Capítulo 29

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-Comentad vuestra propuesta en el aviso que publiqué ayer por favor, es importante-
Después de varios análisis y de escuchar constantemente las mismas palabras del doctor continuamente, salimos del hospital.
—Hemos alquilado una habitación en un hostal cercano— dijo mi hermano mientras apretaba el botón del mando del coche y este emitía un pitido.
Asentí.
De pronto, alguien vino por detrás y rodeó mi cintura. Por su bien esperaba que no fuera Antoine aunque, a quien quería mentir, en esos instantes por mucho que lo negara era lo que más quería pero tenía que ser firme, tenía que saber que lo que había hecho no estaba bien.
En cuanto vi a mi amiga Nora, coloqué mi cabeza sobre su hombro y comencé a llorar como si no hubiera un mañana.
—Tranquila cariño, estoy aquí— por unos instantes imaginé que esas palabras las dijera Antoine pero me quité la idea de la cabeza al instante.
Mi amiga Nora me dijo que lo había visto todo y que estaba de mi lado al igual que Koke por mucho que a él le costará decirlo.
Reí al oírle decir eso último y me dio una bolsa con algo de ropa antes de meterme en el coche.
—Llámame si necesitas cualquier cosa— dijo gritando detrás de la ventanilla que nos separaba.
Sin decir ninguna palabra ya que sino creo que se me hubiera caído alguna lágrima asentí y el coche de mi hermano comenzó a avanzar.
Miré la bolsa mientras mi madre me decía continuamente que en cuanto me encontrara mejor tendría que ir a hacerme varias revisiones ya que esto no podía seguir así. En el interior de la bolsa había un pijama, unos vaqueros -los cuales creo que eran los preferidos de Nora-, una camisa de cuadros y ropa interior para una semana por lo menos. Me había olvidado por completo de lo mucho que Nora me quería, solamente porque había estado demasiado despistada con Antoine pero en ese instante, me prometí a mi misma no dejar de lado nuestra relación nunca más.
—Es aquí— dijo mi hermano aparcando en un aparcamiento que había en el interior del hostal.
En cuanto aparcó, bajó rápidamente para abrirme la puerta y cogerme la bolsa.
Puede que hubiera estado un día entero inconsciente y que demasiadas emociones se agolparan en mi cabeza pero era lo suficientemente capaz de cargar con una bolsa de plástico y abrirme la puerta del coche yo sola.
—¿Qué ocurre allá?— preguntó mi madre sacándome de todos mis pensamientos y señalando a un grupo de personas que rodeaban una de las puertas de entrada.
—O no...— dijo mi hermano al instante.
No sabía muy bien que ocurría hasta que una de las personas se giró, gritó algo que yo apenas pude entender y la avalancha de gente se colocó como por arte de magia a mi alrededor.
El cuerpo de mi hermano consiguió impedir que cualquier cámara grabase mi cara mientras mi madre agarraba la única mano que me quedaba libre y nos arrastraba hasta la otra entrada.
Pensé que nada más entrar al hotel el recepcionista o el sentido común de las personas con cámaras los haría parar pero como el mundo últimamente no está de mi parte, nos siguieron hasta la misma puerta del ascensor.
Después de lo que parecieron años, las puertas de este se cerraron tras varios intentos por parte de la avalancha de intentar abrirlas.
Tenía la sensación de que fuera como fuese llegarían hasta la habitación y mi hermano al parecer también ya que le llevó lo suyo encontrar las llaves en el bolsillo del pantalón y tras varios intentos de introducir la llave en la cerradura, la puerta se abrió en el momento en que una mano apareció en la barandilla de la escalera. Nos metimos rápido a la habitación y mi madre cerró la puerta tras de sí, estaba exhausta ya que no tardó en recostarse en la puerta hasta sentarse en el suelo.
Tocaron al timbre varias veces a lo que nosotros nos manteníamos en silencio como si por estar callados fuesen a pensar que no estábamos allí.
—No puedo más— dije finalmente mientras me recostaba en el sofá desgastado de color teja que se encontraba en el diminuto salón enfrente de una televisión que parecía de la Edad de Piedra.
Entré al único baño que había y me di una ducha de agua tibia ya que a mediados de mayo, el calor comenzaba a hacerse presente en la ciudad de Madrid.
Me sequé el pelo y me coloqué el pijama que Nora me había prestado. A pesar de la presión que sentía en el pecho no pude evitar sonreír al ver un gran unicornio rosa ocupando la mayor parte de la camiseta y muchos como este en el pantalón de color lila.
Al salir encontré a mi madre hablando por teléfono.
En cuanto me vio aparecer por la puerta, tapó un segundo el altavoz del móvil y me dijo que había pizza en la  cocina.
—¿Mikel?— pregunté susurrando.
—Fumando— contestó sin apenas mirarme.
Mis ojos se abrieron como platos. ¿Desde cuándo mi hermano había vuelto a fumar? Tampoco sé muy bien si lo que más me sorprendió fue eso o la tranquilidad con la que me lo dijo mi madre.
Lo dejé pasar ya que no tenía humor como para tener ahora una bronca y entré en la cocina. Era tan estrecha que había que pasar de uno en uno.
Cogí un buen trozo de pizza y me senté en una silla. Era curioso lo fácil que hacía la pizza que por unos momentos olvidara todo.
Mi hermano entró en cuanto acabé la pizza y no le costó mucho mentirme cuando le pregunté adónde había ido.
Cansada de todo decidí salir a la terraza ya que por muy pequeño que fuera esto tenía una terraza que parecía hasta más amplia.
Me senté en el suelo y saqué las piernas por los espacios que había entre los barrotes dejando mis piernas colgando. Sabía que mi madre odiaba que hiciera esto pero ahora no me veía y me negaba a quedarme de pie.
—¿Bonita noche, no te parece?— preguntó una voz a mi derecha.
Me levanté de un salto del susto y miré a ambos lados pero no veía a nadie. ¿Me estaba volviendo loca?
—Eo, aquí— dijo la misma voz elevando el tono.
Miré hacia mi derecha y a tan solo unos metros pude ver a un chico en el balcón de al lado.
—¿Quién eres?— pregunté con un hilo de voz.
No podía verlo bien ya que la oscuridad de la noche me lo impedía, pero parecía alto, delgado y sus ojos resultaban brillantes por la luz de la luna.
—Soy David, un placer— dijo tendiéndome la mano.
Me coloqué en el borde, alargué mi brazo y le tendí yo también mi mano.
—Yo soy Nerea— dije con una pequeña sonrisa apenas perceptible.
—¿Y qué haces por aquí? Quiero decir una no se instala en este cuchitril porque le gusta... creo— respondió riendo.
No sabía si era su tono de voz o su risa pero este chico me caía mejor conforme pasaba el tiempo.
—Es... una historia muy larga— dije intentando evitar la dichosa conversación.
—Tengo tiempo... y creo que tú también— contestó.
A pesar de que no le podía ver el rostro con claridad, sabía que acababa de sonreír. Le devolví la sonrisa, me senté como lo había hecho minutos antes, y comencé a contarle todo.

"Sin ti no soy nada" TERMINADA [Antoine Griezmann]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora