Capítulo 3.

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Antes de sentarnos se levantaron los chicos, y pedimos una copa.

Después de 2 copas y mucha charla decidimos ir a la pista.

A la media hora ya estábamos destrozadas, no éramos mucho de llevar tacones.

-¿Por qué no nos vamos a dar una vuelta o algo? -dijo Sergio.

+Está bien.

Salimos de aquel sitio a las 2:07 de la madrugada y todavía no pensábamos en marcharnos, estábamos tan a gusto con esos chicos que no nos queríamos ir.

-Ana, ¿puedes andar bien?

+Sí claro, soy una señorita.

-Venga va, sube a mis hombros, confía en mí.

+Que no en serio, no me duelen los pies.

O él era muy listo, o yo no sabía mentir, pero al final me subió a los hombros y como no, me morí de la vergüenza.

Pasaron 10 minutos, y el frío iba aumentando.

Alex y Sergio vieron que estábamos congeladas y cansadas y esto le hizo recordar una cosa a Sergio:

Chicas, si queréis podemos pasar un rato en nuestro chalet. Es algo pequeño, pero al menos podéis descansar en frente de la chimenea.

+¿Nos dejáis que lo hablemos?

-Por supuesto.

Nos apartamos un poco de ellos y mi prima dijo:

-Ana, los hemos conocido hoy, no deberíamos ir.

+Pri, ¿quieres morir de frío y quedarte sin pies por culpa de los pedazo de tacones que llevamos?

-Pues claro que no, imbécil, pero ¿y si nos pasa algo?

+Tía, se ven majos, además, es un regalo de Dios, jajaja.

-Bueno, está bien. Pero solo un ratito eh.

+Genial.

¡CHICOOOOOOOOS!- gritamos las dos. Que sí, que nos vamos unas horitas al chalet.

Por el camino, íbamos tiritando como dos cachorros. ¿A quién se le ocurre abrigarse tan poco? Pues a quienes van a ser, a nosotras.

Las idiotas también se enamoran.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora