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Después de eso las cosas volvieron a su cauce normal durante un mes y ella se volvió más y más feliz.

Él cumplió su confianza y nunca más la defraudo. Hasta cuando salían juntos no bebía si tenía alcohol.

Ella era importante, más que ninguna, más que ningún alcohol. Más que nada.

Él la cuidó, la amaba y quería un futuro con ella. Pero eso el destino no lo quería porque de un día bonito se pasa al mayor infierno visto en el siglo XXI.

Una tarde de viernes quedaron en cenar juntos en casa de ella,  ella se ocuparía de la comida, él traería vino.

Era una ocasión especial, hacían nueve  meses y era importante para ambos.

María había estado ojeando recetas y recetas buscando la mejor comida para celebrarlo y él estuvo en una bodega cara para adquirir lo mejor.

Ella optó por la pasta, se le daba siempre bien y a él le chiflaba la comida italiana. Era su favorita y lo sabía.

Preparó la cena en cinco horas, cuidando cada detalle, el tiempo de coción y que nada se quemara.

La comida le quedó perfecta y él llegó con su elegancia, vestido como si fuera a ir al mejor restaurante del mundo.

A diferencia de ella que se había vestido con un traje y tacones normales.

Al fijarse en este pequeño detalle enrojeció y él le acarició con el pulgar la mejilla. Estaba radiante dijera lo que dijera. Era guapa hasta despeinada

Se sentaron y comieron entre copas de uno de los vinos más caros que probarían en sus vidas y una pasta deliciosa que había quedado en su punto.

En un determinado momento de la noche él le pidió usar el servicio y ella le dijo:
-¿todavia lo preguntas?

Él se rió, se levantó y fue allí,  a los dos minutos le vibró el móvil que había dejado en la mesa.

No quería ser una novia cotilla pero sin darse cuenta encendió la pantalla y leyó algo que la dejó muda.

200 VECES YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora