Era casi medianoche, y la chimenea de la Sala Común de Gryffindor estaba apagada. Entraron tratando de no hacer ruido, queriendo evitar interrogatorios por parte de sus primos y compañeros. Habían acompañado a Alice a la Sala Común de Hufflepuff a petición de Neville, y después habían subido hasta la torre de los leones.
James le echó una mirada extraña cuando Scorpius, en vez de ir con Albus, siguió hasta la habitación de Rose, pero Lily le arrastró del brazo antes de que pudiera rechistar. Las manos de los dos chicos seguían entrelazadas cuando entraron en el cuarto de Rose, y esta se alegró más que nunca de ser prefecta y tener una habitación individual.
-Siento el desorden – se excusó, recogiendo algunas prendas de ropa que había por el suelo.
-No pasa nada- dijo él, sentándose en la cama, cerca de una pila de libros. Frunció el ceño al ver el título del más grande -. ¿Historia moderna de Hogwarts?
Abrió las páginas que estaban marcadas. Era el año 1995.
-El año en el que Umbridge impartió Defensa Contra las Artes Oscuras en Hogwarts – le explicó Rose sentándose a su lado -. Fue horrible, incluso hizo un grupo de alumnos, la Brigada Inquisitorial, para...
Se calló repentinamente. Maldición. ¿Por qué no podía callarse?
-Lo sé – murmuró él -. Mi padre no era un gran tipo en el colegio, ¿verdad?
-Scorpius... - apretó su mano -. Eso no importa, he conocido a tu padre. Créeme, no podría haber soportado La Madriguera sin tener un corazón enorme. En serio, debería haberle pegado a tío George al menos cuatro veces.
Scorpius soltó una leve risa.
-Eres genial.
Y la besó. Ambos necesitaban del otro. Necesitaban olvidarse del mundo tras la puerta de aquella habitación. Necesitaban pensar que no había nada que pudiera hacerles daño, que eran ellos dueños de su propio destino. Fuego y plata en una fusión perfecta. Gryffindor y Slytherin.
Intentaban ignorarlo, pero aún percibían las miradas y los murmullos cuando iban juntos por los pasillos. Sabían que muchos pensaban que era un arranque de rebeldía, y que se hartarían de ser la comidilla de cotilleos en unas semanas. Scorpius notaba que algunos susurraban que Rose no sabía lo que hacía, y que se equivocaba en lo que estaba haciendo.
Pero todo dejaba de importarle cuando se la encontraba por el pasillo, y le sonreía. Aquellas clases de Pociones y Transformaciones, en las que la clase se dividía en túnicas escarlatas y verde, y en medio, ellos dos, compartiendo mesa.
Hablando de Slytherin...
-Rose – dijo -. Se me ha olvidado decirte algo. Es sobre la Orden.
-No creo que la Orden sirva ya de mucho – murmuró ella con una sonrisa triste.
-Bueno – musitó -. El otro día cuando Terry y yo volvíamos a la Sala Común, Parkinson y su séquito nos interceptaron antes de llegar a las habitaciones.- Scorpius observó como el rostro de Rose se endurecía al mencionar a Parkinson -. Quieren entrar.
Rose abrió los ojos, incrédula. ¿Los perritos falderos de aquella víbora querían ser parte de la Orden? ¿De verdad? ¿No sería una especie de sabotaje?
-Algunos de sus padres estaban en el Ministerio cuando pasó todo – siguió explicando Scorpius-. Están en la misma situación que nosotros y quieren hacer todo lo posible por ayudar.
Rose decidió dejar el planteamiento de posible sabotaje para la mañana siguiente; estaba demasiado cansada como para pensar mucho. Scorpius se sacudió el pelo.
-¿Te... te importa que me duche? – preguntó titubeante -. Acabo de tener clase con Hagrid, y al parecer a Fang le encanta cavar agujeros cerca de mí. Aún tengo arena en el pelo...
-No, claro – dijo ella -. Hay toallas en el cajón.
Scorpius se levantó, y desapareció por la puerta que llevaba al pequeño cuarto de baño de la habitación. Rose aprovechó para cambiarse de ropa rápidamente. Aquella noche le pareció ridículo su pijama de estrellitas. Guardó la ropa a montón en los cajones, apiló los libros sobre el baúl... y todo con un movimiento de varita. Lo cierto es que era innegable el frío que hacía con los pies descalzos sobre el suelo de piedra, así que se metió en la cama, y aún tapada con tres mantas, siguió teniendo frío.
Aunque cuando Scorpius salió de la ducha, toda la sangre se le fue a las mejillas. Él, notando su apuro dijo:
-Lo siento. Debí... debí haber ido a por mi pijama.
Llevaba tan solo los pantalones del uniforme del colegio, y la camisa blanca abierta, por donde se podía entrever fragmentos de su torso, tan pálido como su rostro. Le recordó a una de aquellas esculturas muggles tan hermosas que había visto en su viaje a Roma. Su pelo rubio estaba revuelto y mojado, con puntas mirando en todas direcciones.
Se dirigió al sofá junto a la ventana, y apartó los cojines respecto se iba tumbando. Tenía agarrada su varita, seguramente usando un hechizo térmico. Rose se dio cuenta de que no había abierto la boca desde que él había entrado en la habitación.
-Ese... ese sofá es incómodo – dijo, recordando lo imposible que era tomar una buena postura para leer allí.
Las luces estaban apagadas, pero ella pudo ver el filo de la sonrisa de Scorpius bajo la luz de la luna. Se había quitado del todo la camisa, y se podían percibir los perfiles de los músculos en su pecho y su abdomen. Vaya, el Quidditch era un gran ejercicio. Bendito Quidditch...
-¿Tienes otro sofá bajo la manga?
Rose se mordió el labio. No, un sofá no, pero...
-Puedes... puedes... supongo que... - gruñó -. ¿Quieres dormir conmigo?
¿Era por el sofá? ¿O era ella la que necesitaba a Scorpius cerca? Fuera como fuese, su pregunta había sonado más a un ruego. Scorpius se había incorporado, siendo de sombras en la oscuridad. Se levantó despacio, como un felino, sin hacer ruido al caminar. Rose sintió frío al levantar la colcha, que desapareció en cuanto Scorpius se tumbó junto a ella.
-Si alguna vez contesto que no a esa pregunta – susurró -, por favor, dile a James que me pegue con el bate de Fred. – Hizo una pausa -. Pero no lo digas el motivo, o si no me pegará tan fuerte que me matará.
Ella sonrió, imaginando la cara de su primo mayor. Movió su mano entre las sábanas para sujetar la de Scorpius, que la recibió con un apretón de consuelo.
-Todo va a salir bien – dijo ella -. Te lo prometo.
Él no pudo evitar sorprenderse. El padre de Rose podría estar tan vivo como muerto, al igual que dos de sus tíos. Probablemente Umbridge quisiera vengarse de los Weasley, y aún más de su tío Harry. Su prima estaba a punto de ser madre en medio de una guerra. Tenía un hermano pequeño asustado al que proteger. Pero aún así, era ella la que le consolaba a él. Era valiente. Era fuerte. Era una auténtica leona.
-Te quiero – dijo Scorpius. Lo dijo como una oración, como un anhelo, como la verdad más absoluta del mundo -. Te quiero.
Ella sonrió, y apoyando la cabeza en su hombro dijo:
-Vaya, yo pensaba que me odiabas.
- Y así es – dijo él con sorna -. Te desprecio. Eres el ser más horrible de la tierra. Te echaré una maldición en cuanto te duermas. – Depositó un suave beso en su frente -. Te odio, Rose Weasley.
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Te Odio, Rose Weasley
FanfictionLa primera parte de esta historia se encuentra en mi perfil (Te Odio, Scorpius Malfoy).