Antes de sentarnos se levantaron los chicos, y pedimos una copa.
Después de 2 copas y mucha charla decidimos ir a la pista.
A la media hora ya estábamos destrozadas, no éramos mucho de llevar tacones.
-¿Por qué no nos vamos a dar una vuelta o algo? -dijo Sergio.
+Está bien.
Salimos de aquel sitio a las 2:07 de la madrugada y todavía no pensábamos en marcharnos, estábamos tan a gusto con esos chicos que no nos queríamos ir.
-Ana, ¿puedes andar bien?
+Sí claro, soy una señorita.
-Venga va, sube a mis hombros, confía en mí.
+Que no en serio, no me duelen los pies.
O él era muy listo, o yo no sabía mentir, pero al final me subió a los hombros y como no, me morí de la vergüenza.
Pasaron 10 minutos, y el frío iba aumentando.
Alex y Sergio vieron que estábamos congeladas y cansadas y esto le hizo recordar una cosa a Sergio:
Chicas, si queréis podemos pasar un rato en nuestro chalet. Es algo pequeño, pero al menos podéis descansar en frente de la chimenea.
+¿Nos dejáis que lo hablemos?
-Por supuesto.
Nos apartamos un poco de ellos y mi prima dijo:
-Ana, los hemos conocido hoy, no deberíamos ir.
+Pri, ¿quieres morir de frío y quedarte sin pies por culpa de los pedazo de tacones que llevamos?
-Pues claro que no, imbécil, pero ¿y si nos pasa algo?
+Tía, se ven majos, además, es un regalo de Dios, jajaja.
-Bueno, está bien. Pero solo un ratito eh.
+Genial.
¡CHICOOOOOOOOS!- gritamos las dos. Que sí, que nos vamos unas horitas al chalet.
Por el camino, íbamos tiritando como dos cachorros. ¿A quién se le ocurre abrigarse tan poco? Pues a quienes van a ser, a nosotras.