El viernes a las cuatro, Dafne se presentó en mi residencia con una misión: lograr que mi mamá me diera permiso para quedarme a dormir en su casa. Ella había intercedido en muchas ocasiones para que me dejara ir a fiestas o paseos, pero era la primera vez que lo hacía para dormir por fuera de casa. Me mantuve escéptica.
—No hay forma de que lo logres —me crucé de brazos.
—¿Debo recordarte que tu mamá me adora?
—Eso no quiere decir que puedas hacer milagros.
—Kathe, ¿por qué eres tan pesimista?
—Realista —corregí—. Una cosa es pedirle que me deje ir a tu casa a ver un maratón de Crepúsculo y otra, muy diferente, que me deje dormir allá. Además, no sé qué necesidad hay. Puedo ir a la fiesta y regresarme temprano.
—¡Es tu primera cita con Matthew! Eso de regresar antes de doce sólo funciona en las películas de Disney. Cualquier otra chica puede hacerle compañía a tu príncipe toda la noche.
—Detén el carruaje. Dijo que nos veíamos allí, no que era una cita.
—Estoy segura de que a eso se refería.
—Debió ser más explícito —me encogí de hombros—, o al menos volver a tocar el tema.
—Es un hombre. ¿Qué esperas de él?
Me eché a reír.
—Bueno, si crees que puedes convencerla, adelante —me acosté en la cama—. Yo me quedaré aquí esperando. No quiero escuchar cuando te diga que no.
Dafne se puso de pie y colocó las manos en su cintura.
—Toma mi palabra: Yo nunca acepto un no como respuesta.
Salió del cuarto. Supuse que se iba a demorar, así que me puse los audífonos y entré a revisar mis redes sociales. Veinte minutos después, Dafne regresó con una sonrisa victoriosa.
—Conseguido.
—¿Qué? —me levanté de golpe—. ¿Cómo lo lograste?
—Bueno, tú sabes… Los profesores cada vez son más exigentes. Mandan trabajos y proyectos que consumen más tiempo. Para colmo, requieren de programas que funcionan mejor en mi computador.
Evoqué una sonrisa y le seguí el juego.
—Es una pena que tengamos que pasar un viernes estudiando.
—De hecho, deberíamos empezar ya —se acercó para susurrar—. Saca lo que vas a llevar y algo de dinero, porque vamos de compras.
—Eres la mejor —la abracé.
—Lo sé —presumió.
Agarré un maletín y en él metí un pijama, una muda de ropa, mi cepillo de dientes, parte de mis ahorros del mes y dos o tres libros en caso de que a mi mamá se le ocurriera revisar. Entonces fuimos a la habitación de mi mamá para despedirnos. Por suerte, ella no me hizo ninguna pregunta. Sólo se limitó a desearnos suerte con el trabajo y recordarme que le escribiera de vez en cuando. Dafne y yo pedimos un carro y lo esperamos afuera de la casa.
—¿Crees que Marianne vaya?
—No sé —le aparté la mirada—, y tampoco me importa.
—La vez pasada parece que se puso celosa. No despegó los ojos de ti ni un segundo cuando hablabas con Matthew.
—¿Por qué me dices eso?
—Porque no quiero que intente sabotearte. Ni que por su culpa te desvíes de nuestro plan inicial.
ESTÁS LEYENDO
SERENDIPIA PARTE I: MARIANNE
RomanceKatheleen es una adolescente obediente, sumisa y callada. Durante sus veinte años, ha estado acostumbrada a complacer a las demás personas llegando incluso a dejar en segundo plano su propia voluntad. Sin embargo, cuando conoce a Marianne, una chica...