Capítulo 45: Un nuevo comienzo

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En muchas ocasiones pensé en lo que habría sucedido si hubiese aceptado lo que Deborah me ofreció, pero sabía que negarme era la decisión correcta. Necesité tocar fondo una vez para por fin aprender que no podía seguir pasando encima de mí para intentar alcanzar a alguien que había decidido marcharse. Y si era verdad que Marianne estaba internada en un centro de rehabilitación, entonces no había un mejor lugar donde ella pudiera estar, ni siquiera a mi lado.

Ya era hora de liberarme de las cadenas que yo misma me había colocado. Debía dejarla ir y empezar a cuidarme a mí, es por eso que decidí retomar mi vida habitual. Me dispuse a realizar el ensayo para aplicar al intercambio en Australia. Me dediqué por completo a eso durante los dos días que quedaban de plazo. No abrí ningún otro libro que no tuviera que ver con el tema que había escogido y no tomé ni un sólo descanso salvo por las pocas horas que destinaba para dormir. Sin embargo, mis esfuerzos fueron en vano. Aunque lo intenté, cuarenta y ocho horas no fueron suficientes para recuperar el tiempo que había perdido todos esos meses.

Cuando se hizo la medianoche del miércoles, envié mi incompleto ensayo directo a la papelera de reciclaje y apagué el computador con rabia. Estaba totalmente agotada. Me lancé a la cama, coloqué una almohada sobre mi cara y empecé a llorar hasta quedarme dormida. Al día siguiente, forcé mi mejor sonrisa y fui a clases con el mejor ánimo posible porque, a pesar de que no pude aplicar, Dafne sí lo hizo y lo menos que podía hacer era darle fuerzas mientras los jurados decidían quiénes iban a ser los finalistas.

A medida que las semanas pasaban, Dafne se ponía cada vez más nerviosa. Cuando recibía un mensaje de texto o le entraba una llamada, daba un brinco y detenía lo que estuviera haciendo para contestar. Sin embargo, ante la falta de noticias, se puso pesimista. Afirmaba que si todavía no se habían comunicado con ella era porque no les había gustado su ensayo lo suficiente como para ser seleccionada. Yo, que lo había leído, sabía que eso no era posible puesto que su escrito estaba impecable. La animé diciéndole que tal vez aún no habían deliberado sobre los otros ganadores. Lo que ninguna de las dos esperábamos era que los resultados llegaran más pronto de lo pensado.

—Antes de empezar, tengo algo importante que comentarles —el profesor Wiltmore, entusiasmado, se desplazó entre las sillas—. Me complace anunciar que ayer en la noche recibí la lista con los diez nombres de los ganadores del intercambio.

Más de medio curso se estremeció.

—¿Quieren que lea los ganadores?

Todos gritaron al unísono.

Tomé la mano de Dafne; ella estaba fría.

—Relájate, estoy segura de que tu nombre está allí —sonreí.

—En este curso hay cinco de los diez ganadores —dijo el profesor mientras revisaba la lista—. La primera persona es… Dafne Hamilton. ¡Felicidades! Tu ensayo quedó en el puesto número uno.

Todos voltearon a verla. Instantes después, los aplausos se hicieron escuchar. Dafne se giró para verme, tenía una cara de sorpresa que era bastante gratificante de observar.

—¡Felicitaciones! —la abracé.

—Kathe, tengo que decirte algo…

—Puedes guardar las palabras de despedida para después. No te irás enseguida, ¿lo sabes? —bromeé un poco para calmarla.

—No, no es eso.

—Dafne —el profesor la volvió a llamar—. Por favor, quédate al frente mientras llamo al resto.

Se puso de pie y se acercó a donde estaba el profesor. Mientras él continuaba leyendo los nombres, pensaba en lo mucho que me iba a hacer falta mi mejor amiga. Una parte de mí estaba feliz porque aquel era su sueño y ella más que nadie lo merecía, pero la otra estaba triste porque, sin saber quiénes más quedaron de finalistas, sabía que Dafne iba a ser la persona que se ganaría el intercambio completo por los semestres que quedaban de carrera.

SERENDIPIA PARTE I: MARIANNEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora