#Capítulo 16

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Sería bonito decir que fueron despertados por los claros rayos de sol en la mañana, traspasando los finos cristales del gran ventanal. Pero no. Fue Lily. Entró en la habitación sin llamar, armando más escándalo que una caballería. En aquel momento Rose se arrepintió muchísimo de haberle dado una llave a su prima, y aún más, cuando esta se percató de que la camisa de Scorpius estaba tirada en el suelo. Aunque se desilusionó cuando vio que Rose estaba completamente vestida, no paró de gritar hasta que ambos se levantaron de la cama.

-Lily, relájate – insistía Rose, mientras la más pequeña daba saltitos de emoción.

-¡Habéis dormido juntos! – gritaba ella, con una gran sonrisa -. ¡En la misma cama!

- Exactamente. Hemos dormido – mascullaba Scorpius mientras se abrochaba la camisa, haciendo énfasis en la última palabra -. Dormido.

Lily alzó una ceja.

-¿Tengo que suponer que eso es sarcasmo, señor Malfoy?

Rose echó a Lily de la habitación a empujones, asegurándose antes de quitarle la llave.

- Esta chica es una pesadilla - bufó Rose apoyando la espalda contra la puerta. Fue entonces cuando descubrió que Scorpius la observaba con una media sonrisa en los labios. Se sonrojó -. ¿Qué pasa?

Él se encogió de hombros.

- Estás muy guapa.

Rose alzó ambas cejas mirándose a sí misma. Tenía el pelo despeinado, el pijama arrugado, y con total seguridad, una cara de sueño monumental. Cuando volvió a alzar la mirada, Scorpius estaba justo delante suya, y antes de darse cuenta, la besaba. Echó las manos alrededor de su cuello, dándose cuenta de que quitarle la llave a Lily había sido la mejor decisión de su vida. Las manos de él recorrían su espalda desnuda bajo la camiseta, haciendo que la piel de Rose se erizara a su paso. Y por un momento fugaz pudo imaginar que despertarían así cada mañana durante el resto de sus vidas. Que vivirían en una casita de Londres. Imaginó a un Scorpius mucho mayor acompañando a una niña de pelo rojo al interior de Olivanders, mientras ella miraba por los cristales de la vieja tienda de varitas, con un pequeño niño rubio tirando de su mano hacia un escaparate con una escoba de última generación.

Tiró de la camisa de Scorpius hasta que su espalda chocó con la gruesa puerta de roble. Nunca se habían besado de aquel modo, como si fueran a perderse en cualquier momento, como si de aquel beso dependiera su destino.

Fue entonces cuando la puerta se abrió repentinamente. Sólo que no se abrió. Desapareció completamente. Rose perdió el equilibrio y cayó hacia detrás, arrastrando a Scorpius con ella. Notó la fría piedra del pasillo en la espalda, el cuerpo de Scorpius sobre el suyo, y lo que era peor, la dura mirada de McGonagall sobre ellos. Scorpius se levantó casi al instante, y lo mismo hizo ella, bajando la camiseta a su posición original.

- ¡Profesora! - exclamó de repente, observando que tras ella estaban James y Lily, muriéndose por disimular las carcajadas.

- Espero que hayáis dormido bien - dijo, mirando a Rose y a Scorpius alternativamente.

- Sí, gracias - asintió Scorpius -. Estábamos...

- No hace falta que lo explique, señor Malfoy - cortó ella -. Antes mandé a la señorita Potter a llamarles, pero veo que lo que se dice mucho caso, no le hicieron.

Rose y Scorpius se miraron, y luego miraron a Lily, que había empezado a enrojecer, y cuyas mejillas comenzaban a incharse. Si no se reía pronto, explotaría.

- No sabíamos...

- Vestíos - volvió a cortar ella, dándose y la vuelta y pasando entre los hermanos Potter, que parecían estar a punto de un infarte -. Os quiero ver en la Sala Común en cinco minutos. 

Te Odio, Rose WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora