Amistades peligrosas

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Capítulo 19

—¿Habéis oído eso? —dijo Misha a medio camino de terminar de poner los platos en la mesa para la cena. Sebastian y Steve estaban con él. Los tres se miraron divertidos. —Parece que el paseo se va a alargar —comentó Steve con un patente tono de burla. Christian entraba en esos momentos en el salón, caminó directamente hasta donde se encontraba su beta y se colocó a su espalda, envolviendo con sus brazos la cintura del rubio mientras mordisqueaba su cuello.

—¿Qué es lo que se alarga? —preguntó curioso y con un tono más que sugerente. Steve rio mientras giraba la cabeza buscando los labios de su Alpha para darle la bienvenida. La brisa nocturna trajo de nuevo los aullidos hasta la casa. Christian enderezó la espalda y frunció el ceño con escepticismo, las miradas divertidas de los otros le contestaron las dudas. —Fiuuu —silbó— vaya con Jensen..., debe ser muy bueno enseñando a montar...—todos estallaron en risas durante un rato para luego seguir con lo que estaban haciendo.

Matt estaba sentado en uno de los sofás preparando los esquemas de adiestramiento de la próxima semana. Escuchó el primer aullido y lo reconoció al instante, en realidad todos lo harían ya que Jensen era el Alpha de la manada, pero él sentía como el pelo de su nuca se erizaba bajo el sonido agudo y penetrante de la llamada del enorme lobo gris. Durante un instante barajó la posibilidad de salir a su encuentro, últimamente se había distanciado tanto de él. Las imágenes del poderoso cuerpo del Alpha sobre el suyo llegaron a su mente, cubriéndolo, dominante y exigente..., dios, como ansiaba sentirse así de nuevo.

Pensó con melancolía como antes se entendían, ahora no era capaz de conectar con él, quizás de esta forma, sin la confusión que a veces podían dar palabras mal dichas o mal entendidas, reduciendo la relación a su forma más pura, primitiva e instintiva, quizás Jensen se diera cuenta de que estaba ahí para él. Él era el que se merecía estar a su lado no ese patético Omega. Se puso en pie decidido, encaminándose a la puerta de salida cuando el viento trajo un aullido de respuesta, uno nunca oído hasta ahora, uno que solo podía ser del miserable que estaba arruinando su, hasta ahora, consolidada vida. Sintió una punzada de dolor, su orgullo nuevamente herido. Se giró abandonando la entrada camino ahora de las escaleras, directo a su habitación.

Se derrumbó sobre su cama, con la espada apoyada en el cabecero de la misma mientras masajeaba el puente de su nariz intentando calmar el incipiente dolor de cabeza. Su cabeza daba vueltas alrededor de la idea de esos dos cada vez más juntos. Se inclinó sobre la mesilla para abrir el cajón y sacar el paquete de cigarrillos y un viejo encendedor. Inhaló el humo dejándolo llegar hasta el fondo de sus pulmones para después dejarlo escapar formando pequeños círculos en el aire, observándolos distraído. Extendió la mano de nuevo a la mesilla para coger el pequeño cenicero y ponerlo sobre su estómago, al hacerlo, una pequeña tarjeta blanca bajo el, quedó al descubierto. La miró de reojo y por un segundo dudó.

Se incorporó sentándose al borde de la cama, tomando la tarjeta en una de sus manos mientras la otra seguía sosteniendo el cigarrillo, la giró en su mano, leyendo y releyendo mientras su cabeza no dejaba de pensar. Se inclinó hacia delante, los codos apoyados en las rodillas, el cigarro colgando en la comisura de sus labios mientras golpeaba con la tarjeta la palma de su mano, pensando si esa sería la solución. Llegó a la conclusión de que sí, podría serlo y el no perdería nada por intentarlo, es más, si salía bien, volvería al lugar que nunca debía haber abandonado.

Dejó la tarjeta de nuevo en la mesilla, se levantó mientras aplastaba con los dedos la colilla en el cenicero dejando escapar el humo de la última calada antes de encaminarse decidido hacia la puerta. Abrió despacio y se asomó al pasillo que distribuía las habitaciones, como esperaba, no había nadie, todos debían estar abajo esperando por la cena. Esperó unos segundos mientras agudizaba el oído en previsión a que alguno decidiera que le daba tiempo a darse una ducha antes de sentarse a la mesa. Parecía que nadie había barajado esa opción.

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