CAPÍTULO 11.- segundo fragmento

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Lucy estaba sentada en un frío piso húmedo, totalmente sucia, despeinada, con hambre y con el maquillaje totalmente corrido. Pero aun así no tenía cabeza para otra cosa que no sea Alan, había escuchado como Alex les contaba a los demás que Alan había encontrado a su mate ¿pero qué esperaba ella? ¿Qué al cumplir 18 él sea su mate? Estúpida, eso era, una gran estúpida e idiota por permitir que sus sentimientos crecieran cada vez más.

—Como si hubiera tenido opción —se dijo a sí misma. Nunca pudo dejar de querer a Alan, desde niña lo había querido y mientras crecía ese sentimiento se hacía cada vez más grande y más profundo, tanto, que no podía hacer nada sin pensar qué pensaría Alan al respecto.

De pequeña la trataba muy bien. Nunca se olvidaría las horas que pasaba con él y Alex jugando al té. Ni cuando jugaba a las escondidas en el castillo y él era el primero en encontrarla. "¿Me buscara ahora?"pensó ella. Lo probable es que ahora él este con esa mujer.

—Y yo aquí llorándote a mares —gritó hacia el cielo.

Lucy había caído en un profundo hoyo, después de correr horas llorando. Sabía que pasaría en algún momento, el que Alan se enamorara, pero en un pedazo de su corazón guardaba la esperanza de que ella fuera de quien se enamorara.

Pero desde aquel incidente, cuando Alan cumplió 18 sabía que nunca pasaría. Él la odiaba y con justa razón.

Ella tenía 8 años y estaba en una pijamada con sus amigas en el palacio mientras que su hermano Oliver, Alan y los demás cumplían 18 y estaban en el bosque esperando su primera transformación. Estaban en su cuarto y habían encendido la chimenea. Lucy recordaba ese día muy bien, hacía frío, pero no está nublado ni llovía. Sus amigas estaban jugando con todas sus muñecas mientras ella miraba hacia la ventana.

—Que suerte tienes, Lucy, de vivir en este lugar —dijo su amiga Paola.

—Sí, yo también quisiera ser princesa —dijo Jasmine.

—Yo daría lo que fuera por estar rodeada del lindo príncipe y de sus lindos amigos —dijo Mary.

Lucy sintió algo extraño en su interior, los bellos de su cuerpo se erizaron y sintió un aroma a fresas.

—Yo quisiera casarme con el príncipe y convertirme en princesa —dijo Jasmine.

—Yo también. —Se rió Paola.

—No, yo quisiera casarme con uno de los gemelos. ¡El más serio es el más lindo! —dijo Mary.

—Pero si los dos son iguales —le respondió Jasmine.

—Para mí, no. Y ya verán, cuando crezca me casaré con él —dijo alegre Mary.

Lucy sintió ira en su interior, no sabía porque, pero las palabras de su amiga Mary la enojaban mucho.

—¡Tú no te puedes casar con Alan! —le dijo muy enojada.

—¿Por qué?— le preguntó su amiga confundida.

—Porque... Porque, ¡él es un monstruo! —dijo sin pensarlo.

Afuera del cuarto se escuchó el ruido de algo rompiéndose, sus amigas se asustaron y ella salió a ver qué había pasado. Cuando salió encontró pedazos rotos de un jarrón que había de adorno en el corredor y pudo escuchar como bajaban las escaleras muy rápido. Ella fue corriendo a ver por la ventana qué había al final del corredor, quién salía del palacio, y cuando lo hizo sintió mucha vergüenza de sí misma.

ALFA KINGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora