Esa noche no fue una buena noche ni para Rose ni para mí. Yo no podía dormir, ella sí, pero tenía que despertarla cada pocos minutos pues no paraba de gritar en sueños. Y luego empezaba a llorar desconsoladamente.
Puedo imaginarme lo que se siente al no ver a tus hermanos y sentirte sola completamente sola. Y después que venga un soldado al que no conoces ni entiendes lo que dice.
Siempre había pensado que los errores que cometían las personas mayores ya sean los políticos o de cualquier tipo no tienen que repercutir en los niños pues ellos no han hecho nada. Y eso se reflejaba en la guerra. Tantos niños muertos, y otros sin un lugar donde vivir o algo que llevarse a la boca... Me ponía la piel de gallina.
A la mañana siguiente no fue nada fácil convencer a Rose a salir a la calle a dar un paseo. Pero sabía que si se quedaba en casa sería peor pues cogería aun más miedo a salir a la calle.
Así que cuando quedé con Carla y Noe decidí llevarme a Rose y a Matt conmigo.
Aunque al principio Rose no sé separaba de mi lado por miedo a un nuevo bombardeo, al final Matt la acabo convenciendo para jugar con él.
-Pobrecita.- comentó Noe sin apartar su mirada de ella.- Los niños no se merecen lo que están viviendo.
-Lo sé.
Pero mi tranquilidad duró pocos minutos, pues Rose vuelve hacia donde yo me encuentro y se sienta entre mis piernas rodeándome con sus pequeños brazos.
-¿Qué te pasa?
-No quiero jugar más. Quiero estar aquí con vosotras.
-Vale.- digo dejando un beso en su mejilla.
-Rose cuéntanos, quién fue el superhéroe que te salvó, ¿no?- pregunta Carla con cierto retintín en su voz.
-Gavan.-contesta Rose tímidamente mientras las bocas de mis amigas forman una "o" y se clavan en mí.
-Vaya, vaya con el tal Gavan. Parece que os persigue.- dice Noe mientras sonríe mostrando su perfecta dentadura.
-Tengo curiosidad por conocerle.- añade Carla.
-No seáis estúpidas. Es un soldado, lleva un arma. Es peligroso.
-Yo creo que Rose no piensa lo mismo.- comenta Noe incitando a mi hermana a hablar.
-Es muy majo.
-¡Rose!- digo dándola un pequeño empujón mientras se oyen de fondo las risas de Carla y Noe.
Tras unos cuantos minutos más hablando nos vamos, ya que en menos de media hora yo tenía que irme a trabajar.
* * *
Al día siguiente decidí hacerle la visita que le prometí a Marta, la madre de Alex. Y ya de paso iría con Alex a hacer las compras navideñas. Así que cogí las pocas joyas de mi madre que aún conservaba y que eran uno de los pocos recuerdos de ella y los vendí sacándome el dinero suficiente para comprar un regalo a Matt y otro a Rose.
Cuando llego a la casa de Alex respiro profundamente unas cuantas veces antes de llamar a la puerta y cuando lo hago decido que ya no hay marcha atrás. Oigo pasos dentro de la casa y pronto la puerta se abre. Detrás de ella aparece un chico joven moreno y bastante alto. Me resulta muy familiar así que digo esperando no equivocarme:
-¿Rubén?
Él asiente y me examina detenidamente con el ceño fruncido, está claro que no se acuerda de mí. Pasan unos segundos hasta que su rostro se relaja, sonríe con una perfecta sonrisa que me recuerda tanto a Alex como a Juan. Y luego exclama:
-¡Annie! ¡Qué alegría verte!
Se tira a mis brazos y yo no puedo más que devolverle el abrazo. Parece que tiene más de catorce años, la última imagen que tengo de él, era jugando con un monopatín más grande que él en El Parque Del Reloj.
-¡Cuánto has cambiado! ¡Estás enorme!- digo observándole más detenidamente. Su pelo castaño está alborotado y sus ojos marrones brillan con luz propia al igual que su sonrisa.
-¡Tú también! ¡Ya verás que alegría se lleva mi madre al verte! ¡Pasa!- dice abriendo más la puerta.
La casa no ha cambiado mucho desde la última vez que entre, faltan bastantes muebles y electrodomésticos y hay variasgrietasen la pared. Pero por lo demás todo está tal y como lo recordaba.
-¿Qué tal están Rose y Matt?- pregunta Rubén guiándome por la casa, aunque me acuerdo perfectamente de donde están el salón, la habitación de Alex, la suya y la que también era de Juan, y la habitación de sus padres.
-Bien, Matt ya está hecho todo un hombrecito y Rose, en fin, sigue siendo como una muñeca.
Rubén sonríe como respuesta y luego para mi sorpresa dice gritando:
-¡Mamá! ¡Alex! ¡Tenemos visita!
-¿Quién es?- se oye la voz de Alex al final del pasillo.
-¡Annie!- se me abalanzan unos brazos sobre mí y me envuelven en un cálido abrazo.
-¡Marta!
-Annie, hija mía. ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Qué tal tu familia?
-Bueno, dentro de lo que se puede estamos bien.
-Lo sé, hija. Lo sé. Esta guerra nos ha dejado vacíos a todos. Me acuerdo muchísimo de tu madre. De cuando Alex y tú erais pequeños y hablábamos mientras vosotros jugabais sin ninguna preocupación. Y yo tenía a este hombrezuelo cogido en brazos.- dice señalando a Rubén.- Y a Juan, mi Juan, que todavía estaba con nosotros.- la sonrisa desaparece de la cara de Rubén de un plumazo y sus ojos empiezan a humedecerse al recordar a su hermano.- ¡Qué tiempos tan felices!
-¡Annie!- se oye la voz de Alex que sale de la habitación poniéndose una camiseta de tirantes, dejando ver sus esculpidos abdominales.
Me da un corto abrazo y después revuelve el pelo de su hermano despeinándole aún más.
-¿Qué tal Rose?
-Ya está en casa.- contesto sonriendo, y luego añado. -Lo siento, pero no he podido traer nada de comida...
-No tienes de que disculparte, está es tu casa, no tienes que traernos nada.- me dice Marta mirándome con emoción.
Estamos un rato hablando todos juntos, el padre de Alex y de Rubén parece estar trabajando casi todo el día.
Hablar con la señora Rodríguez después de tanto tiempo me trae recuerdos tan lejanos y que tenía casi olvidados, tantos, que me duele recordarlos.
Estar con ellos me hace sentirme en la familia que tanto extrañaba, la familia que yo tenía, que sonreía y tomaban café todos juntos.
Después de un rato Alex decide que nos vayamos a dar una vuelta. Me despido de Marta y de Rubén y salimos de la casa.
Vamos dando un paseo hacia ningún sitio concreto, solo caminamos y disfrutamos del silencio.
-Alex...-susurro mirando como le da patadas a una piedra.- Tengo miedo.
Alex me mira asombrado y se detiene.
-Estoy harta de fingir que soy fuerte y que no tengo miedo, porque lo tengo. Tengo mucho miedo. Y lo peor de todo es que cuando acabe la guerra, las cosas no van a mejorar. La gente dice que sí, pero es todo una mentira.
Alex traga saliva no muy convencido de que decir. Me mira a los ojos profundamente y antes de que pueda darme cuenta estoy rodeada por sus brazos, contra su pecho. Le he echado tanto de menos.
Me besa el pelo y me aprieta fuerte junto a él, como si así pudiéramos olvidar todo el dolor que la guerra ha causado en nosotros.
El ir de compras con Alex me hace darme cuenta de cosas que le han ocurrido de cómo es el Curso Militar y la angustia que siente su madre cada vez que Alex sale de casa.
Me hace añorar tanto a mi madre.
Al final del día ya tengo los regalos. A Matt le he comprado un coche de policía de juguete y Rose una muñeca de trapo está un poco rota, pero el dinero de las joyas de mi madre no llegaba para algo mejor.
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El Soldado Del Viento
Teen FictionFinales de la Tercera Guerra Mundial. En una España completamente desolada por la guerra, los soldados americanos invaden cada rincón de las ciudades. Y en una pequeña ciudad cerca de la capital española no es una excepción, varios soldados se encue...