El sabor a sangre no me importó en lo absoluto porque el zoológico que sentía en mi interior estaba de vuelta y lo compensaba todo. Coloqué mis manos en su nuca y la agarré como si fuese una pequeña niña aferrada a su caramelo favorito, aquel que tenía prohibido comer y que en cualquier momento se lo iban a quitar. Los brazos de ella, por el contrario, yacían inmóviles sobre el suelo. Cuando me percaté de eso, agarré su mano derecha y la coloqué sobre mi pierna.
-¿Qué sucede? -pregunté en vista de que no me tocaba.
Respiró profundo como si estuviera esforzándose por contenerse.
-Estamos en mi apartamento, en medio de la madrugada y nadie sabe que estás aquí.
-¿Y? -la miré confundida.
-No habrá interrupciones. No serás salvada por la campana como en las veces anteriores, así que, si no estás segura o si no quieres hacerlo, por favor dilo ahora.
-Demonios, sí quiero -miré sus labios-. Lo quiero tanto.
-¿Y estás segura de ello?
-Sí.
No estaba del todo segura, pero me encontraba en un punto de mi vida donde no tenía nada claro. Lo que único que sabía con certeza era que, si le decía que no, me arrepentiría después. Ante mi respuesta, Marianne se mordió el labio y desató mi lazo. Acomodó cada cabello hacia el lado derecho, se acercó a mi cuello y susurró en mi oído:
-He deseado esto desde hace tanto tiempo.
Volvió a mi boca y me besó como nunca antes me había besado; con tanto anhelo, con tanta pasión, con tantas ganas. Y sus manos... sus manos estaban desenfrenadas recorriendo cada rincón de mi cuerpo. Minutos después, mi camisa reposaba en el suelo a varios metros de nosotras. Nos estábamos besando cuando pasó algo que me tomó por sorpresa: ella, con una sola mano y en un solo intento, desabrochó mi brasier dejando mis senos al descubierto. O al menos por unos breves segundos, porque enseguida cubrí mis pechos con mis brazos.
-No te avergüences -extendió sus brazos-. Por favor, déjame verlos -asentí, bajé mis manos y agaché la cabeza-. Oh Katheleen, son una verdadera obra de arte -dijo sin despegar su vista de esa particular zona.
Pude sentir cómo me sonrojaba, sin embargo, aquella vez era un sonrojo diferente, era uno acompañado de mucho calor por todo mi cuerpo. Desvié la mirada a otro lado por vergüenza, pero ella agarró mi cara y me besó. Poco a poco, me acostó sobre el frío suelo. Continuó besándome y acariciándome para hacerme entrar en calor, o bueno... más de lo que ya estaba. Finalmente, el trayecto la llevó a mis senos.
-De verdad que son preciosos -dijo mientras los acariciaba.
Mis pezones se pusieron duros con sólo sentir las palmas de sus manos rozándolos. Marianne aprovechó para acercar su boca a mi seno izquierdo y lamerlo. Contraje mi abdomen intentando conservar un poco de mesura, cosa que cada vez se volvía más difícil ya que todo lo que hacía me encantaba. Ella lamía, succionaba y mordía mis pezones; agarraba, apretaba y soltaba mis senos; afirmaba sus uñas contra mis costillas, mi espalda y mi abdomen. Era tan hábil y tan buena que me hacía sentir que estaba tocando el cielo.
Después de un rato, continuó con su recorrido hacia abajo a la vez que besaba mi costado izquierdo. Cuando llegó a la parte baja de mi abdomen, me alzó un poco, desabrochó mi short y me lo quitó. Mi reacción fue apretar las piernas. En ese momento pude sentir toda la humedad que se acumulaba entre mis bragas.
-Date la vuelta -me ordenó.
Demoré un par de segundos en reaccionar, pero apenas lo hice, me coloqué tal y como me pidió. Una vez boca abajo, me quito las bragas y clavó su mirada en mi trasero. Estaba tan avergonzada que decidí no seguir viendo lo que hacía. Apoyé mi antebrazo sobre el suelo y me recargué escondiendo mi cara en él. Lo siguiente que sentí fueron sus uñas bajando desde mi nuca hasta mi culo; allí aprovechó para darme una nalgada. Dejé escapar un quejido más fuerte que los anteriores. Ella lo compensó llenándome la espalda de besos y recostándose sobre mí. Entonces me agarró de la cintura, me alzó, deslizó su mano por mi abdomen y se detuvo en mi vulva.
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SERENDIPIA PARTE I: MARIANNE
RomanceKatheleen es una adolescente obediente, sumisa y callada. Durante sus veinte años, ha estado acostumbrada a complacer a las demás personas llegando incluso a dejar en segundo plano su propia voluntad. Sin embargo, cuando conoce a Marianne, una chica...