Los Scamander estaban dando una vuelta por el castillo. Los dramas familiares pelirrojos le daban dolor de cabeza a Lorcan, y cuando los Weasley discutían era mejor dejarles solos, porque era imposible salir totalmente impune de una de sus discusiones. Los mellizos se paraban de vez en cuando a hablar con algunos cuadros. Lorcan se había quedado con sir Cadogan, que al parecer, estaba dispuesto a emprender una peligrosa gesta para ayudar a cierta damisela a salir de su encierro. La semana pasada, iba a emprender una para liberar a los prisioneros de una horrible guerra. Y la anterior, para parar los lamentos de una horrible criatura, aunque los gemelos sospechaban que se trataba de los intentos de ser cantante de ópera de la señora Gorda.
Lorcan se quedó escuchando las historias del barrigudo caballero, pero Lyss siguió subiendo escaleras, contando cada uno de los escalones.
-Quinientos setenta y cuatro... quinientos setenta y cinco... quinientos setenta y seis... ¡vaya! ¡Hola Frank!
El Ravenclaw se había topado estrepitosamente con Frank Longbottom, que estaba sentado frente al retrato de la torre de Gryffindor.
-Vamos, mujer – le rezaba al cuadro -. Me conoces desde hace cinco años. Déjame entrar.
- ¿La contraseña?
- ¿Godric Gryffindor?
- Incorrecto.
- Eh... ¿león rojo? Ah, hola Lorcan.
-Soy Lyssander – le explicó -. Aunque ahora te vendría mejor mi hermano. ¿Has olvidado la contraseña?
Frank asintió y dejó caer la cabeza contra la barandilla.
-¿Albus Dumbledore? – probó de nuevo.
- Esa fue ayer. Incorrecto.
- ¿Cuánto llevas aquí? – le preguntó Lyss.
- Desde que los Weasley empezaron a gritar – respondió -. Oye, ¿tu hermano tardará mucho?
- La última vez que sir Cadogan nos contó algo no llegamos a la cena – le dijo, y al ver la desesperación de Frank le ofreció -. Lorcan irá a la Sala Común de Ravenclaw cuando termine, si quieres, le puedes esperar allí.
- ¿Lorcan puede entrar allí?
- Claro – dijo -. Scorpius pasa la mayor parte del tiempo aquí, ¿no?
Frank se encogió de hombros, se levantó, y ambos se dirigieron a la torre de Ravenclaw, pero antes de marcharse, Lorcan le dijo a la Dama Gorda:
-Sir Cadogan quiere mataos, estaos alerta.
Frank se sorprendió al ver una puerta sin pomo ni cerradura, simplemente adornada por una aldaba dorada en forma de águila. Para sorpresa del Gryffindor, el águila emitió un sonido estridente antes de plantearles un acertijo.
-Decidme, jóvenes mentes. ¿Cuál es el objeto que se hace cantando, se compra llorando y se usa sin saberlo?
Lyss sonrió.
-Oh, vamos, esta ya me la sé. Un ataúd claro.
La puerta se abrió de inmediato. Frank frunció el ceño. ¿Los de Ravenclaw no tenían contraseña? Dio gracias por no caer en aquella casa, ya que se le daban fatal los acertijos. Aunque después pensó que, por sus notas y su predisposición a los problemas, el Sombrero Seleccionador jamás le hubiera puesto en Ravenclaw.
-¿Qué pasa si no aciertas? – preguntó Frank mientras avanzaban por un oscuro pasillo de piedra. Se extrañó. Había podido pensar que aquella era la Sala Común de Slytherin si no supiese que esta se encontraba en las mazmorras.
- Pues esperas al siguiente alumno.
Cuando salieron de la oscura galería, Frank se sorprendió gratamente. La Sala Común no tenía nada que ver con el pasillo que habían atravesado. En tonos azules y celestes, el resto de la habitación era amplio y espacioso. Había una gran ventana que ocupaba la mayor parte de la pared, lo que hacía que hubiese tanta luz como en el exterior. El resto de paredes estaban cubiertas de estanterías con libros, y cuadros de magos célebres de la casa Ravenclaw. Por el suelo, encima de una alfombra con constelaciones bordadas, habían esparcidos una especie de cojines azules y cobre, donde los alumnos leían, hacían tareas o simplemente hablaban unos con otros.
Frank sintió como si le hubieran tirado un cubo de agua fría cuando la Dama Gris, el fantasma de Helena Ravenclaw, le atravesó.
-Un Gryffindor... - murmuró, con un tono condescendiente -. ¿Qué hace un león, en la Torre de la Sabiduría?
Tras esto, y sin esperar respuesta, el fantasma desapareció atravesando una pared.
-No le hagas caso – le tranquilizó Lyss sentándose en uno de los cojines -. Hace lo mismo cada vez que mi hermano entra aquí.
-Ah. - Frank no se sentó -. Hay mucha luz aquí.
La Sala Común de Gryffindor era mucho más oscura que aquella habitación.
-¿Cómo íbamos a leer sin luz? - planteó el rubio.
-¿Y no tenéis chimenea? – dijo Frank, recordando lo reconfortarte que era la chimenea de su torre tras un largo día invernal.
- ¿Chimenea? – se escandalizó Lyssander -. ¿Fuego cerca de tantos libros? Oh, no. Sería una terrible desgracia.
- Oye, ¿Lorcan tardará demasiado? – dijo empezando a ponerse nervioso, como hacía siempre que compartía más de dos frases con alguno de los gemelos.
Lyss se encogió de hombros.
-Eso depende de Sir Cadogan.
Frank bufó. El retrato de Sir Cadogan era famoso en toda la escuela, y más te valía no pasar por su cuadro si no querías llegar tarde a una clase, ¿qué esperar, de una persona que usa palabras como malandrín y bellaco? Cuando Frank volvió a mirar a Lyss, tenía unas grandes gafas redondas, aparentemente de cartón, decoradas con decenas de colores. El Gryffindor soltó una exclamación de sorpresa.
-¿Qué...?
-Vaya, Frank Longbottom, tienes la cabeza llena de torposoplos.
Frank no sabía qué demonios era un torposoplo, por muchas veces que los mellizos Scamander lo repitieran. Su cabeza, en esos momentos, estaba llena de un millón de cosas, pero seguro, que no de torposoplos.
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Te Odio, Rose Weasley
FanfictionLa primera parte de esta historia se encuentra en mi perfil (Te Odio, Scorpius Malfoy).