. Fueron a un restaurante y tomaron vino entre un bonito brindis. Comieron ligero. Tomaron un postre y decidieron ir a un hotel a dormir.

Allí ella encontró esas rosas que enamoran y esa carta que nunca te deja con palabras,  era el hombre más bonito del mundo y era de ella.

Le miró y juró que ninguno amaría igual. Se sentó encima y empezó a  besarlo, primero suave y acada segundo más y más intenso.

Empezó a quitarle la camisa para sorpresa de él . Él empezó a bajar la cremallera del traje de ella. Se lo quitó mientras ella le desvestía.

Al encontrarse sin ropa él la miró y admiro la figura tan perfecta que guardaba tan cuidada, tan delicada.

Como una musa se sentía al verla, como una obra de arte al contemplarla. La besaba y juraba que nada era más perfecto.

Le dio la vuelta y la tumbó en el colchón, y entre suaves movimientos comenzó a hacerle el amor. A medida que pasaban los minutos aumentó el ritmo.

Cuando ya terminaba la noche ambos se encontraban agotados. Él debajo, ella apoyada en su suave pecho.

Sentía la dureza del abdomen subiendo y bajando. Sentía que no había sensación más bonita que hacer el amor con él.

El la miraba y le acariciaba, con una mano comenzó a hacer círculos en la tripa, con la otra se apoyaba en el colchón.

Después del descanso empezó a repartirle besos por todo el cuerpo.
Desde loa muslos hasta la boca , wn la clavícula,  en el cuello dejando leves marcas.

La miró y observó su piel suave y ligeramente enrojecida a causa de la acción.

La miró y la besó y la miró.  No había hombre más feliz que él. Ninguno sería capaz de mirarla como él la miró.

200 VECES YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora