Sólo

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Capítulo 26

—¡¡¡¡Jensen!!!! —la voz de Chris grita. Todos gritan. El capataz está arrodillado en el suelo, sosteniendo el torso y la cabeza de su amigo. Hay caos, voces, gritos. —¡Llamad a urgencias! —. Gente que corre... —¡Déjame ver! ¡Déjame ver! —grita Sebastian— ¡Joder! ¡Presiona aquí! ¡No dejes de presionar! —.

Él no siente nada.

—¡Jensen! Vamos Jensen, ¡aguanta! Todo va a salir bien, todo se va a arreglar, ya verás... —. Chris alienta a su Alpha, las lágrimas al borde de sus ojos, las manos presionando sobre el pecho del que ha sido su mejor amigo durante tanto tiempo que no es capaz de recordar, manos teñidas de sangre, de demasiada sangre. —Vamos, vamos, ¡joder! ¡Aguanta! ..., ¡¡Jared!!

Jared tampoco escucha nada. Jared está muerto, congelado, sí, congelado. El frío se extiende a través de su cuerpo, adormeciéndolo, embotando sus sentidos. Está muerto, no siente a Jensen, después de tantos meses, no puede sentirlo, su vínculo está en blanco, encefalograma plano, muerto. Solo puede estar así si lo pierde. —¡¡¡Jared!!! —. El grito le hace sacudirse.

Christian le llama, sus ojos le interrogan. Él no quiere mirar, no quiere mirar a Jensen y confirmar que está muerto. —¡La ambulancia está en camino! —grita alguien. – ¿Para qué una ambulancia? —piensa abatido— Está muerto..., yo también estoy muerto —.

Cierra los ojos y solo puede ver el verde apagándose, el miedo y el dolor que reflejaba el rostro de su Alpha, su boca buscando el aire. Esa boca que hace solo unos instantes le besaba, sonreía, reía. Esos ojos que habían reflejado orgullo, respeto y amor. Todo se había desvanecido, solo había hecho falta un instante, una décima de segundo, una bala. ¡Una bala!, mira el pecho de su pareja y bajo las manos cubiertas de sangre, bajo la camiseta engurruñada que Christian aprieta, ahí está, ahí está ese maldito orificio, ese diminuto y terrorífico hueco, algo tan insignificante comparado con tantas cosas y que alberga en su interior esa endemoniada bala, rápida, directa, efectiva, mortal.

Jared siente como sus ojos se nublan, su pecho sube y baja en respiraciones profundas, inhala y sus pulmones se expanden hasta el límite de su caja torácica, exhala y parece el mugido de un animal. Siente su pulso en los oídos, su corazón late y cada latido es una descarga. Bomm, lo siente. Bomm, crece. Bomm, calor..., ya no está muerto, no aún. Bomm..., es fuego, abrasa en sus venas y tiene que darle una salida, una salida para descansar al fin, con Jensen. Aprieta los puños al igual que los dientes, su mandíbula se tensa y la vena de su cuello se hincha como si quisiera escapar de su propia piel. Los grises ojos son ahora hielo, y el hielo quema, la rabia y la ira los alimentan y él sabe exactamente a donde debe dirigirlas.

Él sabe quién ha hecho esto y lo va a encontrar, pero también sabe que, aunque él no ha apretado el gatillo, él es el único responsable de la muerte de Jensen; por no hablar, por quedarse callado, por no confiar en la persona que le dio todo, que le devolvió la vida y más importante aún, le devolvió a si mismo. Indirectamente él había matado a Jensen y cuando acabara lo que tenía que hacer, pagaría por ello, no merecía vivir, no sin él. Jared corre, corre sin escuchar a nadie, corre sin volver la vista atrás. No, no necesita volverla, esta fija en su retina; Jensen, piel cerúlea donde antes había sol, gotas de sudor ahora frías ocultas bajo la espesa sangre. No necesita volver la vista atrás, ahora su objetivo está delante.

*******

No había sido tan difícil. En algún momento pensó que lo sería, que dudaría, pero finalmente, no había sido así. Si lo pensaba un poco, debía reconocer que le había dolido un poco, que verle caer le había removido cosas, cosas que en esos meses se había dedicado a enterrar, a cubrir con el despecho y el resentimiento pero que seguían estando ahí, latentes, punzantes, apareciendo en medio de la noche, robándole el sueño y empujándole, empujándole hasta donde estaba ahora. Escondido tras unos árboles, tumbado sobre el pasto húmedo de rocío, con los codos firmemente afianzados contra el suelo y sosteniendo el rifle que un día el mismo Jensen le regaló. Ironías del destino.

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