Capítulo 007

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17 AÑOS ATRÁS…

La capilla del cementerio estaba llena de gente. Conocidos, amigos, compañeritos de Julieta, todos estaban extremadamente conmovidos y angustiados por las muertes de la familia. Todos excepto Ignacio y Estella, aunque, por supuesto, lo disimulaban a la perfección.

Esteban miraba a sus padres y no entendía cómo no les dolía lo que había pasado, pero lo que más rabia le generaba era verlos actuar como los más afectados de todos.

A lo lejos y medio disfrazado, Nicolás observaba.

Unas horas más tarde, en casa de Eugenio, se reunían él, Patricio y Nicolás, por última vez.

PATRICIO: (Entregando un gran sobre a cada uno) Aquí tienen todo lo que necesitan: documentos, partidas de nacimiento, actas, identificaciones y carnets. Si llega a faltar algo, me avisan y vemos cómo se arregla.

EUGENIO: (Sacando el contenido del sobre) ¡Perfecto! Aquí dice que se llama Diana Eugenia Sotomayor y que es hija mía y de Luz.

PATRICIO: Hija adoptiva.

EUGENIO: Lo se, lo se.

PATRICIO: Nicolás, ¿lo tuyo está bien?

NICOLÁS: Si, señor. Aquí dice que se llama Elizabeth Olavarría, hija de mi hijo Osvaldo y que yo soy su tutor.

PATRICIO: Además tienes la escritura de la casa que Eugenio tiene en Mérida para que vivan los tres ahí con tu esposa y la niña. Todo eso está a tu nombre.

NICOLÁS: ¿Si?

PATRICIO: En efecto. Una vez que llegues allá, te vas a contactar con un amigo mío, Fidel Ceballos. Él te va a dar un buen trabajo para que puedas mantenerte y mantenerlas a ellas sin sobresaltos.

EUGENIO: Parece que todo está arreglado.

PATRICIO: ¿Cuándo te vas?

EUGENIO: En cuanto me firmen el traslado de Diana. Dos o tres días, máximo.

NICOLÁS: ¿Aún no se despertó?

EUGENIO: No, Nicolás.

NICOLÁS: Le va a decir todo como quedamos, ¿verdad?

EUGENIO: Ella lo va a saber, quédate tranquilo y cuando sea el momento, buscaremos a Elizabeth y ellas harán justicia. Para eso las educaremos.

NICOLÁS: Siendo así, me voy a buscarlas, para ya irnos a Yucatán. (Se ponen de pie los tres) Muchas gracias por todo, a los dos.

PATRICIO: Nicolás, si llega a ofrecerse algo, lo que sea, nos llamas. En ese paquete están los números de teléfono de mi oficina y de mi casa.

EUGENIO: En cuanto me instale en Filadelfia, te mando el de mi casa también.

NICOLÁS: De nuevo, muchas gracias. (Abraza cordialmente a ambos hombres y se va)

PATRICIO: (Sentándose) Oye, ¿cómo tomó Martín todo esto?

EUGENIO: Está muy impresionado, pero me apoya.

PATRICIO: Ese muchacho es de buena madera, como tú.

EUGENIO: Si que lo es.

PATRICIO: ¿Dónde anda?

EUGENIO: Con sus amigos, se juntaron para despedirlo.

PATRICIO: ¡Qué pena que tenga que pasar por esto!

EUGENIO: Lo se, pero como dices es de buena madera y hará una gran vida en el norte.

PATRICIO: Dime algo, ¿la niña se va a salvar?

EUGENIO: Clínicamente, está bien. Sólo tiene una cicatriz en su espalda, casi en la cintura, parece que ahí se quemó. Por lo demás, debería reaccionar en cualquier momento.

PATRICIO: Pobre niña. Quizás presienta lo que sucede y por eso no reacciona.

EUGENIO: Aún no se cómo carambas le voy a decir la verdad.

PATRICIO: Eres un excelente ser humano, amigo mío y verás que de a poco, ella irá procesando todo y te lo va a agradecer.

EUGENIO: Espero poder darle una buena vida.

PATRICIO: Le estás dando la oportunidad de tener una vida y eso, no lo hace cualquiera.

EUGENIO: ¿Te puedo pedir un favor más?

PATRICIO: Lo que sea, ya lo sabes.

EUGENIO: Si algún día les llego a faltar, júrame que no los vas a dejar solos.

PATRICIO: Tú salvaste mi vida y la de mi hija, a nadie admiro y le debo tanto como a ti, Eugenio. Será un privilegio para mí acompañarte y ayudarte en esto y en lo que me pidas.

EUGENIO: Gracias, Pato… (Entra Martín)

MARTÍN: ¡Ey, tío!

PATRICIO: ¡Hola, cabezón! ¿Cómo estás?

MARTÍN: ¡Hola, pa! Pues, aquí, preparándome para mi nueva vida…

EN EL PRESENTE…

Apenas se sentó en el sillón de su living, Diana buscó la tarjeta de Federico, marcó el número y aguardó que la atiendan.

FEDERICO: (No reconocía el número) ¿Si, bueno?

DIANA: ¿El señor Federico Quiroga?

FEDERICO: (Reconoció la voz al instante) Si, el mismo, ¿Diana Sotomayor?…

DIANA: La misma, ¿cómo estás?

FEDERICO: Bien, llegando a casa. Fue un día agotador, no te lo tengo que decir a ti, me imagino…

DIANA: La verdad que si, estoy bastante cansada. Pero, dime, ¿para qué querías que te llamara?

FEDERICO: (Le sorprendió que ella fuera tan directa, pero le gustó esa actitud) Es que me caíste muy bien y no me pasa muy a menudo que digamos.

DIANA: ¿Te caí bien?

FEDERICO: Ajá. ¿No me crees?

DIANA: Digamos que por ahora, te voy a creer…

FEDERICO: ¿Qué otro motivo podría tener, Diana?

DIANA: No se, conseguir alguna nota con el enemigo…

FEDERICO: ¿Tú eres mi enemigo?

DIANA: La empresa donde trabajo lo es.

FEDERICO: Pero no le di mi tarjeta a tu empresa, te la di a ti.

DIANA: ¡Touché!

FEDERICO: ¿Quieres ir a cenar conmigo esta noche?

DIANA: (Le gustaba mucho la idea de cenar, pero no “con él” sino “a él”. De todos modos, comer juntos era un buen primer paso) ¿Sabes qué? Me gusta la idea.

FEDERICO: ¿Paso por ti?

DIANA: Mejor nos encontramos, ¿te parece?

FEDERICO: Si, ¿conoces el restaurante “La Bohemia”?

DIANA: Si, claro.

FEDERICO: ¿Ahí en una hora?

DIANA: Nos vemos en una hora. (Corta la llamada)

Doble VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora