Capítulo 10.

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Una sensación de mareo inunda todo mi cuerpo. Cuando mi cabeza vuelve a la cordura  tengo que pestañear varias veces para que mis ojos se adapten a la claridad de la habitación.

Busco en ella a alguien, pero está completamente vacía.

Me incorporo y al instante un dolor atraviesa todo mi cuerpo lo que me hace mirar la herida. Está vendada como si un médico lo hubiera hecho, aunque probablemente se trate de Gavan.

Salgo de la cama y camino por la habitación con dificultad por mi pierna. Acabo saliendo de esta y vagando por el campamento militar.

No sé como lo hago, pero acabo entrando en una tienda de la que se oyen gritos espeluznantes.

Descubro que se trata de la enfermería, pues hay un panorama desolador. Decenas de soldados tumbados en camillas me miran fijamente preguntándose quien soy y por qué no llevo el uniforme militar.

Les devuelvo la mirada viendo que no soy la única con mal aspecto y miedo. Hay una chica con múltiples cortes en la cara y sin un brazo, otros no tienen pierna, u otras articulaciones. Algunos están dormidos, otros simplemente no pueden despertar...

Un vacío recorre todo mi cuerpo. Dios mío. Esto es el infierno.

-Hey.- oigo decir a alguien detrás de mí. Me giro para encontrarme con Gavan.- ¿Cómo te encuentras?

-Bueno, mejor que antes. Gracias por sacarme la bala.

-No hay de que.- se forma un silencio entre nosotros hasta que él dice- Si quieres puedo pedirle a Jason sus muletas, él ya no las necesita.

-No, gracias, no me hacen falta.

Solo quiero irme de aquí. Ya.

Salgo de la tienda y cuando intento bajar un escalón un dolor insoportable pasa como un rayo por toda mi pierna. De mi boca sale sin permiso un sollozo. Al instante siento en mis caderas las manos de Gavan y en un abrir y cerrar de ojos estoy encima del escalón. Gavan me mira levantando una ceja, yo suspiro y luego digo arrastrando las palabras:

-Vale, quizás necesite las muletas.

Gavan como respuesta me sonríe, y ayudándome del hombro de Gavan como muleta, llegamos a su tienda de campaña.

Entramos en ella, y al instante decido que me tenía que haber quedado fuera. En la tienda está Rebecca que me mira con asco y repugnancia.

-¿Qué haces todavía aquí?- pregunta sin apartar su mirada de mí.

-Está aquí porque yo quiero.- suelta Gavan haciendo que Rebecca cierre la boca inmediatamente.

Gavan rebusca por unas cuantas maletas y yo me quedo quieta en la tienda bajo la atenta mirada de Rebecca. ¿Por qué me odia tanto? A mí la verdad es que ella tampoco me cae bien, pero eso no significa que quiera matarla.

-Aquí están.- dice Gavan sacando unas muletas de la maleta.

-¿Se las vas a dar?- pregunta Rebecca con una incredulidad muy difícil de pasar desapercibida.

-Sí.

-Pero... ¿por qué? Ella... ella es... es una...

-Española.- dice Gavan pasándome las muletas.- Ya lo sé. Y no veo el problema de dejarle unas muletas a una española.

Rebecca lanza un suspiro irritado y sale de la tienda no sin antes pasar cerca de mí y darme un empujón, probablemente a propósito.

Estoy cerca de caerme pero consigo mantener el equilibrio con la ayuda de las muletas.

El Soldado Del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora