Capítulo 2: La propuesta

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Apenas llegué a mi casa, lo primero que hice fue desvestirme para tomar una siesta. Cuando me estaba quitando el pantalón, el trozo de papel que Marianne me dio se cayó al suelo. Me agaché para recogerlo y lo observé durante un par de segundos. Inevitablemente, empecé a recordar el instante en el que ella entró al salón.

No lucía intimidada en lo absoluto; por el contrario, parecía que no lo importaba nada. La forma en la que se dirigió a todos y luego a mí, cuando se atrevió a retarme sin siquiera conocerme... Ella era tan espontánea y segura de sí misma; todo lo opuesto a mí. Quizá por eso nadie la escogió antes de que llegara su turno. Una chica así podía atemorizar a cualquiera.

Agarré mi celular y escribí su número para agendarla, pero por error le di a llamar en lugar de guardar. Colgué lo más rápido que pude, pero eso no evitó que segundos más tarde me devolviera la llamada.

-¿Katheleen? -preguntó del otro lado de la línea.

-Sí. ¿Cómo lo sabías?

-No lo sabía.

Hubo unos segundos de silencio incómodo.

-Yo, uhm, me estaba preguntando cuándo quedaremos en vernos para ponerte al día.

-No lo sé... ¿Qué te parece en un rato?

-¿En un rato? -pregunté exaltada.

-Si no hay problema con eso.

-Por mí está bien. Hasta entonces -colgué y me puse a arreglar mi habitación. Mientras estaba tendiendo la cama, una llamada entró a mi celular; era Marianne de nuevo. Contesté extrañada-. ¿Sí?

-Katheleen, ¿no estarás olvidando algo?

-¿Qué cosa?

-Tu dirección.

-Ah, claro -me llevé la palma a la cara por mi torpeza. Empecé a dictarle la dirección de mi residencia, pero cuando iba por la mitad, me detuve porque escuché otra voz de fondo. La otra voz era demasiado aguda como para ser de ella.

-Disculpa -cortó el silencio-, ¿te importaría mandármela por mensaje de texto?

-No, está bien.

-Y puede que demore un poco en llegar -colgó.

Puse mi celular a cargar y terminé lo que estaba haciendo. También aproveché para acomodar mi ropa recién lavada y los zapatos que estaban fuera del armario. Cuando no tenía nada más que hacer salvo arreglarme, me posicioné frente al espejo, me hice una perfecta cola de caballo y me coloqué un vestido fresco y sencillo. Entonces tomé mis apuntes, un par de hojas, mis libros y unos lapiceros, y me senté en el comedor a esperarla.

Los minutos pasaron y se convirtieron en horas. No sabía cuánto tiempo pasó con exactitud porque me quedé dormida. El sonido de una notificación en mi celular fue lo que me despertó. Tenía un simple mensaje en mi bandeja de entrada que decía: Estoy afuera. Tras restregarme los ojos y soltar un bostezo, me levanté a abrir la puerta. Enfrente de mi casa estaba parqueado un carro gris de un modelo sencillo, y en él estaba recostada Marianne.

-Pensé que no vendrías -le dije.

-Me surgió un asunto de último momento.

Acabó con la distancia que había entre las dos acercándose para saludarme. De inmediato, pude percibir un fuerte olor a nicotina. Miré su mano y descubrí que estaba sosteniendo un cigarrillo.

-Lo siento, no puedes fumar adentro.

-No hay problema -se agachó delante de mí y lo apagó contra el asfalto-. Estás usando un vestido -dijo mirándome desde abajo-. Creo que te queda muy bien.

SERENDIPIA PARTE I: MARIANNEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora