Dos días después.
Mi mamá me llevó a clases tal y como se había vuelto rutina para nosotras, pero con la particularidad de que aquella vez me devolvió mi celular. En un principio, pensé que se había rendido conmigo y con el castigo que me puso, pero después descubrí que en mi teléfono había una nueva aplicación a la que no podía acceder ni desinstalar a menos que pusiera una contraseña. Escribí el nombre en el buscador y descubrí que esa aplicación era por pago y se utilizaba para rastrear la ubicación de los dispositivos registrados dentro de una misma red: esa sería la nueva medida que iba a tomar conmigo. Sinceramente, aquello no me molestó puesto que entre mis planes no estaba volver a escaparme ni cometer más estupideces.
-¡Kathe! -Dafne me abrazó por detrás-. Vaya, tienes tu celular de nuevo. Parece que no te fue tan mal con tu madre.
-¿Eso te parece? -le mostré el mensaje de la aplicación que me pedía contraseña de acceso.
-¿Qué diablos es esto?
-Es una aplicación de rastreo.
Hizo una mueca.
-Bueno, eso es un poco espeluznante.
-Está bien -me encogí de hombros-. De todas formas, no iré a ninguna parte que no sea la universidad o mi casa. Ya no habrá más "siguiendo las pistas de Marianne".
-Así se habla -me dio un codazo.
Entramos al salón de Ética y me dirigí hacia mi antiguo puesto por costumbre. Entonces recordé que tenía otras compañeras y cambié de rumbo a donde estaban Dafne y Grecia.
La clase fue en su totalidad teórica. Un chico expuso un tema que después la profesora explicó a profundidad. A decir verdad, no pude prestar atención a ni una sola palabra porque mis ojos se desviaban en todo momento hacia el rincón donde Marianne y yo nos sentábamos. Recordé cuando entró al salón por primera vez con el porte de chica mala y aquella chaqueta de cuero que sólo a ella le quedaba tan bien. Recordé cuando, entre todas las personas, me escogió a mí y se acercó con tanta seguridad. Y, sobre todo, recordé cómo en un principio no quería que ella fuese mi compañera. ¡Qué irónica que es la vida! Meses después, todo lo que quería era volver a verla.
Me odiaba demasiado porque cuando por fin había asimilado la idea de olvidarla y salir adelante, mi cerebro no hacía más que obligarme a pensar en ella y recordarme lo tonta que había sido.
-¿Todo anda bien? -Dafne me preguntó.
-Oh, sí -mentí-. Sólo estoy aburrida.
Soltó un bostezo.
-¿Quién puede culparte?
Cuando la clase se terminó, salimos del salón con prisa. Teníamos planeado dirigirnos a la cafetería de la universidad para atiborrarnos de café y poder soportar algo mucho peor y más tedioso que la clase anterior: el trabajo final de Macroeconomía.
-Psss... ¡Princesa! -alguien me llamó al cruzar el pasillo.
-No puede ser -reconocí la voz y me giré temerosa de tener la razón sobre su procedencia-. Deborah.
-¿Esa es la prima de Matthew?
-Sí -apreté los labios.
-¿Quieres que vaya contigo?
-No, necesito hacerlo sola. Espérame aquí.
Me acerqué manteniendo una distancia prudente, pero ella se lanzó sobre mí y me dio dos besos.
-¿Qué tal, linda? -me habló sin ningún remordimiento-. Luces mucho mejor que la última vez que te vi, aunque con más ropa -hizo un puchero burlesco.
-¿Qué demonios haces aquí?
-Vine a verte.
-¿Cómo me encontraste?
-Entré al usuario académico de mi primito, descargué su horario y le eché un ojo a la lista de estudiantes hasta toparme con tu nombre. Pero no voy a dármelas de que fue una hazaña, porque en realidad fue fácil. Su contraseña es lacrosse123, ¿puedes creerlo?
-Vamos al grano. ¿Qué es lo que quieres?
-Tengo información exclusiva respecto a Marianne.
-Estás un poco desactualizada. Eso ya no me interesa -le di la espalda y me alejé unos centímetros.
-¿Estás segura? ¡Porque sé dónde está ahora mismo!
Frené de inmediato al escuchar aquellas cinco palabras. Apreté mis puños y cerré mis ojos mientras lo meditaba. Tras unos segundos, me giré para verla de nuevo. Deborah sonrió victoriosa.
-Já... justo lo que pensé.
Me crucé de brazos.
-Dime, ¿cuánto me va a costar esta vez?
-Tranquila, no voy pedirte dinero ni hacer que te drogues.
-No voy a acostarme contigo de nuevo -le advertí.
-¡Auch! Tú sí que sabes herir el ego de una lesbiana -bromeó-. Pero no, no se trata de eso.
-¿Entonces?
Se aproximó para susurrarme al oído.
-Tengo que hacer una entrega grande a un nuevo cliente que está muy quisquilloso. No quiere darme la dirección de su residencia y me pidió que nos encontremos en un parque en la tarde -me contó con voz seria-. Se me ocurrió que, a cambio del gran dato que te tengo, tú podrías hacer eso por mí.
-¿Acabas de perder la cabeza? -espeté.
-Entiendo que tengas miedo, pero las entregas en sitios públicos son más cotidianas de lo que crees.
-¿Y por qué no lo haces tú?
-Porque en el parque hay una estación de policía y yo luzco como la clase de persona que levantaría sospechas. En cambio, tú, con esa carita de niña buena que tienes... Quiero decir, si no te conociera bien, pensaría que no eres capaz de matar ni a una mosca.
-¡No seré tu mula! -exclamé indignada.
-Deberías pensar en lo que puedes conseguir -bajó la voz-. Si haces lo que te pido, para el final de la tarde no sólo sabrás la ciudad donde Marianne está, también tendrás la dirección exacta.
-Repito: no seré tu mula.
Intenté irme, pero ella me agarró del brazo con fuerza.
-Te voy a motivar con una pequeña pista: está internada en un centro de rehabilitación.
-¿Qué? -pregunté sorprendida.
-Así es, princesa -sonrió con todos sus dientes-. Parece que, después de todo, lograste hacer un cambio en ella... O al menos por ahora. Esos lugares son horrendos -hizo una mueca-. Es muy fácil desanimarse. Por experiencia propia, sólo digo que una visita tuya le caería muy bien en estos momentos. ¿Qué dices?
Permanecí en silencio hasta que por fin tomé mi decisión.
-Marianne está siguiendo adelante y eso me alegra mucho, pero quizá yo debería empezar a hacer lo mismo.
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SERENDIPIA PARTE I: MARIANNE
RomanceKatheleen es una adolescente obediente, sumisa y callada. Durante sus veinte años, ha estado acostumbrada a complacer a las demás personas llegando incluso a dejar en segundo plano su propia voluntad. Sin embargo, cuando conoce a Marianne, una chica...