-¡Eh!-gritaba Ginny Weasley sentada en un sofá de La Madriguera-. ¡Eso ha sido Cobbing!
Todos los presentes en la casa miraban atentos a lo que, según el señor Weasley, era una extraña caja mágica. "Curiosos, estos muggles" había dicho cuando Audrey la había traído para poder ver la final del Mundial de Quidditch. "Y después dicen que no saben hacer magia". Tras los apasionantes partidos de clasificación, solo habían llegado a la final la Selección de Egipto y, como todos los años, la Selección Búlgara.
-¿¡De qué estás hablando!? – rebatió el menor de sus hermanos, que tenía puesto (nadie sabía por qué) un gorro de Irlanda -. Ha sido un placaje perfectamente legal.
- Ronald- dijo Hermione-. No entiendo mucho de Quidditch, pero mis padres son dentistas, y ese necesitará una buena ortodoncia tras ese codazo.
- Ha puesto la cara demasiado abajo.
- ¡Ha sido Cobbing! – exclamaron todos al unísono. Ron cruzó los brazos y se hundió en el sillón. Tras un rato del partido, George pareció desesperarse.
- ¡Vaya buscador que se han buscado los búlgaros, ese Damyanov! – dijo enfadado -. Está cayendo en todas las trampas de Kytzia. – Señaló en la pantalla cómo el buscador búlgaro se estrellaba con el suelo tras una finta del egipcio. George negó con la cabeza y puso los brazos en jarras -. Los tiempos de Krum acabaron, señoras y señores.
Todos asintieron, convencidos de lo que decía George, excepto Ron, que al parecer, odiaba a Viktor Krum por motivos que nadie conocía. Tras diez años atrapando snitchs para Bulgaria, Krum había dejado la escoba en el vestuario, pero había aceptado el cargo de entrenador de la Selección de su país.
Todas las personas en la sala parecían estar inmersas en el partido, comentando las jugadas, celebrando los goles de Bulgaria (excepto Ron y Bill, aunque al menos el mayor de los hermanos Weasley tenía más argumentos, ya que había trabajado en Egipto durante un largo tiempo). Todas, excepto dos, que permanecían rígidas en unas sillas. Uno, era rubio, con la piel pálida como la leche, y otra, tenía el pelo negro como el ala de un cuervo. Eran los Malfoy. Draco y Astoria Malfoy.
Unas horas atrás, un patronus con forma de lince y la voz del ministro había llegado a La Madriguera. El pequeño animalillo informaba de que al fin habían terminado los interrogatorios a los Malfoy, y que los habían declarado inocentes. Ahora, decía Kingsley, necesitaban un lugar donde alejarse. Dado el cierto cariño que todos (casi todos) le habían cogido al primogénito de los acusados, tras varias horas de discusión en la cocina, habían accedido a darle resguardo a dos miembros de la familia. Unos minutos más tarde, los padres de Scorpius se habían aparecido en el jardín junto a un auror.
Habían llegado a la casa con ojeras, el pelo revuelto y dos simples maletas de mano con lo único que habían podido rescatar de su derruida mansión. Mientras los primos Weasley observaban la bienvenida que Arthur les brindaba a sus nuevos huéspedes desde el cuarto de las chicas, James le había susurrado a Rose:
-Mira, tus suegros.
En ese momento, en el 120-50 del partido a favor de Bulgaria, Rose observó a sus supuestos suegros. Ya sabía por qué Scorpius era como era. Tenía la figura alta y esbelta de su madre, al igual que su media sonrisa, la que había puesto cuando Molly le había ofrecido una pastita. Sin embargo, en todo lo demás era un calco de su padre: su pelo platino, sus ojos grises, sus rasgos afilados, y aunque en esos momentos la ropa de Scorpius pertenecía a James, ambos vestían en tonos oscuros. Fue precisamente la ropa del señor Malfoy la que alertó a Rose. Hacía un calor insoportable en La Madriguera esos días, sin embargo, él llevaba una camisa de manga larga.
Scorpius percibió que Rose observaba el atuendo de su padre.
-Luego te lo explico- le susurró al oído. Rose le apretó la mano débilmente. Ron pareció darse cuenta de esa complicidad, y no le hizo demasiada gracia. Se levantó del viejo sofá orejero en el que estaba, y se acercó a su sobrino Albus, que compartía sofá con Rose y Scorpius.
- Albus – dijo, señalando el sofá en el que se había llevado cómodamente sentado todo el partido-. Ese trasto me está destrozando la espalda. Tú eres joven, ¿por qué no me cambias el sitio? – Albus bufó, porque sabía que su tío tenía la espalda perfectamente, pero sabía que sería inútil discutirle. Se levantó, y se sentó en una de las alfombras, porque James ya había asaltado el sillón. Ron se quedó mirando a su hija -. Rose, hija. Sabes que nunca me han gustado los extremos de los sillones y...
Rose, también bufando, se desplazó hasta quedar pegada a uno de los reposabrazos. Durante la semana y media en la que Scorpius había estado en La Madriguera, Ron había hecho todo lo posible por que los dos jóvenes no estuviesen juntos o solos ni cinco minutos. Era considerablemente más ancho que Albus, que según Molly era todo huesos, y Rose y Scorpius quedaron asfixiados en cuanto se sentó en el sofá. Hermione resopló.
-Señor Malfoy-dijo Molly educadamente en un descanso del partido-. Si no es indiscreción, ¿dónde se han alojado sus padres?
Scorpius apretó la mandíbula cuando mencionó a Lucius. Draco hizo un gesto con la mano.
-Por favor, señora Weasley – dijo -. Nos han acogido en su casa después de todo lo que mi familia hizo, para usted, soy Draco.
- Bueno – dijo George -. Yo voy a seguir llamándote Malfoy, Malfoy. Llamarte por tu nombre de pila sería traicionar todos mis años en Hogwarts.
- Como gustes, Weasley.
- ¿Como gustes? – exclamó el pelirrojo alzando las cejas -. ¿Te has vuelto tan pijo con la vejez?
- ¡George! – exclamó Angelina, aun sin poder reprimir una sonrisa.
-Bueno – dijo Charlie después de una carcajada -. Será mejor que tú sí que nos llames por nuestros nombres de pila. –Se encogió de hombros-. Cada vez que digas Weasley te contestarán veinte personas.
Esa fue la primera vez que Draco Malfoy sintió lo que debería ser una familia. Nada parecido a sus caros banquetes, donde sólo se escuchaban los tenedores, las largas tardes de verano, cada uno en su habitación, dedicándose a alguna actividad individual. Aquello, los Weasley, eran una familia. Tenían la suficiente confianza como para arrebatarse los asientos, tirarse comida y bromear sobre prácticamente cualquier cosa. Después observó a su hijo, que unos segundos antes había estado sujetando la mano de la hija mayor de uno de sus peores enemigos en sus años escolares. Parecía incuso quererla. Pensó en lo que diría el señor Levert cuando descubriese que su hija, Greta, no se casaría con Scorpius.
Después miró a su mujer. Él tampoco le había hecho caso a su padre, que hubiera querido casarla con la señora Levert, madre de Greta. En la facultad de Sanación Mágica había conocido a una joven llamada Astoria, y gracias a su condición de sangre limpia, Lucius había aprobado el matrimonio.
Rose Weasley no era sangre limpia. Aunque la familia de su padre fuera uno de los más antiguos linajes mágicos, su madre era hija de muggles, y por tanto, ella tenía tanta sangre mágica como no mágica. A Draco no le importaba (aunque le molestaba un tanto que fuera precisamente la sobrina de Harry Potter y la primogénita de Ron y Hemione Weasley), y no sería él quien alejase la felicidad de Scorpius.
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Te Odio, Rose Weasley
FanfictionLa primera parte de esta historia se encuentra en mi perfil (Te Odio, Scorpius Malfoy).