-Ana por favor...quiero hablar contigo.
Sabía que era él, Álex. No me giré por el simple hecho de que iba a empezar a llorar.
+Déjame sola, por favor...después hablamos.
Salí de casa con las lágrimas en los ojos, no debería de haber hablado así a Álex.
Respiré hondo, me sequé las lágrimas de nuevo y fui corriendo en busca de Álex.
+ALÉX, LO SIENTO, NO DEBERÍA DE...
Álex estaba cabizbajo, sentado en la cama.
+Álex...yo...la he fastidiado.
-No, tranquila...no es culpa tuya.
Me senté a su lado y vi como empezaron a brotar lágrimas de sus ojos.
+No quería hablarte así, no te lo mereces.-dije con un nudo en la garganta mientras le secaba las lágrimas. Se me caía el mundo encima al verlo llorar.
-Puede que me lo merezca, pero sólo quería hablar de lo que te pasa.
+¿Cómo que de lo que me pasa?
-Me lo ha contado Katrina.
+Pues eso...ya sabes por qué estaba así y no puedo remediarlo...me gustas, y sé que es demasiado pronto y no quería que te enterases de todo esto. Lo sé, soy idiota.
Me eché las manos a la cara y de nuevo lloraba como siempre, al recordarlo.
Álex me apartó las manos de la cara y mientras me secaba las lágrimas dijo una frase que nunca iba a olvidar.
-Las idiotas también se enamoran. También tienen sentimientos, y por muy patosas que pueden llegar a ser la necesitamos. ¿Sabes qué? Yo quiero a una idiota en mi vida, y que no se vaya nunca.
+Pero yo no soy tu idiota.
-¿Quién dice que no?
+Yo...
Me rozó la barbilla y me dio un beso en la mejilla.
-Y ahora, ¿quién lo dice? Nadie, así que vamos, no llores más y sonríe, que eres preciosa.
Me quedé roja, pero feliz, me había perdonado y eso era muy importante para mí.