Capítulo 16: Enséñame cómo hacerlo

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-No hay manera de que esto esté bien -dije mientras las puertas del ascensor se abrían-. ¿Y si la ama de llaves decide hacer limpieza?

-No lo hará.

-¿Cómo puedes estar tan segura? Y si...

-¿Sabes qué? -me interrumpió y me dio la tarjeta-. Tú escogerás qué hacer con ella.

Observé aquel trozo de plástico entre mis manos por un par de segundos. Recordé lo que había sucedido la noche anterior y aquello bastó para que me armara de valor y entrara al ascensor justo antes de que las puertas se cerraran.

-¿Te vas a quedar allí parada? -mantuve presionado el botón que mantenía las puertas abiertas.

Ella entró con una sonrisa. Era todo o nada con tal de revivir ese momento de pasión desenfrenada. Con el estómago revuelto, di un paso hacia adelante y coloqué la tarjeta cerca del lector. Una luz verde se encendió y el ascensor empezó a andar omitiendo el resto de los pisos. Mi corazón latía más fuerte a medida que nos acercábamos a nuestro destino. De nuevo, la chica del cabello corto me tenía haciendo cosas que nunca antes habría imaginado.

-Hemos llegado -una voz robotizada nos avisó.

El elevador se abrió. Salimos y nos topamos ante una puerta con un lector igual al del ascensor. Puse la tarjeta a un centímetro y se produjo el leve sonido de la cerradura desbloqueándose.

Apenas vimos hacia adentro, quedamos boquiabiertas. Ingresamos con timidez. La habitación era enorme, quizá diez veces más que mi cuarto, y estaba iluminada de forma que las finas baldosas del suelo reflejaban las luces del techo. Me aproximé a la cama, era de al menos tres cuerpos y estaba pulcramente arreglada con una funda color vino tinto y detalles dorados elegantes. Estiré mi mano para tocar la tela y descubrí que era muy suave.

-Ven a ver esto -me dijo desde una esquina. Caminé a donde estaba y vi que manipulaba un iPod fijado a la pared-. Si quieres, podemos poner la banda sonora de 50 Sombras de Grey.

Me reí y le di un codazo.

-¡Ya quisieras!

Me percaté de que una de las paredes estaba hecha de vidrio en su totalidad permitiendo ver hacia el exterior donde había un patio con piscina. Busqué la parte corrediza y salí a indagar más. Afuera estaban dos sillas de bronceado que lucían cómodas, unas modernas sombrillas a juego y una mesita blanca. Caminé hasta el borde y me recosté a la barandilla de seguridad para tomar un poco de aire; desde allí se podía ver gran parte de la ciudad.

-Sala de estar, minibar, televisor inteligente, jacuzzi, duchas con hidromasaje, cuadros de arte moderno y además una piscina -se puso al lado mío-. Este lugar es increíble.

-¿Cuánto crees que cueste pasar la noche aquí?

Se encogió de brazos.

-Tal vez lo suficiente como para ponernos a lavar platos durante cuatro meses si somos descubiertas.

-Podríamos hasta estar en problemas legales por esto. Dios, no sé cómo pude haber pasado esa tarjeta.

-La cuestión no es cómo, sino por qué -me miró-. ¿Entramos?

Aquella palabra con tanto trasfondo y esa mirada llena de lujuria hicieron que me mordiera el labio. Mi gesto no pasó desapercibido por mi compañera quien me agarró de la cintura. Quería torturarla un poco antes de ceder a nuestros deseos, así que acomodé mi cabello hacia un lado y le exhibí mi cuello descubierto.

-¿Y qué hay de mamá? No tardará en notar mi ausencia -miré directo a sus labios a propósito.

Ella empezaba a ponerse impaciente.

SERENDIPIA PARTE I: MARIANNEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora