Capítulo 12.

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Katrina cogió ropa suficiente para aquellas pequeñas vacaciones fuera del pueblo mientras Álex y yo nos acurrucábamos en el sofá, hacía muchísimo frío ese día.

Katrina y Sergio ya salían de la habitación. Sergio llevaba una pequeña maleta a sus hombros, me quedé extrañada.

+¿Dónde vas con eso?

-Prima, nos vamos una semana a casa de Álex y Sergio, ¿te apetece? Tus padres no vuelven hasta pasadas dos semanas, no hay por qué preocuparse.

+Pues claro que me apetece pero ¿y los estu...

-Calla, ya lo hemos hablado y no hay problema.

+Bueno, entonces...está bien, por probar. Además, mis padres están de vacaciones.

Salimos de allí y nos dirigimos a mi casa. Como era de esperar, mis mascotas me recibieron como si no me hubieran visto desde hace meses. La casa estaba vacía, ya se habían marchado mis padres por lo que parecía. Cogí 8 sudaderas, 4 leggins y 3 pitillos, mis Vans, unas zapatillas nike y por supuesto, mi pijama. Me di una ducha rápida y me puse una de mis sudaderas favoritas con unas leggins y las deportivas. Cogí dinero de mi hucha y me senté en el sofá del salón.

+Lista, podemos marcharnos, pero antes de nada...¿y mis mascotas quién las cuidará este tiempo?

-Tranquila, se vienen con nosotros.

Me alegraba oír eso, mis mascotas son una de las cosas más importantes de mi vida y no las pensaba dejar olvidadas.

Salimos de casa. Puesto que no había ningún taxi cerca, tuvimos que dar 20.000 vueltas para encontrar a un taxista disponible y de paso les enseñamos el pueblo a los chicos.

Llegamos a casa, ya oscureciendo. Álex no me había dirigido la palabra en todo el viaje, parecía cambiado, distante. Quería saber qué le pasaba, pero no me atreví a preguntarle, así que hablé con Sergio.

+Esto...¿sabes qué le pasa a Álex? Está raro, demasiado callado.

-Me hago una idea, pero no te preocupes Ana, son cosas suyas.

Sergio no me aclaró nada, y la verdad es que no sabía como ayudar a Álex, no tenía ni idea de lo que le podría pasar.

Subí las escaleras más lenta de lo normal, dejé la mochila en la habitación, solté a mis mascotas y me senté en la cama con las piernas hacía atrás. La habitación se quedó silenciosa, mientras en mi cabeza estaba interrogándome a mí misma. ¿Qué le pasará? ¿Será culpa mía? ¿Por qué está así?

Escuché un débil llanto. Venía de otra habitación no muy lejana. Salí al pasillo y seguí el sonido. Abrí la puerta sigilosamente y...

Las idiotas también se enamoran.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora