Capítulo 45 (llegó el día)

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Nerea
Octubre
—Estás preciosa— dijo Antoine rodeando mi cintura mientras no paraba de mirar nuestras figuras en el espejo.
—Tu estás prefecto— contesté dándole un pequeño beso en la mejilla.
—Te espero afuera.
Asentí con la cabeza y vi cómo salía de la puerta. Me miré por última vez en el espejo. Me encantaba todo sobre el vetido, desde su color hasta la forma de este y como se ajustaba a mi cuerpo haciendo disimular un poco mis curvas.

 Me encantaba todo sobre el vetido, desde su color hasta la forma de este y como se ajustaba a mi cuerpo haciendo disimular un poco mis curvas

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Cogi mi móvil, lo metí en el bolso el cual era plateado y salí de casa.
—¿Estás nerviosa?— preguntó Antoine mientras me montaba en el coche.
—Un poco, ¿llevas los anillos?— pregunté mientras frotaba mis manos en mis medias color carne.
—Si, tranquila— contestó colocando su mano en mi muslo.
Le miré y le dediqué una sonrisa. Si no fuera por él estaría de los nervios pero su piel en contacto con la mía hacía que me tranquilizara.
Las nubes cubrían el cielo y una pequeña brisa entraba por la ventanilla del coche haciendo que algún que otro mechón rebelde se colocara delante de mis ojos.
Aparcó cerca de casa de Koke y fuimos caminando hasta esta.
Cuando entramos el color blanco inundaba el jardín. A la derecha una fila de sillas cubría el césped perfectamente cortado las cuales daban a un pequeño altar donde el sacerdote esperaba de pie preparado los últimos detalles. Al otro lado del jardín, había una carpa la cual estaba llena de mesas y sillas repartidas por esta de color blanco también.
Me sorprendió ver que Antoine conocía a la mayor parte de los familiares de Koke. Busqué con la mirada a alguien conocido y junto a la carpa pude ver a la madre de Nora llorando mientras le colocaba bien la corbata a su marido.
—Hola Rocío— dije saludándola con la mano.
—¡Nerea!— gritó con la voz temblorosa.
Me envolvió con sus brazos en un fuerte abrazo el cual yo respondí.
—Hola Jesús— salude a su padre el cual también me dio un fuerte abrazo.
—¿Qué tal estás?
—Bien, muy contenta de estar aquí— contesté con una inevitable sonrisa.
Estuve un rato hablando con Jesus y María hasta que unas manos taparon mis ojos.
—¿Quién soy?
—¡Koke!— dije disimulando el grito ahogado.
Me di la vuelta y efectivamente por mucho que intentara poner voz de mujer no conseguiría engañarme. Le di un fuerte e intenso abrazo.
—La boda empezará en unos minutos— dijo señalando las filas de sillas.
—¿Estás nervioso?— pregunté cogiendole de la mano y notado cómo temblaba.
—Si, un poco, bueno... muchísimo— dijo mientras una risa nerviosa salía de su boca.
Alguien gritó su nombre desde el altar y le hizo un gesto para que se acercara.
—Tengo que irme, por favor coge sitio cerca del altar, necesito que estés conmigo— masculló mientras se alejaba.
Asentí, y busque a Antoine con la mirada. Pude verlo sentado en una de las filas mientras hablaba con un chico que se encontraba a su lado al cual no podía ver ya que estaba de espaldas.
Me acerqué y saludé a Antoine dandole un tierno beso en los labios.
—Hola Nerea— dijo el chico que hace unos segundo estaba hablando con mi novio.
Mi novio... qué raro sonaba decir eso después de todo lo que había pasado.
—¿Mikel?— pregunté casi gritando cuando vi a mi hermano a tan solo unos centímetros de mi. —¿Qué le ha pasado a tu pelo?— pregunté ya que se había rapado a cero y estaba irreconocible.
—Yo estoy bien, ¿y tú?
—Perdona— dije tímidamente mientras miraba al suelo.
Había pasado tanto tiempo que después de cómo fue nuestra última conversación no sabía siquiera que decir.
—Quería hacer algo que marcase el cambio que he hecho estos meses y esto fue lo que se me ocurrió— dijo señalando la capa marrón de pelo que cubría su cabeza. —además, el pelo crece— añadió.
—Vayan sentándose por favor— dijo el sacerdote desde el altar.
Para la ceremonia me senté entre mi hermano el cual había venido con su novia y Antoine en la segunda fila. Me extrañaba muchísimo que mi madre no se hubiera presentado en la boda ya que siempre había tenido una gran relación con Nora y su familia y en cierta forma me molestaba pero estos pensamientos fueron interrumpidos cuando Nora apareció en el pasillo que se formaba entre los dos montones de filas.
En cuanto vi la cara de emoción de mi amiga dirigí mi mirada a Koke, sus ojos estaban  brillantes y húmedos y tuvo que frotárselos disimuladamente para evitar no llorar, era tan bonito que una lagrima cayó por mi mejilla. No quería llorar ya que después de una hora de maquillaje en la peluquería no quería que acabara mi cara negra, pero ya era demasiado tarde, las lágrimas comenzaron a caer de mis ojos a lo que Antoine agarró mi mano y la apretó con fuerza.
Nora subió los dos escalones hasta el altar y se colocó enfrente de Koke.
—¿Han venido aquí a contraer matrimonio por su libre y plena voluntad sin que nada ni nadie los presione?
—Si, Padre, venimos libremente— contestaron los dos al unísono
—¿Están dispuestos a honrarse y amarse mutuamente en su matrimonio durante toda la vida?
—Si, Padre, estamos dispuestos—¿Están dispuestos a recibir responsablemente y con amor los hijos que Dios les dé y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia?
—Si, Padre, estamos dispuestos
—Así pues ya que quieren establecer entre ustedes la alianza santa del matrimonio unan sus manos y expresen su consentimiento delante de Dios y de su Iglesia.
Koke, miro a Nora con tal sinceridad y amor que hacía que me derritiera solo de verlos cogidos de la mano mientras todos los ojos estaban fijos en ellos.
—Yo Jorge Resurrección Merodio, te pido a ti Nora García Fernández que seas mi esposa porque te amo y prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad y amarte y respetarte todos los días de mi vida.
Los ojos de Nora comenzaron a humedecerse y una risa nerviosa salió de su boca.
—Yo, Nora García Fernández, te acepto a ti, Jorge Resurrección Merodio como mi esposo porque te amo y también prometo serte fiel en lo próspero y lo adverso en la salud y la enfermedad y amarte y respetarte todos los días de mi vida.
—Que el Señor confirme este consentimiento que han manifestado ante la Iglesia y cumpla en ustedes su bendición. Lo que Dios acaba de unir, no lo separe el hombre.
Después de estas preciosas palabras salidas de la boca de ambos, todas las miradas incluidas las de los novios y la del sacerdote se quedaron fijas en Antoine y yo. Nos levantamos y caminamos de la mano hasta el altar. Antoine les entregó una pequeña caja de color azul marino en la que había escrita con letras doradas: Nora & Koke.
Cogieron ambos los respectivos anillos y volvimos a nuestro sitio.
—Recibe este anillo como signo de mi amor y fidelidad. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo— dijo Koke mientras colocaba el anillo en el dedo corazón de su futura esposa.
—Recibe este anillo como signo de mi amor y fidelidad. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo— e imitó a Koke y colocó el anillo en el dedo corazón de su futuro marido.
Cuando el sacerdote pronunció las últimas palabras, todo el mundo se levantó, Koke agarró de la nuca a su esposa y la besó.
Me ha encantado escribir este capítulo espero que lo hayáis disfrutado:)

"Sin ti no soy nada" TERMINADA [Antoine Griezmann]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora