Incertidumbre

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Capítulo 4

Mark recordaba perfectamente el primer día que vio al Omega hacía casi dos años. Salía del banco donde acababa de terminar unas gestiones y caminaba distraído hacia su coche cuando pasó por delante de la cuadrilla que trabajaba en los jardines de la Plaza Lincoln. Paseó su mirada por ellos de forma fugaz llenándose del desprecio que esas bestias inferiores siempre le provocaban, si por él fuera todos serían eliminados, ni siquiera entendía a los que los usaban como desahogo sexual. ¿Qué podían ver en esos animales pequeños y frágiles?, desde luego nada para él, no con sus gustos y desde luego, tampoco arriesgaría su descendencia usando uno como vientre de cría.

Siguió caminando hasta alcanzar el kiosco de café que había en una esquina de la plaza. Estaba esperando su cappuccino cuando unos silbatos sonaron cerca de él y todos los Omegas que estaban trabajando por la plaza acudieron a la llamada. Tuvo que mirar dos veces para convencerse de que de verdad era un Omega y lo hizo tan solo porque estaba vestido con el uniforme institucional. Nunca había visto un ejemplar así, alto como él si no más, fuerte aunque delgado, pelo largo castaño y algo que no escapó del escrutinio de un hombre observador como él; ese Omega bajaba la mirada sumiso como los demás, pero en sus ojos había un brillo que indicaba una posición muy distinta a la que quería mostrar.

Sonrió con una mueca divertida afilando la mirada sobre el cuerpo de aquel Omega, podría ser muy entretenido averiguar cuánto tiempo sería capaz de mantener ese brillo, deseaba que mucho, eso lo haría mucho más divertido antes de tenerlo totalmente a su merced, cuando eso sucediera, ya vería que hacer con él. Apuró el paso hasta su coche y le observó un rato más mientras tomaba el café sentado en su interior, cuando terminó arrancó decidido camino de su oficina, tenía cosas que averiguar.

Dos semanas después estaba a las puertas del O.C.G.O. esperando junto con otros Alphas a que les dejaran pasar al salón donde podrían hacer la selección. Estaba algo preocupado porque su turno era de los últimos en escoger, no quería que alguno de esos tipos le privara de todos los planes que llevaba días ideando. En primer lugar presentaron a las hembras, un total de veinte ejemplares provistas de la ropa justa para cubrir sus partes pudendas. La mayoría de los Alphas hicieron su elección en este grupo para satisfacción de Mark, lo que no le impidió dedicar una mirada de suspicacia a los que quedaron esperando a los machos.

El segundo grupo era más reducido, tan solo doce ejemplares, los ojos de Mark volaron hacia el motivo de su presencia allí, no pudo mostrarse más satisfecho con su decisión al observar por primera vez el torso desnudo de aquel Omega, estaba seguro de que le iba a proporcionar muchas satisfacciones. Esperó impaciente su turno, vigilando ansioso las decisiones de los demás, saboreó la victoria cuando llegó su turno y el Omega aún seguía sobre la palestra, todavía disponible para él. La secretaria le preguntó si había algo de su agrado y el tan solo levanto el dedo señalando a Jared, la mujer hizo un gesto de afirmación y anotó algo en su bloc. Ya lo tenía, él era suyo.

Jared se encogió aquel día, cuando a pesar de tener la cabeza baja, vigilaba escondido tras los mechones largos de su flequillo que le cubrían la frente a los alphas sentados frente a ellos. Se encogió cuando vio él dedo de aquel hombre señalándole, cerró los ojos y respiró profundo, su suerte estaba echada, su vida ya tenía un dueño. Sintió la mano de uno de los celadores cerrarse sobre su brazo y tirar de él retirándole del grupo que aún esperaba, una vez fuera del salón le guió hasta su cuarto.

—Dúchate, arréglate y recoge tus cosas. En una hora debes estar listo para tu Alpha —le ordenó el celador con voz neutra antes de salir cerrando la puerta tras él. La incertidumbre hizo presa en Jared que miraba la habitación a su alrededor, desde luego que no le gustaba ese sitio pero sabía que esto era seguro, lo demás era una incertidumbre.

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