Capítulo 5

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A pesar de que había dormido mucho sentía que el cansancio acumulado durante estos últimos días de verano, era interminable. Me acomodé en el asiento, cerré los ojos y me dormí.
No sé cuántas horas después, sentí un beso en la mejilla lo que provocó que me sonrojara. Abrí lentamente los ojos pero algo como una especie de cinta, estaba colocada sobre mis ojos e impedía que no pudiera ver absolutamente nada.
—¿Qué es esto?— pregunté nerviosa.
—Tranquila, es una sorpresa— resoplé.
Oí que la puerta del conductor se abría e instantáneamente se cerraba. Segundos después, Antoine abrió mi puerta para ayudarme a salir. Caminé unos metros agarrada de su y de pronto nos paramos en seco. Cogió mis dos manos y las colocó sobre una barandilla.
—¿Ya?— pregunté impaciente.
Sin decir nada, quitó la venda de mis ojos y fue entonces cuando pude observar el precioso lugar al que me había llevado.
—Nunca imaginé que la pudiera ver con mis propios ojos— dije apartando la vista de la playa de la Concha y centrándome en él.
—Me encanta venir aquí siempre que puedo, el sonido de las olas rompiendo, el olor del mar, la textura de la arena en mis manos; me ayuda a relajarme.
Nos quedamos contemplando la playa unos segundos. Jamás había visto algo tan precioso como esto. No podía agradecer a Antoine lo suficiente, todo lo que estaba haciendo por mi.
—¿Bajamos?— dijo cogiéndome de la mano señalando las escaleras cubiertas de arena.
—¿En serio?— pregunté entusiasmada como una niña pequeña.
—Claro, ve bajando, yo iré cogiendo las cosas del maletero.
Asentí y me dirigí a las escaleras.
Eché un vistazo rápido a las escaleras cubiertas de arena y me quité las sandalias. Intentando no resbalarme, ya que yo era bastante torpe, fui bajando con cuidado los escaleras hasta que pude palpar por primera vez la arena de playa. Jamás en mi vida había ido a la playa porque no teníamos dinero o porque a mi madre no le gustaba pero a pesar de todo siempre había sido este mi sueño.
Caminé hasta la orilla y me dediqué a observar el grandioso mar que bañaba la arena cada vez que las olas rompían.
—Siéntate— dijo una voz a mis espaldas.
Me giré y pude ver a Antoine colocando una toalla para dos en la arena pocos metros atrás de la orilla. A pesar de que para ser septiembre e hiciera bastante calor, no había nadie en la playa.
—¿Te gusta?— preguntó Antoine mientras sacaba unos bocatas envueltos en papel de aluminio de una bolsa de plástico.
—Me encanta, gracias— contesté dándole un pequeño y cariño beso en la mejilla.
—¿Te gusta la tortilla de patata?— preguntó desenvolviendo los bocatas.
—Soy alérgica a la patata.
—¿Cómo...?— preguntó confuso.
La expresión de alegría que tenía en su hace unos segundos cambió a una pequeña mueca de confusión.
—Tranquilo, es broma— dije finalmente riendo muy fuerte mientras colocaba los brazos en mi abdomen.
—Te voy a matar, me habías asustado— contestó riendo.
Continúe riendo hasta que me dio el bocata de tortilla de patata. Le di un bocado y sinceramente me impresionó lo bueno que estaba.
—Está muy rico, gracias— dije sonriéndole abiertamente.
A pesar de que nos habíamos conocido hace muy pocos días, la confianza que se había creado entre los dos era inexplicable.
Cuando terminé el bocata me tumbé en la toalla y cerré los ojos. Me encantaba esta sensación. El poder escuchar el romper de las olas, oler el aroma fuerte del mar mientras jugueteo con la arena y estar sentada al lado del chico de mis sueños era todo tan... irreal.
De pronto alguien me elevó en el aire y cuando abrí los ojos de golpe, era demasiado tarde para decir nada. Antoine me iba lanzar al agua.
—Esto por bromearme antes— dijo riendo mientras me sumergía en el agua.
—¡Antoine no sé nadar!— grité apurada moviendo los brazos apurada.
Me miró asustado y cuando se acercaba coloqué mis manos sobre su cabeza y lo sumergí en el mar.
Comencé a reír de nuevo mientras volvía a colocar mi brazos en el abdomen.
—Esta era la última de verdad— dije sin parar de reír.
Antoine se acercó a mí rápido y me cogió en brazos sonriendo maliciosamente. Nuestras miradas se cruzaron y se mantuvieron durante unos segundos. Fue acercando su cara a la mía, acaricié su mejilla y nuestros labios se fundieron en un tierno y lento beso. Amaba la forma en la que se movían nuestros labios en sintonía. Nos apartamos unos pocos centímetros y colocó su frente sobre la mía. Sus ojos se encontraban cerrados y había una gran sonrisa en su boca.
Podría pasar el resto de mi vida así, pero tenía que volver a casa o mi madre y mi hermano se preocuparían.
Salió del mar y cuando se encontraba en la orilla y yo a unos pocos centímetros de él, me tendió la mano para ayudarme a salir. Cogí los restos de basura, subí las escaleras y los tiré en la primera papelera que vi. Antoine llegó segundos más tarde y abrió el coche. Me monté en el mismo asiento que me había montado a la ida y espere a que Antoine metiera todo en el maletero.
No podía dejar de pensara en El Beso. ¿Sentiría de verdad algo por mí? ¿Estaba ocurriendo todo demasiado rápido? Quizás si... Al fin y al cabo es un chico al que acabo de conocer. La cabeza me daba vueltas. Antoine había sido la única persona capaz de hacerme sonreír durante estos días tan difíciles pero ¿Y si hace esto con todas? Puede que fuese una gran seguidora suya pero no sabía nada de su vida amorosa ¿Y si solo soy otra más para añadir a la lista?
Pasé el resto del viaje en silencio. No podía dejar de darle vueltas al asunto. Cinco horas después aparcó enfrente de mi casa donde mi madre se encontraba sentada en la mesa del porche leyendo una revista.
—¿Te veo mañana?— preguntó abriendo la puerta para que pudiera salir.
—Vale— contesté algo distante.
—¿Estás bien?
—Si— contesté mirando al suelo.
Todo lo que había estado pensando durante el viaje había hecho que me comportara de una manera diferente con él, de una forma mucho más distante y desconfiada. Antes de irse, me dio un beso en la mejilla y me deseó las buenas noches.
Mi madre, al vernos, se quitó las gafas para leer, se puso en pie y se despidió de Antoine con la mano. Antes de entrar por la puerta me giré y todavía estaba sentado en su Mercedes gris, mirándome con sus preciosos ojos azules que se podían distinguir en la oscuridad de la noche mientras una sonrisa abierta se dibujaba en su perfecta boca. En el último segundo, me guiñó el ojo y se despidió de mí lanzándome un beso lo que complicó más las cosas.
—¿Qué tal ha ido?— preguntó mi madre mientras cerraba la puerta con llave.
—Bien.
A pesar de lo que quería a mi madre, no tenía la suficiente confianza como para contarle todo y cada uno de mis sentimientos. Así que subí las escaleras y me tiré en la cama. Cogí el móvil que había estado ahí encima desde la mañana y lo encendí. Había cinco llamadas perdidas de Nora y diez mensajes también suyos. Sé que debería llamarla pero había sido un día muy largo y ahora mismo es lo que menos me apetecía.
Minutos después, la puerta de la entrada sonó. Supuse que mi hermano había llegado así que me asomé a las escaleras para comprobarlo. Si, era él. Corrí escaleras abajo para darle un fuerte abrazo.
—¿Podemos hablar?— dije susurrándole al oído para que mi madre no me oyese a lo que él asintió.
Mi hermano era la única persona en el mundo en la que podía confiar. El tenía mucha más experiencia y me daba los mejores consejos así que antes de que se fuese, cuando yo era ya solo una insignificante adolescente que desconfiaba de su misma y tenía mil complejos sobre ella, acudía siempre a él. Me hacía ver las cosas de una manera mucho más diferente a como las veía antes y siempre estaba para apoyarme cuando lo necesitaba.
Subimos juntos las escaleras y nos sentamos en la cama de mi habitación.
—¿Qué ocurre?— preguntó él mientras se quitaba la chaqueta.
—He estado con Antoine— dije directa. Aunque mi hermano odiaba que quedara con chicos ya que no soportaba verme hacerme mayor, siempre conseguía caerles bien.
—¿En serio? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Dónde?— preguntó con los ojos como platos.
—Después de que te fueras esta mañana, ha aparecido un tal Antonio según mamá—reí—que preguntaba por mi. He bajado y era Antoine. En cuanto mamá se ha enterado que era él el que me ayudó ayer a la noche, ha corrido a agradecerle todo. Después me ha dado una sorpresa llevándome a la playa de La Concha, en San Sebastián y era... preciosa. Como le he gastado alguna broma— digo riendo— me ha cogido y me ha llevado hasta el mar, pero en vez de sumergirme me ha... besado. Desde ese momento, he estado muy distante con él porque ¿Y si solo soy una más? ¿Y si en realidad para el ese beso no significó nada?— acabé de hablar y me quedé esperando uno de los sabios consejos de mi hermano pero en vez de eso se levantó y se dirigió a coger su chaqueta para irse a su cuarto. —¿Piensas decir algo?— pregunté algo confundida ya que no había hecho esto nunca.
—Creo que debes seguir tu instinto y hacer lo que te diga el corazón, si lo quieres, ve con el pero sabiendo las consecuencias que puede tener el estar con él de antemano y por favor, no sufras.
Se da media vuelta y se marcha. Genial, la primera vez que tengo un problema importante y mi hermano no ha conseguido decirme nada nuevo. Tendré que hacerlo todo yo sola e ir con cuidado de que no me rompan el corazón por enésima vez. Mañana hablaré con él y le dejaré todo muy claro, pienso intentando convencerme a mí misma de que todo va a ir bien.
Leed mi anterior capítulo, votad, comentad que os parece la novela y seguidme:)

~Leire~

"Sin ti no soy nada" TERMINADA [Antoine Griezmann]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora