Capítulo 19.

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Pasaban los días, y cada vez nos enamorábamos más de esos chicos. Algo tenían de especial, pero no averiguamos el por qué.  Quizás la forma de hablarnos, los cálidos abrazos, o esas miradas que mataban nuestras ganas de enfadarnos con ellos cuando se reían de nosotras.

Lunes por la noche. Álex me miraba de reojo, con una sonrisa incitándome a devolvérsela, pero cada vez que pensaba en el día anterior, me hacía la fuerte. No tengo por qué hablarle yo, es más, debería de ser él quien me dirija la palabra y pedirme perdón. Desviaba la mirada a Katrina y Sergio. Se veían tan felices...¿por qué no podríamos estar así Álex y yo? Qué tonterías, si Álex no siente nada más allá de la amistad, él es demasiado para mí, no llego al tipo de chica con el que saldría Álex.

La cena ya estaba en la mesa, y yo no sabía otra cosa que jugar con la comida y el tenedor. No tenía hambre, pero para que no sospecharan y me dieran la tabarra otra vez con lo de Álex decidí probar bocado mientras pensaba si después de esa cena, esa noche, Álex me hablara. Recogí mi plato, lo fregué y me fui a la habitación del boxeo, como decidí llamarla. No quería hacer ejercicio, sólo quería estar sola y pensar. Me senté en el frío suelo con las rodillas encogidas abrazadas por mis manos, hasta que alguien interrumpió mis pensamientos. El sonido del WhatsApp. ¡Álex, era Álex! ¿Se habría dado cuenta de que me sentí molesta por lo que pasó hace unas horas atrás? En verdad, me alegró saber que era él. Me levanté, me apoyé en la puerta y leí.

Ana, sé por qué estás así. Lo siento, fue culpa mía. Pensé que no te había molestado de verdad.

No pasa nada, no importa. ¿Por qué me has hablado por aquí?

Pensé que no querías verme, no quería molestarte...en serio, te pido de nuevo perdón, no quería que estuvieses así, y menos por mi culpa.

Que no pasa nada Álex :)

¿En serio?

En serio, qué cabezota eres. ¿Cómo no voy a perdonarte? Si eres el que me saca sonrisas por muy enfadada que esté contigo.

Escribiendo... 

En línea.

Escribiendo...

¿Me lo estás diciendo a mí?

¿A quién sino? Eres un chico... maravilloso.

¿Por qué no me lo has dicho cara a cara? Ah sí ya, que te pones roja.

Imbécil.

Idiota.

Me vas a hacer que me enfade otra vez.

Anda, abre la puerta, que te escucho respirar al otro lado de ella.

Abrí rápidamente la puerta y ahí estaba él. Mirándome con esos ojos que me hipnotizaban. Sin yo esperarlo, me dió un abrazo. un cálido abrazo. Un abrazo que no se puede olvidar. El abrazo.

-Te quiero, pequeña.

+Y yo, tonto.

Nuestros rostros se separaban, para volver a encontrarse de nuevo, en otro abrazo. Nunca había visto sus ojos tan de cerca ni mi corazón tan acelerado. Las puntas de mis pies se alzaban cuanto podían, incluso me empezaban a doler. Las piernas me temblaban y mi respiración se aceleraba. Me alzó y me sujetó por mis piernas.

-Mi pequeño koala.

Mis mejillas subían de temperatura cada vez más. Retiró su cara de mi hombro y está vez no fue para abrazarme más fuerte. Nuestros labios cada vez más cerca y su respiración acariciando mis mejillas sonrojadas era una sensación dificil de explicar, pero única. No quería que se acabase nunca ese momento, esos minutos abrazada a él. Un dulce beso hizo que las mariposas moribundas de mi estómago se despertaran de repente. No podía creérmelo, no podía creer que Álex me había besado en ese instante.

Las idiotas también se enamoran.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora