Capítulo 42: Tocando fondo

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Desperté aferrándome a creer que había sido una horrible pesadilla, pero cuando miré a mi alrededor, me di cuenta de que no estaba en mi cuarto. Me encontraba en una habitación desconocida y alguien estaba durmiendo a mi lado. Le quité la sábana de la cara y pude comprobar que se trataba de Deborah. Sacudí su hombro para hacerla despertar. Necesitaba que me diera respuestas.

—Buenas tardes, princesa. Para lo que rendiste anoche, pensé que dormirías más —dijo en su característico tono burlesco.

—¿Nosotras… lo hicimos? —pregunté algo aterrorizada. No podía identificar qué había sucedido de verdad y qué había sido parte de mis tantas alucinaciones.

—Por supuesto —sonrió—. Sabía que me tenías ganas.

—No te confundas. Yo veía a Marianne todo el tiempo.

—Lo sé, ¿pero acaso fue ella quien hizo que te vinieras? No, fui yo. Por cierto, gemías su nombre tan hermoso que no me molestó en lo absoluto. Ohh, Marianne, sí —me imitó.

Le arrojé una almohada en la cara con rabia. Entonces me puse de pie con la poca dignidad que me quedaba y empecé a buscar mi ropa. Revisé bajo de una enorme pila de pantalones y camisas, pero me llevé un gran susto al percatarme de que allí estaba durmiendo un hombre desnudo. Miré a Deborah de inmediato.

—¿Él… participó? —le pregunté.

Negó con la cabeza.

—Es novio de ella —señaló a una chica que estaba acostada en el suelo—. Ella quería unirse y él sólo nos observó, aunque estoy segura que después lo hicieron entre ellos.

—¿Cuántas más personas se unieron?

—No sabría decirte. Estaba muy oscuro y no pude ver.

Empecé a sentirme asqueada, pero aguanté las arcadas mientras veía cómo podía salir de aquel lugar.

—¿Me prestas tu celular, por favor?

—Aquí tienes —me lo dio.

Salí del cuarto. Afuera había decenas de chicas durmiendo sobre el suelo. Caminar se hizo casi imposible, así que decidí quedarme en la mitad del pasillo. Desbloqueé el celular y vi la hora: eran las tres de la tarde. Mi mamá iba a matarme. Lo único que se me ocurrió en ese momento de desesperación fue llamar a mi mejor amiga.

—¿Aló? —contestó enseguida.

—Soy yo, Katheleen.

—¡Hablando de la reina de Roma! —exclamó con fervor—. ¿Dónde demonios estás? Tu mamá acaba de pasar por mi casa. Está como loca buscándote por todos lados.

—Es una larga historia que después te contaré. Ahora necesito que hagas algo urgente por mí —le rogué.

—Estás asustándome.

—¡Yo también estoy asustada!

—¿Qué sucede, Kathe? Dime qué necesitas.

—Que vengas por mí. Convence a tu hermano, o pide un carro y después te lo pago… No lo sé, sólo ven.

—¿Y dónde estás? —sonaba preocupada.

—Espera —me acerqué a una chica que se estaba despertando—. ¿Cuál es la dirección de aquí? —le pregunté. Ella estaba desorientada, por lo tuve que darle una bofetada para que reaccionara—. ¿Cuál es la dirección de aquí?

—1040 Avenida Rogers —respondió y volvió a caer dormida.

—1040 Avenida Rogers —le repetí a Dafne.

SERENDIPIA PARTE I: MARIANNEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora