Allí estaba él, llorando apoyado en la pared.
+Álex...¿por qué lloras?
-Ana, no es nada, son cosas mías.
+Sabes que tus cosas son mis cosas, y que tus problemas son mis problemas. No quiero que estés así, no te lo mereces.
-No te quiero deprimir a tí también, además ya se me ha pasado.
+La próxima vez cúrratelo más.
No hubo respuesta, no hubo manera de que me contara qué le pasaba.
+¿Quieres que me vaya?
Me giré para girar el pomo de la puerta e irme, hasta que su voz me detuvo.
-Nunca. Por favor, no me dejes solo.
Me giré lentamente y le di un abrazo con todas mis fuerzas.
+Eso tenlo por seguro.
-Debo contarte algo...