Capítulo 26: Otra desilusión

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Al día siguiente.

Desperté todavía dolorida por la cachetada que mi madre me había propinado la noche anterior. Me levanté y me miré al espejo: tenía su mano marcada en la parte izquierda de mi rostro y, además de eso, mis ojos estaban hinchados por haber estado llorando de la rabia hasta quedar dormida. Sin embargo, estando más calmada, el dolor sólo era físico. A decir verdad, recordar los eventos que ocurrieron me produjo un toque de satisfacción. La forma en la que me enfrenté a mis padres, haber sido capaz de sacar la verdad a la luz, hacer enojar tanto a mi mamá... todo eso, de alguna forma, fue liberador.

Antes de ir al baño, agarré mi celular y lo revisé. Sin exagerar, en WhatsApp tenía más de doscientos mensajes; de esos el setenta por ciento correspondía a Dafne y el treinta restante a conversaciones grupales de diferentes clases de la universidad. Ignoré los últimos y de inmediato llamé a mi mejor amiga.

-¿Cuál es mi segundo nombre? -me preguntó apenas contestó para así determinar si era yo y si podía hablar.

-Patricia.

Exhaló con tranquilidad.

-¿Dónde estabas? ¡Tu mamá me tenía loca a punta de llamadas!

-Pasé el día con Marianne -me mordí el labio.

-Querrás decir la noche.

-También. O al menos parte de ella.

-Me lo imaginé. Sólo espero que los orgasmos hayan valido el sermón y el castigo que te pondrán, eh.

-No lo hicimos, Daf. ¡Estuvimos juntas durante casi doce horas y no lo hicimos ni una sola vez!

-No lo entiendo. ¿Entonces por qué suenas tan feliz?

-Porque en vez de eso nos besamos, nos abrazamos, hablamos de cosas personales, vimos las estrellas y escuchamos música. La pasamos bien sin necesidad de tener sexo.

-Sigo sin entender.

Me eché a reír.

-Hicimos cosas que una pareja normal haría, ¿no?

-Ay no... Kathe, ella es tu follamiga. Lo peor que puedes hacer es pensar en ella como algo más.

-Lo sé, pero siento que las cosas podrían subir a otro nivel.

-No te estarás enamorando, ¿cierto?

-No, claro que no -sacudí la cabeza-. Olvida lo que dije, aún es temprano y mi mente no está funcionando como debería.

-Está bien. Así que, ¿cuál es el castigo? -cambió de tema.

-Todavía no lo sé -me dispuse a contarle entre susurros-. Ayer mi papá estaba aquí. Aproveché para enfrentarme a ellos y decirles que sabía sobre su pequeño sucio secreto.

-¡Dios mío! ¿Qué te dijeron?

-No lo confirmaron, pero tampoco lo negaron. Mi mamá lo único que hizo fue plantarme una cachetada en la cara.

-¿Una cachetada? -preguntó sorprendida.

-Así es, una muy dolorosa, por cierto. Pero estoy bien, creo que puedo cubrirla con maquillaje.

-Eso espero.

-Daf, ¿te importa si sigo contándote todo cuando estemos en el salón? Aún no me he bañado.

-Vale, pero quiero lujo de detalles.

-Nos vemos allí -colgué.

Abrí la puerta de mi dormitorio y con sigilo me dirigí hacia el baño. Antes de entrar, pasé por la habitación de mi mamá. Me percaté de que ella no se encontraba allí y supuse que había salido. Tomando provecho de eso, me bañé tan rápido como pude, me vestí con lo primero que agarré, me puse algo de maquillaje y salí para la universidad. Lo menos que quería era enfrentarla de nuevo.

SERENDIPIA PARTE I: MARIANNEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora