#Capítulo 2. La Marca Tenebrosa

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Scorpius ya casi se sabía todos los nombres de los integrantes de la familia Weasley. El niño travieso, con peinado de seta, era Hugo, el hermano de Rose, y la bruja de pelo castaño alborotado, y el mago que siempre le estaba mirando raro, eran Hermione y Ron. Le había resultado fácil aprenderse el nombre de Harry Potter, por sus gafas redondas y la cicatriz en forma de rayo. Reconocía a su esposa porque casi siempre estaba escribiendo en una pequeña libreta, y era la única mujer de la segunda generación de pelirrojos en aquella casa. Sus hijos, eran James (el chulo que en el fondo era buena persona), Albus (el de pelo negro y cara de no estar entendiendo nada a su alrededor), y Lily (la que sonreía lascivamente cada vez que Rose y él se encontraban a menos de cinco metros). Los abuelos eran Arthur y Molly, que no parecía llevarse muy bien con Fleur, la rubia con acento francés, Victoire (otra rubia), estaba casada con Teddy, un animago. Sus hermanos eran Louis y Dominique, que estudiaban en Bouxbeatoms. La muggle (a la que no se le daba mal el Quidditch), era Audrey, y su marido era Percy, que en opinión de Scorpius, era algo estirado para ser un Weasley. Tenían dos hijas: Molly y Lucy. La sombra de James se llamaba Fred, y Roxanne era su hermana pequeña. Charlie tenía una tienda en el Callejón Diagon, Bill era el fanático de los dragones y George estaba casado con la rubia. ¿O era George era el de los dragones, Bill tenía la tienda y Charlie estaba con Fleur? Bah. No estaba muy seguro. Se lo preguntaría a Rose la próxima vez que la viera, que, por cierto, iba a ser en dos minutos exactos.

Eran las once y cincuenta y ocho de la noche. Scorpius estaba sentado en la cama que ocupaba en La Madriguera, mientras Fred y James se pasaban una Quaffle, y Hugo dormía tranquilamente. Los observó. Mientras que James realizaba piruetas y toda clase de fluorituras con el balón, la única preocupación de Fred era hacerle un pase perfecto a su primo. Fred le admiraba, del mismo modo que James admiraba a Teddy Lupin, o Teddy Lupin a Harry Potter.

Miró su reloj. Quedaba un minuto para medianoche.

-Voy al servicio – se excusó.

- Vaya – dijo James con voz teatral. Scorpius suspiró. Cada vez que Fred y James usaban ese tono era para hacer una broma que generalmente iba dirigida a él.

- ¿Vas al baño?

- Parece que sí. Pero una cosa, Fred.

- ¿Sí James?

- ¿Desde cuándo hay un baño en la habitación de Rose?

Scorpius les ignoró mientras ellos se desternillaban como si hubieran hecho la mejor gracia del mundo. De la misma forma de la que Bill... George... Charlie... ¡demonios! De la misma forma en la que el de Sortilegios Weasley reía cuando decía esa broma de doloido una y otra vez.

Un instante después, llamó a la puerta del cuarto de las chicas. Fue Lily la que, con una gran sonrisa, abrió la puerta.

-¡Roxanne! – exclamó -. Abajo, ahora.

Escucho la risa de Rose desde el fondo de la habitación. Agradecían la complicidad de Lily, pero no había una persona menos discreta en el mundo. Cuando las primas salieron de la habitación, Scorpius se acercó a la cama del fondo, la que estaba rodeada de libros y pergaminos.

-¿Deberes? – preguntó.

- Volvemos a Hogwarts pasado mañana – replicó ella -. No quiero estar atrasada en los temarios. Y aún me queda practicar el hechizo Avis.

- ¿Avis está en el manual? – preguntó Scorpius -. No lo recuerdo.

Rose se mordió el labio.

-No, bueno – se excusó -. Filtwick me prestó un manual de sexto y me señaló algunos hechizos que podría realizar, según él.

- Puedes hacer un patronus de cuerpo completo – la tranquilizó Scorpius -. Uno muy chulo, por cierto. Puedes permitirte cerrar los libros durante... no sé, ¿cinco minutos?

Ella rio, y apartó el pesado tomo de Historia de la Magia para que Scorpius pudiera sentarse a su lado.

-Tenías que explicarme lo de tu padre, ¿recuerdas? – dijo Rose. Él frunció el ceño-. Si quieres.

- Sí, claro – aceptó -. Eh... Sabes que mi abuelo era un mortífago y bueno... cuando mi padre cumplió dieciséis años, le obligó a jurarle lealtad a Quien-tú-sabes.

- ¿Para qué querría Voldemort a un chico de dieciséis años en sus filas?

Scorpius se sorprendió por la capacidad de Rose para decir su nombre sin estremecerse.

-Quien-tú... Voldemort no quería a mi padre. Quería Hogwarts. Tener a un mortífago dentro de los muros del castillo sería un gran movimiento.

- Pero... eso sigue sin explicar lo de la chaqueta.

- Él le marcó. Marcaba a todos sus secuaces con una marca. La Marca Tenebrosa. Sólo he visto a mi padre en manga corta dos veces en la vida.

Entonces Rose lo recordó. La forma de identificar a los mortífagos. ¡Claro! ¿Cómo había podido olvidarse? Lo había leído en algún sitio, y ella raramente olvidaba lo que leía.

-Vaya-es lo único que pudo decir.

- Sí, vaya.

- Eso, es cruel. Marcarles de por vida, como al ganado...

- Bueno – suspiró Scorpius -. De las cosas que hizo Voldemort creo que esa es la menos cruel de todas.

Rose, cansada, cerró los ojos. Pensó en Hogwarts. Volvían a Hogwarts. Volvían a casa. Pero le preocupaba lo que le esperaba allí. Toneladas de preguntas de sus compañeros, a las que sus padres les habían prohibido expresamente responder.

-¿Sabes qué es lo mejor de todo? – dijo Scorpius tratando de hacer una broma para calmar a Rose -. Ahora Slytherin va ganando la liga de Quidditch.

- Por poco tiempo – rebatió ella sonriendo -. Prepárate para ser aplastado Malfoy. James tiene un plan infalible.

- ¿Ah sí? – sonrió -. ¿Qué plan?

Rose se cruzó de brazos.

-Que te crees que te lo voy a decir.

En ese momento, la puerta de la habitación se abrió bruscamente, y James entró en la habitación con una mano tapándole los ojos y la otra haciendo aspavientos para no chocarse con ningún mueble.

-¿Estáis vestidos? – preguntó justo antes de chocarse con la cama de Lily.

- ¡Claro que estamos vestidos, idiota! – gruñó Rose enrojeciendo hasta las orejas.

James se destapó los ojos.

-Mejor prevenir que curar, ¿no? – bromeó -. Al menos, debí habérselo preguntado a Vic y Teddy el año pasado.

-¡Eres. Un. Cerdo! – gritó Rose lanzándole un libro con cada palabra que pronunciaba.

- No, querida prima – repuso con una sonrisa -. Soy un león.


Te Odio, Rose WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora