#Capítulo 14

2.4K 227 48
                                    

A Albus le gustaba pasar tiempo con Alice. Ciertamente, no sabía si eran novios, como decía Lily, y tampoco deseaba preguntarle, como le había sugerido Rose. Simplemente le gustaba estar con ella. La biblioteca era uno de sus lugares favoritos. Ella le ayudaba a estudiar para los TIMOS, pues ya los había realizado, contándole cosas que habían dado en los exámenes que había hecho el año anterior, y preguntas que habían caído en ellos. Sobre todo le ayudaba con Herbología, una materia que parecía resistírsele más que ninguna al mediano de los Potter.

-¿Te has aprendido ya los patrones de Saturno? – le preguntó ella, con un mapa gigante en el regazo.

Albus asintió, citando mentalmente todos sus satélites, o al menos, los que habían estudiando aquel año. Habían aprendido que las posiciones de las lunas de Saturno podían influir sobre hechizos o sobre la preparación de algunas pociones.

-Sí, pero tengo una duda sobre alguna que otra constelación.

El de Astronomía era el primer examen que tenían, y consistía en realizar un mapa astral usando únicamente un pergamino y su telescopio. Alice hizo una mueca. A ella tampoco se le daba muy bien la Astronomía. Mientras ella le explicaba torpemente algo de una estrella, Albus se dedicó a mirarla. Tenía las mejillas redondas, igual que las de su hermano y su padre. Sus ojos avellana, tan dulces y amables. Nunca se había relacionado mucho con chicas que no formaran parte de su familia, quitando a Mia Chang, a la que ya había olvidado completamente. Pero la Ravenclaw algo mayor que él siempre se había reído de él, y sólo se había dado cuenta cuando ya no la quería.

Albus sintió una cálida mano en el hombro.

-Albus – le dijo el profesor Longbottom. Neville siempre se había rehusado a llamarle Potter, porque decía que así le llamaba a James, y que ambos hermanos no tenían nada que ver -. McGonagall quiere verte.

Era la segunda vez que McGonagall le llamaba esa semana, y la primera había sido para advertirles de que se avecinaba una guerra, así que estaba un poco preocupado respecto a lo que se trataría aquella vez.

-Papá... - murmuró Alice en tono preocupado -. ¿Qué pasa...?

Neville pintó una sonrisa no muy convincente en su rostro.

-Nada, cariño – la tranquilizó -. Tú vuelve a la Sala Común.

Alice les acompañó hacia la salida de la biblioteca, donde ellos subieron una de las escaleras, y ella las bajó. Cuando se encontraron frente al águila dorada, Neville murmuró:

-Ocho.

-¿Ocho? – dijo Albus extrañado.

-Es el número de años consecutivos que Gryffindor lleva ganando la Copa de Quidditch – le explicó -. La directora adora fastidiar al pobre Horace.

Entraron al oscuro despacho de McGonagall, y para la sorpresa de Albus, la mayoría de sus primos se encontraban allí, y también sus hermanos; Rose, Hugo, Lucy, Molly, James, Lily, e incluso Scorpius. En cuanto cruzó el umbral de la puerta, sintió como su hermana pequeña le estrechaba con fuerza. ¿Lily abrazándole? La última vez que se habían abrazado había sido cinco años atrás, cuando Albus se marchó a Hogwarts por primera vez. Un instante después, se dio cuenta de las húmedas mejillas de la pelirroja.

-Lily... ¿Estás...

Observó a su familia. En realidad, todos parecían haber estado llorando. Excepto Molly y James, que hacían un gran esfuerzo por que las lágrimas no brotaran de sus ojos. Pero Albus conocía a su hermano y a Molly, y esa vez no se estaban haciendo los fuertes. Lo hacían por su familia. Querían mantener a salvo a su familia, y pensaban, que si eran débiles, no podrían.

-Señor Potter... - murmuró McGonagall -. Lo siento Potter.

-¿Qué? ¿Qué pasa, profesora?

McGonagall miró a Neville desconcertada.

-Longbottom... ¿no se lo ha contado?

-No he sido capaz, Minerva – dijo él, con la mirada gacha.

Los ojos de la directora se enternecieron por primera vez desde que Albus estudiaba allí.

-Potter...

-Vaya al grano profesora – gruñó James, con los puños apretados. Miró a Albus -. Tienen a tío Percy y a tío Ron. – Apretó los puños -... Y a mamá.

Scorpius observó desde una esquina como Albus empezaba a llorar en el hombro de su hermana menor. Habían secuestrado a tres de las personas que le habían acogido como a uno más, y él no podía consolar a sus hijos. Sus padres, Draco y Astoria, tampoco habían aparecido, pero al menos tenía la certeza de que seguían con vida. El ataque a San Mungo no fue tan salvaje como la batalla del Ministerio, y no había habido víctimas mortales. Pero en el Ministerio de Magia... se contaban por cientos.

Quería consolar a Rose. Quería abrazarla y apartar de ella todo el miedo. Pero sabía que no debía. En ese momento, los Weasley necesitaban sentir su propio dolor. Rose necesitaba limpiar las lágrimas de su hermano pequeño, y soltar las suyas sobre su cabeza pelirroja.

Pero para su sorpresa, se encontró con Rose Weasley abrazándole unos segundos después.

-Rose... - murmuró, estrechándola con fuerza.

La amaba. La amaba más de lo que jamás habría imaginado. Ella le había dado una razón más para levantarse, y no solo una, sino un par de decenas de razones pelirrojas que le habían acogido como a uno más. Sintió una huesuda mano en el hombro.

-Malfoy – dijo McGonagall -. Supongo... supongo que esta noche puede dormir en la Sala Común de Gryffindor.

Scorpius empezó a balbucear.

-Oh, vamos profesora – gruñó James, tratando de alegrar algo a su familia -. Ahora no podré dormir tranquilo.

Aunque la broma no tuvo el efecto que esperaba, murmuró.

-Longbottom, ahora tendrás que prestarme las orejeras de las mandrágoras.

Algunas débiles risas se escucharon en el silencio del despacho, y McGonagall, intentando disimular una pequeña sonrisa dijo:

-No me hagas cambiar de idea, Potter.

-Es imbécil, profesora – gruñó Rose, aún abrazada a Scorpius, con la cabeza sobre su hombro -. Llevamos diecisiete años pensando si es adoptado.

-Ya – dijo la directora con una afilada ceja alzada -. Pero que corra el aire, jóvenes, no me hagáis cambiar de idea vosotros tampoco.

Rose y Scorpius se apartaron repentinamente.

-Bueno, supongo que hay una cama libre en la habitación de Albus, ¿me equivoco?

-No, profesora.

-Bien, podéis marcharos, sed fuertes muchachos, saldrán de esta, son los mejores magos que he conocido.

Fue cuando salían del despacho, cuando Lily le susurró a Rose:

-Ni de coña va a dormir allí, yo me voy con Albus, pasadlo bien.

Hola Orden del Fénix.

Siento muchísimo la tardanza entre capítulos, de verdad, pero intento hacerlo lo más rápido que puedo, como sabéis, estoy muy liada. Como compensación, ahora subiré el siguiente.


Te Odio, Rose WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora