Capítulo 35.

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El olor a metal y suciedad me despierta poco a poco.

Empiezo a sentir a mi cuerpo pesado, y empiezo a darme cuenta de que tengo mis manos y mis piernas separadas y esposadas. Mis manos están colgadas por encima de mi cabeza.

Abro los ojos poco a poco mientras estos se adaptan a la oscuridad de la habitación en la que me encuentro. Lo primero que veo es a Gavan en frente de mí, esposado con las manos colgadas sobre su cabeza justo como estoy yo.

Sus ojos se posan en los míos salvajemente.

Yo le miro casi llorando, esto no va a acabar bien.

Pensaba que a él no le habrían cogido.

Un chico vestido completamente de negro mira a Gavan y rápidamente Gavan desvía su mirada de mí hacia el chico. Este se gira y me mira, y al darse cuenta de que estoy despierta empieza a sonreír.

-Mira quién se ha despertado.-dice acercándose a mí.

Otros dos hombres aparecen de entre las sombras y se sitúan al lado de Gavan.

-Bueno ya que estamos todos podemos empezar.- continua hablando mientras veo como saca un cuchillo de su chaqueta.- Supongo que ya sabéis por qué estáis aquí, ¿no?

-Déjala, ella no tiene nada que ver con esto.- oigo decir a Gavan.

-Claro que tiene que ver en esto. Por eso vamos a hacer que aprendáis a rectificar.- No puedo distinguir ningún rasgo de su cara, ya que un pañuelo tapa su boca y su nariz, solo veo sus ojos de un marrón muy oscuro, y oigo su voz que es extremadamente áspera.- Si te das cuentas Annie, los americanos quieren a las cosas bonitas, por eso vinieron España, y al ver que no podían conseguirlas las destruyeron. Lo mismo pasa contigo, Annie. Eres guapa, y ese es tu problema.

El chico camina por detrás de mí mientras el cuchillo danza entre sus dedos.

Me sorprende que sepa mi nombre pero antes de que pueda preguntarle cómo lo sabe el chico está delante de mí otra vez.

Me coge la cara con una mano y la aprieta con rabia.

-¿Ves esto, soldadito?- dice mirando a Gavan.- Esto es propiedad española. Pero te voy a hacer más fácil que la dejes en paz.

Sin dejar de sujetar mi cara coge el cuchillo y lo pone en el borde de mi ojo derecho, lentamente le baja mientras este va rasgando la piel de mi cara a su paso.

Cierro los ojos, no duele excesivamente pero me siento humillada e indefensa.

-¡Para! ¡Déjala! - grita Gavan moviendo sus cadenas y lo único que consigue es que los hombres que están a su lado le den varios puñetazos en el estómago para que se calle.

-Tranquilo Romeo. Esto es solo el principio.

-¡Es mi culpa! ¡Ella no ha hecho nada, no se lo merece! ¡Déjala! -grita otra vez y después los hombres le vuelven a pegar.

El chico se gira y me mira con un brillo en sus ojos que denota superioridad.

-¿Has visto? Ese es el problema de los americanos, se vuelven locos y son capaces de hacer cualquier cosa. –sigue dando vueltas a mi alrededor, y aunque no le veo oigo el sonido de sus botas contra el suelo como una canción infernal.- Está completamente loco de amor por ti, y es capaz de morir con tal de que no sufras. Pero no se da cuenta que le quiero hacer sufrir y si le mato no sufrirá. –se para enfrente de mí, y me mira señalándome con el cuchillo.- Pero si te hago daño a ti, todo se magnifica.

El Soldado Del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora