Tiempo de espera

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Capítulo 11

El corto espacio que le separaba del atril se le hizo eterno. Ignorando los comentarios y los rostros de estupor de la gente, saltó sobre la plataforma apartando sin contemplaciones a la gente que se arremolinaba alrededor de Jared. Unos hombres vestidos de paramédicos trabajaban afanosamente sobre el cuerpo del Omega. Su Omega, manos enguantadas que le estudiaban, le tocaban, la sangre, había mucha sangre, demasiada. Y el olor de Jared, su esencia, se desvanecía bajo el acre regusto metálico del líquido vital que inundaba ahora sus fosas nasales.

Paralizado, observó la escena durante lo que podían haber sido horas y no llegó ni siquiera a minutos. Jared estaba inmóvil, sus ojos cerrados, la piel de su pecho y su estómago estaba abierta en profundas y desgarradoras laceraciones, Mark no había estado más de un par de minutos sobre él, pero había sido más que suficiente para que sus garras y colmillos hicieran un trabajo devastador.

Sintió que se ahogaba, que la posibilidad de que él mismo muriera si el Omega lo hacía era más un hecho que una probabilidad. El instinto protector de su lobo salió a relucir bajo el escaso control que tenía en esos momentos de sí mismo. Tenía que cuidar de Jared, apartar a toda esa gente, tenerlo junto a él y protegerlo. Emitió un grave y ronco gruñido y se lanzó hacia delante con la intención de rescatar el cuerpo de su pareja y ponerlo a salvo. Un cuerpo ancho y robusto se afincó frente a él impidiéndole el paso a la vez que unas manos se cerraban sobre sus hombros. Jensen gruñó más fuerte a la vez que forcejeaba contra aquel que le impedía llegar hasta su pareja, pero otras manos se unieron a las que ya le sujetaban.

—¡Déjales hacer Jen! —escuchó a una voz que parecía muy lejana. Siguió forcejeando, lanzando patadas al aire con una furia desesperada. El rostro de Chris se materializó ante su cara, borroso, difuminado, veía sus labios moverse a cámara lenta, le estaba hablando, pero el sonido no le llegaba, su voz venía de muy lejos, como un eco extraño en sus oídos. —¡Jensen! —gritó. El Alpha parpadeó como si saliera de un sueño para prestar atención a lo que le estaban diciendo. —¡Déjales hacer Jen! ¡Son médicos! ¡Ellos le van a ayudar!

El significado de las palabras se fue abriendo paso en su congestionado cerebro. Sintió como la furia se escurría por sus huesos, atravesaba el músculo y le abandonaba a través de la piel con un escalofrío que le recorrió de pies a cabeza. Pero la furia de alguna manera había sido buena, la furia le sostenía, le mantenía en pie y alerta. Una vez que la furia se fue lo que llego fue el miedo, miedo, dudas e incomprensión que le hubieran llevado de cabeza al suelo si no hubiera estado sostenido por los brazos de sus amigos.

—Hay mucha sangre Chris... —su voz salió rota y llena de angustia, sus ojos verdes miraban a su amigo inquietos, anegados de temor e incertidumbre. Christian dirigió una rápida mirada al lugar donde los paramédicos seguían esforzándose por estabilizar a Jared y luego regresó a conectar con los ojos suplicantes de su Alpha. El gesto del capataz era serio pero sus ojos estaban llenos de ternura y comprensión. —Si Jen, hay mucha sangre. Pero lo van a lograr —dijo mientras envolvía a su amigo en un protector abrazo— Lo van a lograr... —. Jensen se aferró desesperadamente a ese abrazo, tal como un náufrago al salvavidas que le llevaría a salvo a tierra.

Cuando por fin consiguieron estabilizarlo, lo trasladaron hasta la ambulancia que abandonó el claro dejando por detrás una enorme nube de polvo y el ululante sonido de las sirenas alejándose. Chris conducía el todo terreno de Jensen que la seguía de cerca mientras Steve, sentado junto al Alpha en el asiento de atrás trataba de tranquilizarle, aunque claramente eso no fuera posible.

Steve y Jensen entraron por la puerta de urgencias del hospital siguiendo la camilla donde reposaba el cuerpo de Jared, Los paramédicos trasladaron con eficiencia al personal de urgencias el estado y situación del paciente que dejaban ahora a su cargo y estos volaron empujando la camilla hacia el interior a la vez que gritaban órdenes y pedían pruebas. Jensen les seguía ansioso sin apartar la vista del cada vez más pálido rostro de su Omega, vigilando como un halcón el movimiento de su pecho que le indicaba que aún estaba respirando. Un celador se puso frente a él tapándole la visión de lo que hasta ahora era para él como un mantra que le aportaba esperanza.

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