—Tranquila estará bien, ve a la cafetería y te pides algo para desayunar que apenas has comido nada en casa— dijo Koke acomodándose en la silla de la sala de espera.
—Vale, ¿no te importa?
—No, claro que no, te espero aquí.
—Vale gracias— agradecí dándole un beso en la mejilla. —¿te traigo algo?— cogí el bolso que se encontraba junto a mi amigo y comencé a andar hacia la puerta de salida.
—No se puede comer aquí— rió.
Le saqué la lengua y salí de la sala, quitándome una gran presión de encima al dejar atrás aquella habitación aunque solo fuera por unos minutos.
Estaba tan ofuscada en mis propios pensamientos que no vi el último escalón y caí. Mi rodilla golpeó contra el suelo lo que además de producir un leve sonido, desató un impulso de dolor por todo mi cuerpo.
—¿Estás bien?— preguntó una voz a mis espaldas. Supuse que era Koke ya que el hospital estaba prácticamente vacío a estas horas de la mañana pero no pude evitar escuchar algo diferente en su voz.
—Si, tranquilo estoy...— mi corazón dio un vuelco al ver a David plantado enfrente de mi ayudándome a levantarme. —...hola— me incorporé rápidamente olvidando prácticamente el dolor que se extendía por toda mi pierna y recogí algunas cosas que habían caído de mi bolso al rebotar contra el suelo.
—Hola... Nerea— saludó jugueteando con un sobre que se encontraba en su mano.
—¿Qué haces tú por aquí?— pregunté intentado sonar lo más agradable y cómoda posible.
—Mi madre...— tragó saliva.
—Vaya, lo siento mucho.
—Tranquila, ya sabes conforme más mayores se hacen más frágiles se vuelven— asentí con la cabeza y después de unas miradas de complicidad nos despedimos y cada unos siguió con su vida como habíamos hecho aquel día en la universidad.
No sé el porque, tal vez porque me recordaba a aquellos momentos en los que Antoine y yo nos volvíamos uno, y nada ni nadie nos separaba, pero me alegraba de haberlo visto.
Al nombrar a su madre me hizo recordar a la mía. Creo que no había estado sin hablar con alguien tan cercano tanto tiempo como con mi madre. Hacía más de medio año que no nos dirigíamos la palabra y ya había recibido en numerosas ocasiones, mensajes de mi hermano pidiéndome que por favor lo hiciera pero al final, nunca lo hacía.
Cuando llegué a la cafetería, pedí un café con leche y unas tostadas integrales con aceite de oliva y me senté en unos de los taburetes que se encontraban junto a la barra. Comencé a hojear algún que otro periódico cuando un hombre, de unos cincuenta años dejó de mala gana uno de deporte junto a mi brazo. Lo alcancé y comencé a leer el titular de la portada.
"Guerra de titanes"
Atletico de Madrid-Real Madrid
En la portada salían algunos de los jugadores del equipo blanco a la izquierda como Cristiano o Morata y a la derecha los jugadores rojiblancos entre los cuales estaban Antoine y Koke. Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro al recordar todos aquellos momentos que iba a los partidos con Nora como una fan más, era divertido, y en cierta parte los echaba de menos.
Comencé a beber el café que la camarera acababa de dejar encima de la barra cuando una madre se sentaba con su hija en los taburetes de al lado. Esta última, tenía los ojos vidriosos y la cara roja e hinchada, la madre le acarició suavemente la mejilla y le agarró de la nuca cariñosamente llevándola hasta su hombro. Echaba de menos tener una madre que me consolase cuando más lo necesitaba.
Sin pensar lo que iba a hacer, cogí el móvil, al cual le quedaba tan solo el 20% de batería pero el suficiente para realizar una llamada y marqué el número de mi madre. No sabía que estaba haciendo y mucho menos que iba a decirle pero solo quería hablar con ella, preguntarle por sus cosas y que ella me preguntara por las mías, contarle mis problemas y que ella me contase los suyos, la echaba de menos.
—¿Si?— contestó al tercer pitido.
—Hola mamá— dije después de plantearme colgar y hacer como si esto no hubiera pasado.
—¿Nerea? ¿Nerea, eres tú?— preguntó con tono desesperado.
—Si, soy yo mamá— contesté mientras repiqueteaba con las uñas en la barra.
Unos gemidos se oyeron al otro lado de la línea. —Mamá, ¿estás bien?
—Si...—masculló. —tranquila es solo, que te echaba muchísimo de menos. Me siento muy culpable por cómo te lo he hecho pasar todos estos años, siento no haberte llamado en todo este tiempo pero... tenía miedo— dijo pronunciando las dos ultimas palabras con un hilo de voz apenas audible.
Nunca había oído a mi madre hablar así, ni con mi padre cuando estaba en el mejor momento de su matrimonio, antes de que todo se fuera al traste.
—Tranquila mamá, está bien— me aparté las lagrimas de los ojos a pesar de que esto hiciera que me entraran cada vez más ganas de llorar y después de hablar durante unos minutos, cortos, para todo el tiempo que habíamos estado sin dirigirnos una palabra, colgué, bebí las últimas gotas del café y salí de la cafetería. Volví a subir otra vez las escaleras por las que antes me había caído, y llegue a la sala de espera, donde Koke esperaba sentado en la silla con la mirada perdida.
—Hola— saludé sentándome en la silla. —Puedes bajar, querrás descansar un poco y los bollos de la cafetería tienen muy buena pinta.
Media sonrisa se dibujó en su boca pero sus ojos no brillaban igual que siempre. Lo admiraba muchísimo, siempre lo había admirado, tanto su manera de afrontar las situaciones difíciles como su forma de ser positivo en cualquier hora, minuto, segundo; del día. Pero desgraciadamente, sentía que hoy no era uno de esos días.
—¿Qué te pasa?
—¿A mí? Nada— contestó irguiendo la espalda sobre el respaldo.
—Koke...
Le cogí la mano lo cual hizo que apartara su mirada fija en la pared de hormigón y la centrase en mi. Miro al suelo y resopló, no sabía lo que le pasaba pero nunca lo había visto así.
—Estoy preocupado.
—¿Por qué?
Comenzó a juguetear con las llaves que se encontraban en su bolsillo.
—Por todo, Nora, Antoine, tú, el equipo...
—Tienes que dejar de pensar tanto en los demás y centrarte un poco en ti mismo.
—¿Cómo quieres que haga eso? Nora está embarazada de unos meses y no paro de preguntarme ¿y si le pasa algo al bebé?, Antoine está en la sala de operaciones por una lesión que le dejará sin jugar bastantes meses, tú, no paras de tener anti bajos y la semana que viene nos enfrentamos contra el Real Madrid, ¿cómo no voy a estar preocupado?
Entonces me di cuenta, Koke había sido siempre el que había mantenido todo el peso sobre sus hombros, y nadie se enteraba porque él no lo había querido.
Le abracé y fue entonces cuando la puerta de la sala de operaciones se abrió saliendo de ella, el médico que nos había echo esperar afuera. Koke y yo nos pusimos de pie al instante y a pesar de que no me podía ver, sabía que mi cara estaba igual de pálida que la de mi amigo.
—¿Qué-qué tal ha ido doctor?— las palabras salían con dificultad de mi boca.
—La operación...
Los nervios se apoderaban de mi conforme pasaban los segundos y mis manos y piernas comenzaban a temblar.
—La operación no podría haber ido mejor— dijo con una radiante sonrisa.
Solté el aire que había acumulado mientras esperaba la respuesta y abracé a mi amigo.
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"Sin ti no soy nada" TERMINADA [Antoine Griezmann]
FanfictionÉl no sabía que existía, ella lo amaba. Él creía que todas eran iguales, hasta que la conoció. En ese momento, todo cambió.