No fue fácil ir a clase aquel día sabiendo que no volvería a ir. Había pasado casi toda mi vida allí. Había hecho amigos, había vivido tantas experiencias...
Era muy triste.
Pero también era irónico.
De pequeña no quería ir al colegio porque no quería separarme de mi madre, y de mayor no quería ir porque eso significaba estudiar.
Ahora en cambio sentía una extraña sensación de vacío por no abandonarlo.
Acompaño a Matt y a Rose a sus clases sin contarles nada, ya se lo explicaré todo en otro momento con más calma.
Suena el timbre y toda la gente que está en los pasillos comienza a irse a sus respectivas aulas.
Me cruzo con Elisa, la única que me cae bien de mi clase y de todo el instituto. Me hace un gesto con la cabeza para que vaya con ella pero yo simplemente niego y gesticulo un " Luego voy".
Mentira por supuesto.
Cuando llego al despacho del director se abre la puerta y aparece delante de mí Celia, la perfecta Celia.
Ya no puede evitar su tripa que ha crecido enormemente en los últimos meses por el embarazo.
Ni siquiera me mira, no me echa una de esas miradas de superioridad a las que estoy acostumbrada. Solo mira al suelo al pasar por mi lado.
¿Quién se lo iba a decir? En realidad, sentía cierto miedo porque estaba segura que sus padres tan ricachones y perfectos no soportaban ver a su hija embarazada, y de un estadounidense. Celia no se merecía eso, al fin y al cabo no era tan mala persona.
Recuerdo que de pequeña cuando teníamos seis años y todavía no había empezado la guerra, solía pensar que ella era la peor persona que había conocido. Me quitaba los juguetes, y siempre se reía de mí. Luego cuando crecimos la empecé a tener envidia por su ropa, mucho más bonita y cara que la mía. Pensaba que esa niña era el demonio en persona, y ese era mi mayor problema por aquel entonces.
Era tan inocente e ingenua.
Aunque nadie podría haberme avisado de lo que el futuro me tenía preparado.
Dejo mis pensamientos a un lado y llamo a la puerta. Oigo una voz desde el interior decir "adelante" y entonces la abro.
Había entrado muy pocas veces en el despacho del director, sólo cuando me peleé con un chico con siete años y Alex salió a defenderme. Luego había estado por algunos problemas con la matrícula pero en contadas ocasiones.
Era un despacho bastante simple aunque lo recordaba más grande.
Había una gran mesa llena de papel, una silla negra bastante cómoda y muchas estanterías llenas de carpetas.
-Señorita Montenegro, ¿a qué debo el placer?
Era agradable que supiera mi apellido, aunque teniendo en cuenta que no era un instituto demasiado grande, no era difícil de esperar.
Suspiro sabiendo que si se lo digo no habrá marcha atrás.
Pero la decisión ya estaba tomada.
-Voy a dejar el curso.
El rostro del director refleja la sorpresa a pesar de que no era la primera ni la última alumna que le decía eso.
Probablemente su mayor fastidio era que estaba perdiendo dinero, que yo ya no le pagaría más y que me tenía que devolver bastante dinero.
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El Soldado Del Viento
Novela JuvenilFinales de la Tercera Guerra Mundial. En una España completamente desolada por la guerra, los soldados americanos invaden cada rincón de las ciudades. Y en una pequeña ciudad cerca de la capital española no es una excepción, varios soldados se encue...