Los meses pasaban y cada vez me apasionaba más ir a la universidad. Había conocido a mucha gente nueva y estaba haciendo lo que a mí me gustaba; mi vida iba sobre ruedas.
En cuanto a Antoine, no había hablado con él desde hacía un mes, lo consideraba un logro a pesar de lo que me dolía. La última vez que hablamos fue cuando se enteró que había vuelto y yo no le había avisado, como supondréis, la conversación acabó bastante mal.
Después de varias semanas viviendo en una habitación de hotel decidí hospedarme en una fraternidad, no era lo que más me apasionaba pero al fin y al cabo solo iba allá para dormir.
Conseguí trabajo como camarera así que ahora mismo estaba trabajando junto a Nora en el mismo local.
—Siéntense señores— dijo el profesor Marcus a primera hora de la mañana.
La gente entraba a todo correr, algunos para coger sitio en la primera fila y poder atender a lo que el profesor explicaba y muchos de ellos a sentarse en la última para poder hablar sin que nadie los molestase.
El profesor comenzó a escribir en la gigante pizarra y yo, como todos los días, comencé a apuntar todo lo que escribía, estaba tan sumida en mis apuntes que no me enteré de que alguien se había entrado en clase.
—¿Señorita?
Levanté la mirada y pude ver cómo los doscientos ojos que había en la sala, me atravesaban.
—¿S-si?— tartamudeé. Mis manos comenzaron a temblar a toda velocidad y mis mejillas se encendían cada vez que decidía echar un vistazo a la clase y notaba sus miradas contra mi.
—¿Le importaría que el señor David se sentase a su lado?— preguntó señalando a mi lado mientras con el pie pegaba pequeños golpes en la madera del suelo.
Levanté la mirada y no lo pude creer. Abrí mis ojos como platos y negué con la cabeza mientras no paraba de mirar a mi nuevo amigo al que no veía desde hacía unos meses.
Él al parecer tuvo la misma reacción ya que por muchas veces que el profesor le dijese que se sentara se quedó de pie perplejo. Miré sus mejillas, estaban sonrosadas.
Después de unos segundos conseguí hacer un gesto con la mano para que se sentase y él profesor parara de repetir lo mismo continuamente y pudiese seguir dando la clase.
Los nervios se apoderaron de mí y comencé a temblar así que coloqué mis manos debajo de mis muslos.
—¿Qué haces aquí?— pregunté cuando fui capaz de articular más de una palabra.
—No me esperaba eso como bienvenida pero bueno... Me han trasladado a esta universidad— respondió tornando los ojos.
—Es cierto, perdona, me alegro de verte.— Genial, ya estaba haciendo el ridículo.
Mis mejillas comenzaron a arder y él pareció darse cuenta ya que me miró a los ojos y me dedicó una pequeña sonrisa.
—Estás muy guapa— dijo mirando a la pizarra.
¿Acababa de decir lo que a mí me había parecido?
—Tu también estás muy guapo— contesté tímida mirando mis apuntes.
Era cierto, sus bermudas granates iban a la perfección con su camiseta blanca la cual realzaba sus músculos. Cada vez que me miraba sentía un inevitable cosquilleo en el estómago. Pero no, no puedo, antes de venir aquí, me prometí a mí misma que no pensaría en chicos en unos días, necesitaba tiempo para poder olvidar lo que Antoine había hecho y para poder dejar de lado todos los sentimientos hacia él por muy imposible que fuera. «Entonces no conseguirás novio en la vida» me recordaba mi subconsciente continuamente. Sabía que era demasiado difícil poder olvidarlo pero tenía que hacerlo y consideraba un logro todo lo que había con seguido hasta hoy.
—¿Te apetece ir a comer?— preguntó David cuando salimos de nuestra ultima clase.
Resultó que tenía exactamente las mismas asignaturas que yo y me alegraba ya que con mis amigos solamente coincidía en tres o dos asignaturas.
—Si, claro— respondí sonriente.
Me acerqué a mis amigos, los cuales se encontraban en la cafetería, les avisé que me iba a comer con David y me marché.
—¿Por qué te han trasladado a esta universidad?— pregunté curiosa mientras sacaba las gafas de sol de mi bolso ya que los primeros rayos de sol del mediodía fueron directos a mis ojos.
—Estaba sacando muy buenas notas este último trimestre y creyeron que yo necesitaba un nivel más alto del que había en mi otra universidad— explicó poniendo los ojos en blanco mientras caminábamos hacia el restaurante más cercano. David parecía conocer la zona ya que se movía con mucha agilidad por las calles. —Y además, aunque no me creas, cuando comenzaste a hablar sobre tus sueños de convertirte en una gran abogada para mí fue como un impulso a intentar hacerlo lo mejor posible— dijo algo sonrojado.
Me pilló por sorpresa, por nada del mundo me esperaba que a alguien le hubiese servido mi sueño de convertirme en abogada como un impulso, y la verdad es que era uno de los mejores cumplidos que me habían hecho «Sin contar los de Antoine» dijo mi subconsciente interrumpiendo de nuevo.
—Gracias... por eso— dijo tímido.
Me dediqué a mirarle y una sonrisa instantánea se dibujó en mi boca en cuanto nuestra miradas se cruzaron.
Antoine
Me acababa de despertar después de una noche de la que apenas recordaba nada. La música seguía retumbando en mi cabeza y el alcohol se revolvía en mi estómago.
—No te vayas— dijo una voz a mi lado mientras me sentaba en el borde la cama y comenzaba a vestirme.
Se me había olvidado por completo, ayer pasé la noche con una chica la cual estaba colocando sus brazos alrededor de mi cuello.
—Debo irme— dije seco. —Ya te llamaré...— Había pasado la noche, con una chica de la que apenas me acordaba de su nombre.
Si dar ni una explicación, salí de su casa lo antes posible y no encontré mi coche en el aparcamiento por lo que supuse que se encontraría en la discoteca de anoche.
Su casa era una apartamento en el centro de la ciudad así que todo estaba bastante cerca.
Entré en la cafetería más cercana, pedí una café y unas tostadas -a pesar de que ya era hora de comer- y me senté en una de las mesas.
Saqué el móvil de mi bolsillo mientras esperaba a que mi desayuno llegara. Tenía un mensaje de Nora.
"Llámame"
Fruncí el ceño extrañado ya que hacía mucho que no hablaba con la novia de mi amigo, marqué su número y la llamé.
—Hola Antoine— contestó al tercer pitido. Su voz sonaba ronca ya que seguramente se acabaría de despertar.
—Hola— respondí. Desde que ocurrió lo de Nerea, la relación con muchos de mis amigos, había empeorado. Me trataban... diferente.
—¿Qué tal estás? Hace mucho que no hablamos y hecho de menos hacerlo.
—Bien... supongo.
La verdad es que solamente yo sabía que no estaba bien. Cada día me acostaba con una chica diferente solamente para llenar el vacío que sentía en mi pecho. No soportaba las noches que me quedaba solo, en mi habitación mirando al techo pensando y dándole vueltas a todo lo ocurrido y no veía otra forma de poder solucionarlo.
—Necesito hablar contigo— dijo después de un silencio que parecía durar horas.
—Vale, la semana que viene estoy libre.
—El viernes nos vemos en mi casa— y colgó.
Sabía que esa conversación giraría entorno a Nerea, pero por mucho que me doliese volver a recordarla necesitaba saber cómo estaba y la única persona que sabía todo sobre ella era Nora.
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"Sin ti no soy nada" TERMINADA [Antoine Griezmann]
FanficÉl no sabía que existía, ella lo amaba. Él creía que todas eran iguales, hasta que la conoció. En ese momento, todo cambió.